EL
VIÑADOR
A
Manuel J. Castilla
Donde iba su voz
allí crecía
su parra de
poemas, fermentada en savia de universo.
Viñador visceral
de la existencia amanecía derrochando
su generoso don
y su sombra
gigante lo seguía mansamente potente, caudalosa.
Ninguno como él
para pialarlo al duende cimarrón de la vendimia
poética, ninguno
tan país, tan sangre tierra
tan compadre del
hombre y su destino.
Escalar su
palabra era entregarse al placer de una cima imprescindible
donde cuatro
elementos (coraje, maestría, pasión y resistencia)
se mezclaban a
las cuatro estaciones del lenguaje.
Todo en él era
música secreta
dictada por las
musas ancestrales de la imaginería
que siguen
proclamando que ese Manuel Castilla sigue andando
por los cielos
del mundo
como un cometa
intrépido que gira
sobre el eje
inmortal de la metáfora.
LA VIDA NECESARIA
LA VIDA NECESARIA
A las mujeres valiosas que enriquecen la vida
Hay mujeres que tienen la costumbre de mirar a los ojos,
la sincera costumbre de mirarnos
el alma del revés y para siempre.
Hay mujeres que siempre nos encuentran
en el momento justo, al borde mismo de la desolación o del fracaso
y con una sonrisa, una palabra, un mínimo silencio, nos fecundan.
Hay mujeres de luz, de pura raza, milagreras silvestres que florecen
sobre las bacanales del asfalto
hembras de un solo rostro que se animan
a dar el corazón como si nada.
Y apenas las descubres, algo crece en tu interior,
se llena de sonido, de sentido, de solidaridad invulnerable.
Y si un día se van, se van en lluvia, en lluvia consistente
que guardará nuestra raíz. Su huella ha de quedar aquï: en este hueco
del corazón, como queda la fuerza del espíritu
en la vasija rota por el tiempo.
Hay mujeres que alzan la bandera que otras dejan caer.
Mujeres pueblo que reivindican la esperanza.
Porque nunca sabrán su dinastía, que las bendiga el sol.
Y lo que dieron: la vida necesaria!
Hay mujeres que tienen la costumbre de mirar a los ojos,
la sincera costumbre de mirarnos
el alma del revés y para siempre.
Hay mujeres que siempre nos encuentran
en el momento justo, al borde mismo de la desolación o del fracaso
y con una sonrisa, una palabra, un mínimo silencio, nos fecundan.
Hay mujeres de luz, de pura raza, milagreras silvestres que florecen
sobre las bacanales del asfalto
hembras de un solo rostro que se animan
a dar el corazón como si nada.
Y apenas las descubres, algo crece en tu interior,
se llena de sonido, de sentido, de solidaridad invulnerable.
Y si un día se van, se van en lluvia, en lluvia consistente
que guardará nuestra raíz. Su huella ha de quedar aquï: en este hueco
del corazón, como queda la fuerza del espíritu
en la vasija rota por el tiempo.
Hay mujeres que alzan la bandera que otras dejan caer.
Mujeres pueblo que reivindican la esperanza.
Porque nunca sabrán su dinastía, que las bendiga el sol.
Y lo que dieron: la vida necesaria!
MIL GRACIAS!!!!1
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