Amor que así me mueres
en este inmenso páramo
de místico infortunio:
mi alma es el silencio
el pálido reposo
pupila de buscarte,
y en el espacio urgente de quererte
y en el espacio urgente de quererte
el refugio de amar hasta el abismo.
Mi costumbre de sol,
mi tránsito amoroso:
si aún bebieras en río de mis labios,
si acaso como a mi te tiemblan horas
que fueron de ternura
en tardes de cerezas,
di en manos de qué Dios o en qué condena
bajaron al desnudo nuestras horas,
que a veces no sé donde encontrarte
bajaron al desnudo nuestras horas,
que a veces no sé donde encontrarte
ni en qué lugar pedirte
de la sombra enlutada,
e igual que se regala
el búcaro de arcilla
al molde soberano de la rosa,
yo me regalo al arpa de tu sombra
para sentirme aún,
sentada en tus rodillas
SUPERLUNA
y ayer quise soñarte más grande que la noche.
/
Fue cierto que la luna iba más cerca.
Batí en sus cerrojos
y en cada llave abrí
el tallo de unos versos.
/
Te imaginé en su espacio
y te esperé desnuda…
tan sólo hecha de sedas,
pero acaso iba sola o no pude encontrarte
en esa seducción que te conmina
a la orilla de un agua
sin garzas y sin grullas.
/
Mi ensimismado dueño:
dicen que al corazón
se le habla con los ojos:
tal vez por eso mismo me nace uno cuando duermo
y siempre, a pesar
de no desconocer que no es el sueño
el lugar adecuado de las citas.
/
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