FLOR
NEGRA
Una
flor clava su estigma en mi carne,
abre
sus pétalos sobre el corazón y lo desangra,
hasta
volverse púrpura,
como
un vampiro insaciable echa raíces,
hiende,
chupa y sobrevive en mis arterias.
Ahora
le crecieron espinas que se cruzan y conspiran
[ávidas
de túneles,
llegan
a los abismos del amor,
un
remolino perdido que se transmuta a puro puñal.
Es
el momento del recuento:
Jugué
mi corazón y la intemperie me lo devuelve roto,
extranjero
en manos impiadosas que escarbaron sin
[tregua;
voy
a guardar mi derrota donde se ahoga el sueño.
He
triunfado otra vez sobre la tierra prometida,
sobre
el paraíso donde me obligan a entregar la manzana.
Cambié
resplandor por luz,
vértigo
por herida,
y
muerte por locura.
Para
erguirme cerré el fondo del alma,
allí
la flor no llega.
(de
“La dama de noche y otras sombras”)
FUSILAMIENTO
DE ELLA
A
esa
hay que matarla,
la
traidora,
que
se pasa la vida soñando a destajo,
lluvia
que horada la roca gota a gota,
la
traidora,
y
me convierte en limo envejecido entre pantanos
donde
la pasión atrapa los pies de la locura.
Hay
que matarla,
de
frente al paredón,
fusilarla
con descargas de cordura
a
esa,
la
traidora,
que
olvida la memoria y su vértigo de torre,
su
vértigo de torre sola sobre el basamento de mis huesos.
A
esa,
a
esa hay que matarla,
antes
que hurgue de nuevo entre las flores del jardín,
antes
que atente contra mi nuevo paraíso
construido
con piedras y hierros retorcidos
que
dejó el último incendio de sus manos.
Hay
que matarla,
matarla
y colocar su cabeza en una pica,
entre
redobles de corazón, para escarmiento.
Hay
niebla ¿adónde volarán los pájaros?
(de
“La dama de noche y otras sombras”)
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