LA
PUÑETERA RUTINA
Le
miré a la cara y tenía los ojos tristes, húmedos, casi acuosos.
Inquirí por lo que le ocurría. Él me respondió-" que estaba
muy aburrido y muy solo. Ya ni las comunicaciones que mantenía en
las redes sociales le satisfacían"-.
Hacia tiempo que a mi marido le había encontrado bastante raro. Se había convertido en una persona tosca, introvertida, de modales rudos, taciturna. Ya no conversábamos sobre los problemas o alegrías más cotidianas que afectaban a nuestras hijas o nietos.
Hacia tiempo que a mi marido le había encontrado bastante raro. Se había convertido en una persona tosca, introvertida, de modales rudos, taciturna. Ya no conversábamos sobre los problemas o alegrías más cotidianas que afectaban a nuestras hijas o nietos.
Llevábamos
cuarenta y cinco años casados y, a pesar de que nos queríamos
mucho, el amor mutuo que sentíamos cuando empezamos a compartir
nuestras respectivas vidas ya había desaparecido, pero existía
el cariño, la admiración del uno por el otro, el apoyo, el
ánimo que nos dábamos en nuestros quehaceres personales. Pero
ahora, ahora todo eso ha ido languideciendo, envejeciendo, casi
desmoronándose sin darnos cuenta. ¿Será que todo lo
que construimos juntos se va también muriendo con el devenir de
nuestras vidas? No lo sé. Lo cierto es que el alma de mi esposo
estaba llorando porque no podía reinventarse nada para seguirme
queriendo.
Artista Henri Matisse
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