EN LA COCINA
Mi abuela desplegó
sus muchas sombras
a lo largo de la mesa
en la cocina
entre cacharros y pan duro.
La vida se multiplicaba
incansablemente
alrededor de la mesa
pero mi abuela se alimentaba
de indigencias
entre el escaso devenir del día
y los trapos húmedos
puestos a secar.
Mi abuela, Reina de la Noche
anochece en mi memoria
como una flor inmensa.
A veces
en esta misma cocina
cierro los ojos
y me voy muy lejos
tan lejos
que el mundo desaparece.
Como llevo la memoria cosida
a los pliegues de mi ropa
me desnudo: soy carne
nada más
uñas
huesos
y del otro lado, el mundo
minúsculo
titila en escuálido esplendor
porfiado en persistir
dentro de una cocina
con trapos húmedos y pan duro.
FUISTE UN NIÑO PERDIDO EN LA PLAYA
Fuiste un niño perdido en la playa.
El verano comenzó sin lluvias
y con mucho viento
aquel año. Meses antes
Marilyn Monroe se había suicidado
entre las paredes despojadas de su casa.
Te perdimos
te perdiste
en aquella playa atestada de gente:
una extensión de cabezas y detrás, el mar
- majestuosa visión
luz intensa crispándose en el aire-.
Te buscamos
y no aparecías por ninguna parte.
Un chico rubio, repetía mi abuela
y con un brazo ella señalaba su propio ombligo,
de esta altura
con los ojos claros.
Te seguimos buscando
entre el estallido intermitente de aplausos
y esos rostros de fotografía
que estiraban muy hacia allá la mirada.
Te llamamos hasta cansarnos
con nuestras voces afónicas
que hicieron estremecer el viento de la playa,
a los gritos te llamamos.
En el fondo
el mar efervescía
apabullante
traslúcido. Al final
te encontramos, venías riéndote
montado sobre los hombros
de un muchacho alto.
Hermano, te encontramos por fin: el sol
enfocaba tus ojos
después del mediodía en la playa
aquel año
cuando el mundo era tan nuevo
tan nuevo
que todo alrededor
hacía ruidos de envolturas rasgadas.
Lejos
un barco se deslizó con su inflamada vela amarilla
sobre el translúcido mar.
Pintura de Pierre Édouard Frère
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