lunes, 27 de noviembre de 2017

Sergio Fi fitteom

                                                    Pintura de Tolouse Lautrec

                                                                 MESITA

Me levanto despacio sin hacer mucho ruido. Igual ella no se despierta tan fácil, su dormir se ha vuelto pesado. De largo alcance. Como buscando ser eterno. La contemplo mientras me voy poniendo la ropa. Le miro la cara y los brazos flacos que le cuelgan al costado del cuerpo. Es impresionante lo vieja que está. El espejo del baño me recuerda que a mí también el tiempo me ha pasado. Decido ir hasta la panadería para comprarle algo dulce, rico, como a ella le gusta decir. Hoy es su cumpleaños, Dios mío 60. De chico pensaba: pobre la gente de 60. Ahora soy esa gente y no puedo hacer nada. Mientras camino me acuerdo lo buena que estaba cuando andábamos de novio y las peripecias que hacíamos para mantener relaciones sin que los padres de ella se dieran cuenta. Cuando regresábamos a su casa luego de unas cuantas acabadas nos mirábamos a los ojos y nos decíamos que ya no éramos los mismos, que habíamos cambiado y que se iban a dar cuenta de que andábamos cogiendo escondidos. Por eso; y por tantas otras cosas que vivimos a lo largo de muchos años; es que yo le voy a comprar algo para luego despertarla con un beso y festejarle el cumpleaños aunque a ella el tema la tenga sin cuidado. Ya en casa le preparo un café bien negro, como siempre. Le acerco la mesita de cama junto con las masas y la torta y se la dejo a un costado. La beso en la frente y de a poco se va despertando. Me mira desde la profundidad de sus ojos celestes helados. Me pregunta quién soy. Como lo viene haciendo desde hace tantas mañanas cuando la despierto, ya ni me pregunto cuántas, yo le digo que soy Papá Noel y ella se queda conforme. Ubica sus almohadas y realiza un gesto que me hace pensar que se va a levantar de la cama. Pero es solo eso. Ella no camina desde hace años. Me mira una vez más. Hace cara de asco y se tapa los ojos. Vuelvo a besarle la frente y la dejo sola. Sé que cuando vuelva a verla no habrá nada en el plato. Yo me pondré un poco contento. Solo un poco. Y será el momento de retirar la mesita.

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