lunes, 24 de septiembre de 2018

Liliana Varela



Blanco mundo

Cada paladeo gesta un nuevo mundo
del cuál soy dueño
o tal vez esclavo
(imposible darme cuenta).


¿Y por qué no?

Beber la dulzura
de un espumante vino (blanco)
hipnotizándome el ahora
y el después.


Botella transformada en navío
sin rumbo (prefijado)
errante subterfugio donde
acallar los gritos.


Y allí Caronte
fermentando el azúcar
hasta volverlo río.


Y allí la hoguera
donde quemar las penas
que no han sido aún.


¿Y qué?
¿Quién osará crucificarme?
¿Quién elevará su acusador dedo
para señalarme?


¡Pobres ellos!
los morales, los correctos,
los estereotipadamente sobrios
que controlan la palabra
y el pensamiento
antes de respirar.


Aquellos. Sí. Esos.
Los corruptos, los promiscuos,
los que matan sin saberlo
-sólo con la palabra y el desdén-
los que venden su alma por centavos,
mienten, blasfeman, critican
en aras de la conveniencia.

Los que no admiten
que el veneno
no está en el alcohol
sino en la mano que lo elige,

que el tóxico está en la esencia
que vomita al mundo
su verdadera faz
-sin maquillaje-



¿Recordaré?

 ¿Recordaré la luz de aquel domingo
cuando la parca llegue y me abandone?
No será.
No.
No seré la fuente donde el agua bebes
a bocajarra mientras el calendario pasa
como arena entre los dedos.
Patrañas.
Tus manos de betún friegan pisos
de recuerdos sin ajorcas de oro
y el estropajo de la memoria hace lo suyo.
Tal vez.
Mentiras.
El domingo llegará como cualquiera
desnudo de misterios, de sorpresas
voraz insaciable de amarguras,
y tu aliento dará forma y vida
a su hambruna.
Un domingo como éste
me querías ¿yo te amaba?
¿O éramos dos solitarios
uniendo orfandad de compañías?
No digas.
Te quiero
que no sirve hoy día.
Te propongo.
una jugada de tahúr arrepentido,
cuatro ases en la manga sin sorpresa
un as escondido en un ropero vacío.
Una botella sin etiqueta , tal vez vencida.
Dos copas en un brindis
sin principio
ni final.
Un domingo. Nada más.

 http://lilianavarela.blogspot.com/

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