lunes, 22 de octubre de 2018

Julia del Prado

La aldaba


Toc Toc ¡Toc toc! Toc, la aldaba tocaba la puerta de esa casa de puerto chalaco donde los tíos Jacinto y Jacinta vivieron hasta los últimos días en que esa vieja casa fue vendida.

Jacinto y Jacinta eran los dos hermanos solteros de una familia grande, casi siempre plena de alegría en domingo en que primaba la libertad que otorgaba la abuela Carmen para que todas las generaciones  hablaran en voz alta y de diversos temas. Esta familia brillaba en elocuencia y picardía.

Todos los ambientes eran ocupados por hijos, sobrinos, sobrinos nietos de "Cinto"  y "Cinta" como se les llamaba en sutil apodo. Desde la inmensa sala hasta el patio donde la abuela nana Asencia hacía de las suyas con el batán, el sonido y el ruido se mezclaban en singular acento.


Toc Toc ¡Toc toc! vuelve a sonar la puerta de esa casa vetusta, a través de esa bendita aldaba.

Jacinto era amoroso con todos sus sobrinos, en su dormitorio tenía una biblioteca y en esos domingos vaporosos de tarde  él les leía historias en ronda de su Tesoro de la Juventud o de Nuestro Universo Maravilloso o de la revista Billiken y de libros de aventuras de Julio Verne o Sandokan,  los aplausos de niños y adolescentes eran el estímulo que recibía, diría que era como un teatro en donde el protagonista era "Cinto". A la más pequeña de sus sobrinos la colocaba en sus rodillas, con esa ternura que sólo los buenos hombres tienen.

Y "Cinta" o Jacinta era esa tía que se le veía cose y cose en esa vieja máquina con motorcito en donde su pie le daba al dale, dale. Cosía generalmente trajecitos para muñecas que eran hechos por encargo, así podía mantener a su sobrino que había quedado huérfano y al que ella había prohijado. A sus demás sobrinos los trataba con afecto sereno y con medida. La más pequeña fue premiada con varios mandiles a cuadros para que su ropa no se ensuciara en domingo, en esa mesa familiar que se diría poco brilló en cordura.

Toc, toc ¡Toc toc!, Plam, plam, esa aldaba otra vez con sonido grave.

"Cinto" y "Cinta" tíos que quedaron en el ayer con salidas al cine "Porteño" en tardes de matiné o en juegos de carnaval donde las aguas corrían delirantes por esas calles de puerto. Con chisguetes de Pierrot y Colombina y bolas de talco. Y los rostros de los niños, adolescentes y mayores pintados de betún en esos tres días seguidos de cálido mes de febrero.

"Cinto" aún lo veo llevarnos al encuentro de chalanitas y figuras con esas olas de mar vibrantes para paseo de domingo y el faro en luz de buenos días. Pelícanos y pardelas con esas construcciones que todavía quedan de viejo puerto hablador.


Una mujer de 60 años toca la puerta una y otra vez. Toc, toc ¡Toc toc! aldaba que se vacila hoy en remate de lunes escondido.




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