martes, 17 de octubre de 2017

Marita Rodríguez-Cazaux

ENCIERRO GRIS
El mar era gris cuando la tarde
de luciérnagas grises, se mecía. Y gris
la piedra de la calle ancha,
y gris el árbol de la esquina vieja.


Eran grises los pájaros marchitos de sol.
La voz de los niños en las plazas.
El grafiti quebrado en la pared de cal,
y la música y el piano y la ventana.


Era gris tu nombre, y tu palabra más gris,
aún más gris que los silencios.
Era la copa gris, y el vino
era gris como la copa, y los labios y la lengua.


Hasta los leños ardidos eran grises.
Y la mañana,
que llegaba en vela.




CONVERSA
Esta que soy, hace un instante,
temblor entre tus brazos.
Beso abierto a tu beso y caricia
juramentada.


Hace un instante,
la voz que te nombraba, la cabeza,
los pies, el vientre, el alma,
las entrañas.


Hace un instante. Ahora,
el mundo se ha movido
imperceptiblemente–
y estoy en otro instante de mi cosmos.

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