Confusión y desdicha. Vacío y tempestad.
¡Cómo la noche augura el infortunio!
La desesperación, la soledad.
Entonces la mañana nos escupe en la cara
Y con el vientre abierto nos abandona la piedad.
Dejarte ir… ¿cómo dejarte ir? ¿Por qué?
Porqué a mi, porqué a vos, porqué a el.
Dejarte ir mientras aún te tengo en mi regazo
Meciéndote, rogándole a Dios
Pidiendo perdón por mi ateísmo
Entregando mi vida a cambio de la tuya
Dejarte ir mientras la cordura me abandona
Y se estremece el mundo
Dejarte ir sabiendo que toda vos eras amor
Y darme cuenta ahora de la herida abierta
Y darme cuenta ahora de la locura
Y dejarme ir con tu partida…
Amén.
LOS OJOS DE MANUEL
Oceánico y turbio, premonición satánica.
Vestíbulo abierto desde donde se observan
Los cataclismos de la realidad.
Desdibuja la noche su cántaro herido
En esos cipreses que oculta en su andar.
Los ojos de Manuel, algunas veces lloran
Y la luna agorera, panteón de sus tristezas,
Abismo de su carne, lágrima azul...
Echa un manto de aguacero, de cuervos ficticios,
De glorioso diciembre, de insurrección del mar.
Manuel levanta banderas escarlatas
Y sus manos obreras acarician mi piel.
Yo beso, dulcemente, la cicatriz en su rostro
Y el trigo de su pelo se tiñe de coral.
No morirán sus auroras, en pie de batalla,
Ni el éxodo primero de su ser,
Porque en su sangre hay un héroe
Con la patria herida
Y ya se siente en el aire perfume de revolución.
Estaré aguardando con el fusil en la mano
Y la pluma próxima a gatillar
Por si acaso estallan, esta noche, las rabias
Y Manuel me despierte con su mano rebelde,
Con su amor y la noche furiosa del mar.
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