martes, 26 de diciembre de 2017

Isabel Pisani ©

                                                                       Pintura  Gloria Nuñez   
LA  CASA

Fue mi casa natal, una de las  tantas sureñas:
puerta, portón y ventana,
un largo zaguán de eco solitario,
jardín, huerta y corral temerario.
La casa,  espaciosa y compasiva,
fresca en los largos veranos,
tibia en los inviernos desolados.
Fue escondite audaz de mis amigas furtivas,
y confesionario bajo el parral y sus retoños. 
¡Cuántas melodías en ese  piano tan lustrado,
cuántas telenovelas  grises de asuntos leves,
y azoteas  llenas de sol …y  espías con tacos y moños!
 Fluía ruido de agua y perfume de retamas.
Ciruelas, higos y reventonas granadas
merodeaban los ojos, las manos y manteles.

Tantas risas y juegos, en la infancia…
Tantas penas y dolores, con los años…
Hoy… los históricos vecinos se han mudado,
han muerto, han emigrado;
y los rostros familiares se esfumaron.
Ahora, lejos de ella, me visita su recuerdo,
a veces en temores arraigado,
a veces con palabras que no fueron,
o con llanto que entre mis labios muerdo.
          

SABORES

Dulce sabe el perdón al débil converso;
amarga, la espera del amor extinto;
insípida, la indiferencia del vanidoso;
ácida, la inesperada derrota del esfuerzo;
frutal, la picardía infantil de algún verano;
y picante, la mirada del amante ahíto.

Licor es  el temblor del miedo a sí mismo;
chocolate, el invierno;
y café, el tiempo ido.
Sabe a albahaca, la tibieza de la piel y el mimo,
y a agua de rosas, las ansias de infinito.


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