miércoles, 26 de agosto de 2015

LAK-BERNA N°9


Hola amigos seguimos creciendo  Gracias por participar,visitar ,difundir y dejar difundir en sus grupos en facebook  ,a los mensajes de apoyo, esto es muy importante ya que logra que mas personas conozcan la publicación y puedan participar o compartirla   Para  enviar o publicar  su material se pueden contactar por email ,por facebook en Lak-berna  Revista https://www.facebook.com/pages/Lak-Berna/649006895208007
Editora Y rec0piladora : Gladys Cepeda  
  Logos realizado por Ana Lucía Montoya Rendón y Mariela Kusner
 Hasta la próxima 
 Muchas de las imagenes son ext de google 
 
Historia de nuestra revista 



 ENTRE LAS NUMEROSAS COSAS QUE NUESTRA PUBLICACIÓN DIGITAL HABIA GENERADO UN ESPACIO MUY BUENO PARA DIFUNDIR A LAS DIVERSAS EXPRESIONES DEL ARTE ,FUE IMPORTANTISIMA LA DIFUSIÓN QUE MUCHISIMOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y GRUPOS ACOMPAÑARON AQUI UNO DE LOS MENSAJES QUE COMPARTIMOS EN EL AÑO 2011
 
""REVISTA LAK-BERNA AGRADECE A DIARIO EL SOL DEL PERU Y A SU DIRECTOR CARLOS GALLARDO , AL PROGRAMA DE RADIO MOVIDITO MOVIDITO DE RADIO VICTORICA DE LA PAMPA y A SU CONDUCTORA MARIA MARTA POR LAS HERMOSAS ENTREVISTAS QUE NOS REALIZARON, ,UN GRAN SALUDO A TODOS LOS AMIGOS , ARTISTAS QUE NOS DAN SU AMISTAD ,SU OBRA, NOS ACOMPAÑAN ,NOS DIFUNDEN EN TODO ESTE TIEMPO Y LOGRAN QUE NUESTRA REVISTA SIGA CRECIENDO  QUE DESDE EL COMIENZO CONFIARON EN NOSOTROS Y NO DEJARON NUNCA DE PARTICIPAR EN NUESTRA REVISTA AMIGOS Y ARTISTAS QUE CONOCEMOS DESDE HACE MUCHOS AÑOS Y NOS CONVOCAN PARA QUE NOSOTROS PODAMOS DIFUNDIRLA YA QUE OTROS ARTISTAS PUEDEN ASI LOGRAR CONOCERLA Y SEPAN QUE PUEDEN CONTAR CON ESTE ESPACIO ,DONDE NO PRIMAN LAS INDIVIDUALIDADES NI LOS EGOISMOS SOLO LA VOLUNTAD Y LA GANA DE CREAR ,AMIGOS ,QUE ADEMAS SON GRANDES TRABAJADORES DE LA CULTURA Y CON TODO EL ESFUERZO LLEVAN ADELANTE MUCHISIMOS EVENTOS Y ACTIVIDADES ,ARTISTAS QUE CONOCEMOS DESDE HACE MUCHO COMO ROBERTO DIVITA ,DIEGO ARANDOJO,JULIO BEPRE,LUIS RAUL CALVO ,SERGIO ALBARRACIN,ANTONIO GONZALEZ,ROLANDO REVAGLIATTI,LOS QUE PARTICIPARON DESDE HACE POCOS MESES PERO QUE SON PERSONAS ,TAMBIEN COMO MARIA CRISTINA PIZARRO,EDUARDO ESPOSITO ,WENCESLAO MALDONADO ,CRISTINA OSIMANI,ROMINA VIDAL.JOHN MARTINEZ,FIO LOBA,QUAZAREZ,PATTY PERA OTROS COMO ANTONIO MEDINA GUEVARA,JORGE LANDONI,CARLOS CARBONE,CARLOS KURAIEM,ROMINA VIDAL,EVA MARABOTTO,CARLOS NAHAS, JORGE LABRA FUENTE,NORA NARDO,MARIELA KUZTNER,MARCELA ONCE,GABRIELA PIÑEYRO,GABRIEL GIMENEZ,,JORGE LANDONI,JUAN CARLOS DIEZ Diario Clarin Zonal  ,HERNAN RIZZONE Diaro Popular ,ISRAEL DE LA ROCA Rdio la Costa ,VALERIA COHEN,VARECHEMAREX MAREX,LILIANA VARELA GRAN TRABAJADORA DE LA CULTURA,POETA DE RADIO ARINFO ,LAURA MARY PERIODISTA DEL DIARIO POPULAR Y ARTISTAS DEL FACEBOOK QUE SE FUERON SUMANDO Y QUE LOGRAN QUE NUESTRA REVISTA VAYA CRECIENDO Y SE LOGRE VERDADERA DIVERSIDAD Y CREATIVIDAD EN LAS PROPUESTAS,AMIGOS QUE DESDE DIVERSOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NOS ABRIERON LA PUERTA PARA NOSOTROS COMUNICAR NUESTROS SUEÑOS DIARIO POPULAR,ECOS DE ROLDAN,RADIO DEL PLATA,RADIO PROVINCIA,MARIA RAQUEL DENIS,DIARIO CLARIN ZONAL,CANAL 26,VIVA LA TARDE HUGO RAMOS ,VUELO DEL DRAGON ,FM QUILMES, GRUPO GENERACION ABIERTA,,RADIO CULTURA,ETC Y A TODOS LOS GRUPOS QUE NOS INVITARON COMO CAFE LITERARIO GRUPO A.L.E.G.R.I.A. ,PCSUR,NOCHES VAMPIRICAS,TALLER MARIO BRAVO,Y CAFE LITERARIO O BAYER,ANTONIO ALIBERTI EL EXTERIOR,TELAM AGENCIA,MUJERES ALADAS,ARTISTAS DE COMAYAGUA(hONDURAS) ,ERATO ERATO(Uruguay ) ETC . A TODOS LOS FACEBOOKS Y BLOGS ,A LOS LECTORES Y A LOS QUE APOYAN EL ARTE Y A LOS ARTISTAS INDEPENDIENTES Y ESPECIALMENTE A LA FAMILIA BAJARLIA CON QUIEN COMPARTIMOS MUCHAS COSAS Y SEGUIREMOS COMPARTIENDO , UN GRAN AÑO PARA TODOS QUE SE SUMEN LOS PROYECTOS QUE LOS SUEÑOS SIEMPRE ESTEN CON NOSOTROS Y QUE PODAMOS SEGUIR ADELANTE ,CON ARTE Y CREATIVIDAD ENTRE TODOS Y PARA TODOS""


Roberto Romeo Di Vita

                                          Giuseppe Maria Crespi.-Libreros.-1725.-Museo Cívico Musical de Bolonia/ 2.-Carl Spitzweg.-1850.


La conjura de los libreros
                                          

                       
                              Antes que desaparecieran Pablo y Silvina en un atentado contra la librería del viejo José;  sucedieron muchas cosas... El viejo librero y sus amigos estaban férreamente en contra de los monopolios que ya se estaban adueñando de todo el negociado editorial, dejando consecuencias nefastas para la vida y la cultura.
                              Por eso fue que el viejo librero de alma, tuvo referencias casi directas de esto...
                              Llegaron con sus vehículos. Llegaron con sus camiones de infantería y sus soldados. Llegaron con sus tanques y sus tanquetas. Derribaron puertas, vidas y sueños. Golpeaban a los que estaban a sus pasos. Irrumpieron en las rotativas del diario cooperativo y les pegaron a sus trabajadores.
                              Gritaban desaforadamente y daban órdenes a todo el mundo.
Los tiras menores y mayores robaron el poco dinero de los cajones de los escritorios, las máquinas de escribir, las máquinas de sumar y el papel higiénico de los baños.
                              Los tiras mayores asesorados por un abogado profesional y de prestigio, requisaron casi todos los libros, se los llevaron en camiones siniestros y en las afueras de las ciudades, todas esas noches provocaron resplandores.
                             Cenizas de Neruda, Prevert, Maiacosvski, Walsh, Angellelli, Bustos, Conti, Gelman, Oesterheld, Peña, Santoro, Urondo, Eluard y otros; se esparcieron por los cielos. Cenizas de Gorki, Varela, Yunque y Tuñón, volaron hacia la luna.
                             Cenizas de los cuentos infantiles de Alfredo Murillo y  Graciela Cabal, llegaron a las estrellas. Se salvó un libro revolucionario soviético llamado “Así se templó el acero”, porque consideró el abogado que era un texto de siderurgia. Pero las novelas “El jorobadito”de Roberto Arlt y otro de “Matemáticas modernas”, fueron a la hoguera por tener tapas de color rojo.
                              De la editorial universitaria con prestigio universal, sólo quedó destrozos  y roturas. El silencio impuesto permitía laceraciones en las carnes y en los corazones...
 ( Continuará)
Derechos Reservados. 

Jamaco

                                    Basado en el libro Los seres imaginarios de Borges

                           

Irene Morack

                                                        Pájaro
                                                   tinta sobre papel
                                                        25x35cm


                                                             
                                                        Ponchos
                                              tinta sobre papel
                                                      25x35cm


                                                          
                                                                
                                                      Figuras en espejo
                                                      Tinta sobre papel
                                                            25x35cm

Cristina Osimani

                                                                             Pintura Claudia Piquet


Vientre Moreno


           María Parda tenía en la mirada un brillo vivaz y cristalino, casi inconcebible en alguien que quizá, jamás conociera la libertad. Sí, ella era esclava. Negra de nalgas duras y piel de ébano.
Desde siempre fue condenada a oprimir sueños y quimeras como tantas otras en la época de la Colonia. Buenos Aires en esos años aprisionaba voces morenas acalladas, candombes dolientes que en noches serenas parecían presagios perdiéndose como una letanía plena de oraciones. No había conocido a su padre, vino en el vientre de otra negra que cruzara el mar en un barco lleno de esclavos desde Cabo Verde. Fermina su madre, resignada, silenciosa y tosca, jamás le habló de él.
 Fue generoso el amo con ellas. Fermina en la cocina, mientras María Parda crecía viendo a esas amitas de vestidos vaporosos y caprichos insoportables. Nunca le dirigieron la palabra, como si esa niña de color no perteneciera al paisaje de la finca. Acercarse a ellas le estaba vedado, ni que tuviera lepra, maldición, refunfuñaba por lo bajo. Fermina se lo había prohibido…y cuando Fémina prohibía algo, pues había que bajar la cabeza.

 Se rumoreaba por esos tiempos patriadas y pactos secretos. Corría el año 1812 y un segundo triunvirato se hacía cargo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sin embargo a María Parda no le preocupaba demasiado esas insipientes escaramuzas de libertad, derechos que de algún modo a ella no la alcanzarían. El amo Martín andaba en disidencias políticas y hasta un negro de la finca lo tenía entre ceja y ceja. Fermina lo comentaba por las noches y con el dedo índice en alto- advertía- no me traiga problemas mijita, que el amo Martín no tiene paciencia ni miramientos.
  Palabras... tantas palabras pensaba la niña. Sólo le importaba el espejito que un día encontró tirado junto a la caballeriza. Lo guardó celosamente, ni su madre supo de él. Se lo hubiera quitado de todos modos- murmurando- bah…bah, esas son tonterías. Ella lo conservó como una reliquia. Sus 16 años se agigantaban desde la imagen que le devolvía su preciada posesión. Supo que era bella. Tan bella, como que el Juan Esteban, el hijo de José el cochero la perseguía sin darle tregua.
  Fue en un atardecer que los amos y las niñas se fueron a la estancia, Fermina tenía un resfriado y se acostó arropándose hasta las orejas. Ella, apenas mujercita y eternamente esclava, no supo bien que pasó en su cabeza. Sintió que los deseos le nacían desde el corazón, pero también de entre las piernas. Y eso sí que no podía esperar.

Cruzó el patio hasta la caballeriza, buscó al Juan Esteban y ya no hubo remedio. El negro se metió en su cuerpo como un candil encendido, un torbellino de pasión y audacia les arrebató la razón.
 El crepúsculo jaspeó las primeras sombras de la noche y fue cómplice; regodeándose con el placer de dos amantes temerarios. En tanto, la quietud de un Buenos Aires bizarro y silencioso envolvió los gemidos del amor por la calle larga.
 Esa línea de casas frente al río de La Plata, parecían como suspendidas en una planicie inclinada que luego ascendía hacia el norte hasta llegar a los corrales, revelando así un paisaje sugerente y dilatado. Ni un auténtico oleo podría remontar la perpetuidad de esos tiempos. Los amores ocultos se robustecen a través de los desafíos constantes.
 Y así fue, que entre el olor a alfalfa fresca y estiércol la pasión de dos esclavos llegó hasta los límites de la osadía. Más allá de todos los asechos un vientre moreno crecerá, quizá eso sean los primeros rasgos de libertad. Buenos Aires, ya está preparada y se avizoran  lentamente esos signos.
 El 8 de marzo de 1813, la Asamblea se declara soberana. El Himno Nacional deja volar al viento los versos, de  un tal Vicente López y Planes con música de Blas Parera. Fermina escucha hablar a sus amos  pero se hace la desentendida, ya que los Álzaga parecen no cuajar en todos estos cambios.

Asuntos sobre el acuño de monedas de plata y oro y otras novedades. Pero lo que más la sorprende, es la declaración de la libertad de vientres…¡vaya a saber que significaría eso!.
 Lo que le dolió mucho, fue que el amo, le diera tantos latigazos al Juan Esteban que le cuarteó la piel al pobrecito hasta hacerlo sangrar. Ella le curó las heridas, si hasta fiebre tuvo el pobre. No conforme con eso lo vendió a la familia Bazán de Tucumán… ¿Sería lejos Tucumán?  Claro, la negra no comprendió el enojo de su amo cuando le advirtió que cuidara más a su hija. Don Martín, había sorprendido a los jóvenes una tarde en la caballeriza haciendo el amor. El silencio de José, el cochero, y las lágrimas en sus ojos lo dijeron todo. Cayó en un desaliento tan grande que parecía una más de las bestias que cuidaba en la caballeriza.
 Ella iría a orar a la Capillita de Santa Lucía, luego se dijo ¡qué cabeza la mía! Ni por la puerta podemos pasar los negros. Mejor buscaría entre sus fetiches el alivio para su corazón.
 - Madre no se enoje conmigo... piense que lo quiero al Juan Esteban y no voy a cambiar-.
-¿Se olvida  Ud. acaso del hombre que preñó su vientre?-
-Sé que no quiere hablar de mi padre-
-Yo sí, le hablaré a mi hijo del suyo-


-Y ahora que la Asamblea declaró la libertad de vientres, este niño será libre aunque yo, aún sea esclava. Fermina no contestó y salió secándose las lágrimas en el delantal.

 Los brazos de María Parda, apretaron el llanto del recién nacido contra su pecho. Sintió la presencia del Juan Esteban el olor de su cuerpo, la pasión de sus besos ¿qué habría sido de él? Los ojitos de su hijo la consolaron, mañana o en unos días podría bautizarlo en la capillita. Quien le iba a prohibir entrar con el niño. Nadie, él era libre como su vientre moreno.
Y así con el impulso de su atrevida juventud y la frente desafiante traspuso las puertas de la capilla de la calle larga. Decidida se plantó ante el cura. -Vengo a bautizar y anotar a mi hijo -dijo- ¡Su nombre es Juan Argentino! La voz se expandió en el recinto sacro como un mandato.
 Arrodilladas, varias matronas oraban. Todas elevaron la mirada ante el reclamo inaudito, luego resignadas volvieron a sus rogativas. Otras, ofuscadas se alejaron del lugar con la hipocresía a cuestas. El agua dudosamente bendita, cayó como una cascada sobre la frente morena del primer niño libre.
 El rostro de ébano de María Parda destellaba girones de libertad. Algún día, los dos, ella y su hijo irían en busca del Juan Esteban.

Al fin, él, oprimiría entre los brazos el fruto de sus amores. Ella sabía que se haría justicia.
Pero Tucumán… ¿quedaría muy lejos?
                                                          


Antonella Seibane

                Pintura Claudia Piquet

Una butaca en el teatro



Mientras esperaba que comenzara la obra “El gran deschave”, vi que adelante mío se sentaron dos jóvenes, Juan y Carlos –así se llamaban-, que en vos baja comenzaron a dialogar, por momentos casi discutiendo. Entonces agudicé mi oído para poder escuchar mejor y entender cual era el conflicto.
Carlos le decía a Juan, “no te echés atrás, están todas las cartas jugadas, puede ser el robo perfecto, yo conozco muy bien el Museo de Bellas Artes, averigüé todo, fue un trabajo de meses, la entrada, los horarios de visitas, las ubicaciones de las alarmas, las cámaras de seguridad, el cambio de guardias y el valor de los cuadros.
Es fácil -continuaba diciendo- entramos por la puerta principal, junto a un grupo de turistas que hacen las visitas guiadas, con doble ropaje, lo tengo todo planeado, no se me escapó ningún detalle, los revisé minuciosamente uno por uno”.
Juan insistía: “No sé Carlos, si vale la pena arriesgarse tanto, sólo por un cuadro”.
La pintura a la que hacían mención era de Rembrandt y se llamaba “Viejo judío”. Mientras ellos conversaban acaloradamente yo recordaba haber visto en el Louvre otras obras de gran valía de este célebre pintor: “El desnudo de Betsabé”, “La ronda de noche” y “El buey desollado”.
Mientras tanto Juan seguía dudando: “tendríamos que planearlo nuevamente, creo que este robo es muy riesgoso”.
Pero Carlos, obstinado con su propósito le contestó: “no me daré por vencido, ese cuadro significa mucho para mí, quizás sea puro sentimentalismo pues el “Viejo Judío” es un retrato que el gran Rembrandt, hizo en 1642 a un antepasado de mi árbol genealógico, recuerdo el orgullo de mis ancestros cuando hacían mención a este hecho”.
Juan le espetó: “no es bueno el sentimentalismo, ni mezclar el romanticismo con tu historia, esto es una verdadera locura, entraña mucho peligro”.
Estaba atenta escuchando cuando de repente, Carlos se da vuelta e inesperadamente me pregunta: “Dígame vieja ¿usted que cree que debemos hacer?”.



Pensando en voz alta

 
Me había propuesto cumplir con las indicaciones del médico: “Antonella, debe caminar, caminar, caminar…”
Salí del departamento y enfilé a la calle, allí en la vereda, al dar algunos pasos, me dí cuenta que había empezado a hablar sola. Mi intención era ir al Parque Centenario, que dista varias cuadras de mi casa. Realmente resultó toda una epopeya llegar a destino. Iba puteando en alta voz a medida que sorteaba obstáculos, veredas rotas, baldosas que sobresalían, pozos sin cerrar, montañas de tierra, y así caminaba, rezongando con furia todo el tiempo.
Los que pasaban a mi lado, decían: esa “octogenaria está de berrinche”, no me importaba nada que a esta altura del partido creyeran cualquier cosa.
Cada cuadra se convirtió en una hazaña, parecía turismo aventura, el ritmo cardíaco comenzaba a acelerarse a medida que iba mandando a todos a la mierda, pero debía-para seguir las indicaciones del médico- caminar, caminar, caminar.
Mientras pensaba que en poco tiempo vencía el impuesto municipal ABL -y encima los políticos tenían como proyecto aumentarlo-, mi bronca se exacerbaba a pasos agigantados.
De joven mi silueta era erguida y elegante, según mis amigas tenía gracia y salero. Ahora, de tanto mirar al suelo, cuando paso por alguna vidriera, al verme de reojo me asusto y me digo a mi misma: “uy, el Jorobado de Notre Dame”.
Finalmente llegué al parque protestando, nuevamente descubrí que lo hacía en voz alta y pensé qué bueno era despotricar a gusto, el stress y las tensiones se aflojan y la consigna de caminar, caminar, caminar, a pesar de los muchos contratiempos sufridos, al final pudo ser cumplida.


Luego crucé enfrente de la plaza y al divisar el bar de mis preferencias me dije: “¿por qué-a pesar de la crisis- no gratificarme con un rico té con leche y tres medialunas de manteca?”.

Mario Capasso

                                   Pintura de Rosana Battiloro

Mandy, o el amor en tijeras

                
Lo que sigue fue escrito para impresionar a Mandy. Una vez terminado, se lo llevé, pero ella ya no estaba. No estaba, por Dios.
 
Todo comenzó una mañana de verano, merecería haber sido seis de enero, es cierto, pero esto es sólo un detalle y yo soy así. Siempre había pasado de largo y ese día, lástima que no me fijé la hora, entré por primera vez a una de esas peluquerías del centro de la ciudad, quizá seducido por la promoción del pago al contado anunciado por el cartel en la entrada, y ciertamente el corte resultó efectivo. Lo que terminó en cuotas muy inexorables, abonadas con puntual satisfacción, fue mi entrega total a Mandy, el gran amor presentido apenas por una parte de mi existencia.
 Yo no sospechaba, ni siquiera durante el transcurso de las noches más turbias, la presencia de estos salones inmensos donde una multitud brinda esmero a otra que se deja esmerar plácida, confiada. Con andar pausado bajé una escalera intimidatoria, cada peldaño me acurrucaba un rubor y a cada paso yo esperaba escuchar de un momento a otro el consabido, eh, miren, miren, ya se puso colorado. Pero no lo escuché y, ya casi a punto de emprender la retirada, una señorita salió a mi encuentro, reteniéndome, apresándome, salvándome la vida. Ella resultó ser bastante bonita, como se descuenta deben mostrarse las niñas que cumplen esta atrapante función, mas en su fisonomía asomaba algo extraño e inquietante, no sé, tal vez su sonrisa instalada por el reglamento interno de la casa, o su belleza que pugnaba por esconder el aburrimiento originado en la repetición de los gestos amables, ejecutados hasta el cansancio, día tras día, cada minuto de todas las horas. No sé, la cuestión es que ella me entregó un papel en el que había anotado mi nombre debutante y ahí nomás, con cuidado de no perder el equilibrio, pasé al recinto donde varios cortadores, chicas y muchachos, ejercían su oficio. Con el tiempo advertí también la presencia de peinadores y manicuras, depiladoras y masajistas, todos ajetreando con gran voluntad ese laberíntico panal subterráneo.
Estaba yo allí sentado a más no poder y durante un buen rato no hice otra cosa que desear estar en otro lado, cualquier lado bien lejos o aunque sea ahí nomás a la vuelta, o en avión o en barco o caminando pero irme de allí. Hasta que en un momento sentí que algo iba a pasar y me gustó sentir eso, alguna vez debía por fuerza sentirlo. Ya más o menos decidido a no despegar, amenicé la espera escondiéndome detrás de una revista, cuando me di cuenta la enderecé y justo en ese momento, al elevar la mirada para ver si alguien me había visto, la vi. A decir verdad no la vi en forma directa, sino reflejada en un gran espejo que en ese momento de mágico ensueño la mostraba solamente a ella, en todo su esplendor, o casi todo. Luego busqué mi imagen en ese mismo cristal y cuando con dificultad la encontré, lo que reconocí brillando en las pupilas dilatadas por la conmoción no era otra cosa que el amor, así nomás de sencillo. Profundamente sencillo. Entonces tomé una decisión, casi sin meditarlo cambié de lugar, me senté dos o tres sillas más lejos de ella, que se sorprendería ante la inesperada maniobra, pensé, y hasta creo haber sonreído de costado.
Una de las chicas se acercó al fin, yo ya había transpirado una cantidad mayor a la suficiente y tardé unos instantes en reaccionar, quizá muchos instantes a juzgar por lo que recuerdo de la cara de la que se había acercado y preguntado si me atendía. Cuando en algún momento desperté de mi ensoñación, rechacé su propuesta con palabras cordiales, dispuesto a trasnochar el turno con la otra, la diosa sin pecado, aunque durara mil años la espera. De inmediato mi mente comenzó a elaborar el plan genial para la conquista inevitable. Había observado a mis dos antecesores en la atención de la predestinada, sus actitudes. Ellos se mostraron simpáticos y locuaces. Ella a todo esto contestó con una sonrisa ampliada por el trato afectuoso. A ver. Analicemos la situación, me dije. Mandy, así resultó llamarse la bellísima, sin dudas actuaba de esa manera por el mero hecho de no desairarlos, en una actitud a todas luces profesional, según mi segura deducción. Conmigo las cosas iban a ser muy diferentes y ella aún no lo sabía.
El camino a recorrer debía ser el opuesto al de los demás, sobre eso no cabía vacilación alguna, pues mi amor se advertía como el único de verdad sincero e incontaminado, enfrentado, eso sí, a los impulsados por la sola atracción de la carne. Ya en esa primera oportunidad, ella se acercó y me dijo: por favor, tome asiento aquí, si quiere hago subir el aire, parece que tiene calor. A punto estuve de mirarla y casi lo hice. Me senté, claro, enseguida y donde la preciosura había indicado y casi sin tropezarme con nada. Luego la ayudé a juntar las cosas que ella en persona se encargó de volver a acomodar en su sitio, y ya con el correr de los minutos me manifesté parco en extremo, apenas desplegué las instrucciones mínimas e imprescindibles para el corte deseado. Eso sí, adopté un aire de persona inteligente y preocupada, con ligeros toques de misterio, como desinteresado del entorno, sobre todo de la presencia perturbadora de Mandy, acariciadora de mis cabellos que parecían evaporarse al influjo de su arte, tan magnético.
El plan maquinado a todo vapor se podría resumir así: actuando yo en forma distinta al resto, plebe buscadora de sexo efímero y sin compromiso, ella no podría dejar de observar la diferencia. No podría. Y entonces yo, fuese a la hora que fuese, minuto más minuto menos, con estilo sobrio y mesurado, despojado de las mezquindades más arraigadas de la masculinidad, la atraparía con mis encantos para llevarla de bruces frente al altar, sin demora alguna.
En medio de esa jornada de sol nació una devoción sin claudicaciones. Del sol me di cuenta al salir después a la calle, con la prestancia de mi pelo recién cortado y con mis patillas parejas y con mi lindo paraguas a cuestas, y ya no dejé de frecuentar ese palacio largo y ensortijado donde Mandy reinaba por su hermosura, rodeada de princesas y cortesanos. Muy rodeada, pero eso qué me importaba. Nada.
Con el volar de los días fui reteniendo en la memoria el rostro de los rivales para odiarlos luego a la distancia saboreando mi evidente supremacía. A veces sentía una pena muy honda por ellos, pero yo debía ser fuerte y odiarlos cada día más y más con todo el poder concentrado en un punto álgido de mi alma enamorada. Había sobre todo cuatro o cinco o tal vez seis que aparentaban posar como los más amenazantes, qué rostros tan de identikit portaban los muy numerosos merodeadores, y además yo sabía que por la astucia maliciosa exhibida sin pudores por aquí y por allá, muy bien podrían llegar a engañar a mi amada inocente y virginal, aunque confiaba sin reservas en el juicio final de Mandy.
Yo los escuchaba y los veía actuar sin que se me moviera un pelo. Mis enemigos se caracterizaban por imponer cortes sofisticados, antojadizos y ridículos, así como también por las generosas propinas depositadas en las manos de mi agraciada, que las recibía fingiendo mohines de ternura. Por mi parte, nada que ver. Amén de la sequedad en el trato, me diferencié de ellos por la sencillez de mis requerimientos, siempre los mismos. Mis monedas, en lugar de recompensa recordaban una limosna, y a veces ni eso. Esto sería determinante para sobresalir entre los adversarios, todos iguales y sin rasgos de distinción, como cortados por la misma tijera.
No todo fue fácil, no hay rosas sin espinas ni espina que no se me clave. A pesar de conocer la verdad de su ferviente admiración hacia mí, no podía dejar de sentir cierta molestia, celos diría tal vez un observador imparcial, mientras ella engañaba a los otros en medio de comentarios y risas y alguna que otra caricia. Pero la certeza abrigaba mi anhelo, a pesar de las nefastas apariencias, ella era toda mía, de arriba a abajo, sin contras ni medianeras.
En la vigésima octava visita al santuario casi lloro de alegría cuando Mandy me reconoció casi de entrada y dijo, aunque dudando un poco, mi nombre. A continuación  preguntó si me cortaría como siempre, uy uy uy, entonces mi corazón estalló en una emoción apenas contenida, mordí los labios empalideciendo. En lo peor de la exaltación de ese instante supremo casi eché a perder el plan para la conquista llevado a la práctica hasta ese momento con magistral paciencia. La novedad me colmó de euforia y si no salté fue porque no salté y al salir estuve tentado, yo que jamás juego a nada, de apostar a la quiniela al número marcado por ella ese día en mi cabeza. De todas formas no hubiera ganado, el dinero y el amor van por senderos distintos, esto es cosa sabida y comprobada.
El tiempo transcurría cada 24 horas, sin reclamos, y los progresos no se vislumbraban palpables, pero mis pulsaciones certificaban a más no poder que en el interior encandilado de Mandy se libraba una lucha sin cuartel entre su corazón flechado por tan digno caballero y el recato impuesto por las circunstancias. Al final del camino, antes del infarto, acabaría por sucumbir ante mi presión, entregándose sin condiciones ni reparos ni vergüenza. Sólo una mente extraviada por extraños senderos podría ser capaz de latir diferente.
Si bien el amor profesado a Mandy se asentaba sobre bases sólidas,  espirituales en su esencia, debo reconocer ante el mundo que además su físico figuraba apetecible. Muy. Yo no podía representar la excepción y así sustraerme a ese llamado sensual y placentero que emanaba de cada poro de su cuerpo, ay su cuerpo para nada recto, su cuerpo que brillaba con luz propia en el salón, ya convertido en mi hogar.
La ciudad empuñaba odios y la anhelada posesión no se concretaba y no se concretaba. Por suerte para mis nervios, yo no tenía casi ningún inconveniente cuando me masturbaba de manera plácida y regular, artesanalmente. Puesto contra la pared, era ir gozando a cuenta de futuros, más fecundos placeres. El único problema consistía en el alza de la envidia generada por mi accionar entre mis compañeros, varones de la oficina, estériles e impotentes de vivir un amor tan extendido. No sé cómo lo advertían, pero acertaban siempre en las observaciones de mis viajes al rincón del deleite solitario. Tal vez algún gesto mínimo traicionaba mi brazo ante sus miradas suspicaces, cuando me paraba. De todas maneras, debo decir algo a favor de ellos: a pesar del comprensible sentimiento de inferioridad, no dudaban en alentarme a viva voz cada vez que me levantaba del escritorio para dirigirme al lugar destinado de común acuerdo para mi uso privado y exclusivo. Eso sí, la hinchada fervorosa trataba, sugiriendo nombres exóticos, de que mi mano se deslizara traicionando por la espalda a Mandy. Eso jamás, por la espalda no, pensaba mientras los dejaba desconcertados, meta gritar y gritar. Nunca lo consiguieron, lo juro, que me corten la mano si miento, y a través de los gritos me mantuve fiel a su imagen venerada. Al regresar a mi puesto solían brotar cálidos y para nada tímidos aplausos entre la concurrencia mientras el jefe inclinaba la cabeza balanceando un no.
Un día a la tardecita, en la peregrinación registrada con el número ciento cinco, sin prevenir las consecuencias, quise anticipar los acontecimientos. Yo soy así. Esa vez sugerí ligeros cambios en la rutina del corte ya repetido hasta el hartazgo. Esto debió sorprenderla sobremanera, excitándola, prendiendo fuego caliente bajo su uniforme, pero supo contenerse y aceptó las nuevas disposiciones con ánimo sumiso y gentil, respetando mi silencio apenas salpicado de comentarios casuales acerca del clima u otra circunstancia del momento. Una vez, ahora lo recuerdo, quise hablar de las características de los signos y le pregunté de qué signo era. No me debe haber escuchado, tan concentrada en su labor. Los dos sentíamos lo mismo, las palabras sobraban entre nosotros, nos comunicábamos en una esfera superior, más etérea y perdurable. Altísima.
Pero como no era cuestión de quedarme de brazos cruzados, puse en práctica una sutil estratagema. Una tarde, me parece que de primavera, como al descuido dejé caer en la alfombra un papel con el número de teléfono de la oficina y el horario en que me podía encontrar. A partir de ese día me sobresaltaba al sonar la campanilla, el aparato resbalaba por mi mano hasta que otra voz requería una carpeta o se inquietaba por una duda o me reprochaba un atraso o impartía alguna orden. A veces, sólo a veces, algunas carcajadas a mis espaldas me hacían suponer un error. Pero la treta dio sus frutos cuando sonó un viernes a las seis de la tarde y yo merodeaba los alrededores de la fotocopiadora. Entonces me precipité desarmando en el aire el juego de hojas, atendí y del otro lado sólo hubo prudencia. Yo desaforé el nombre de mis sueños imaginando su rostro y su timidez. Clic. Junté las hojas pensando en ella, las ordené y revisé que no faltara ninguna. Luego fui haciendo con cada una de ellas un bollo, o directamente trocitos y a la basura y a hacer todo de nuevo, de bronca. A los pocos meses lo mismo. Y después creo que ya no llamó nunca más... o a lo mejor yo justo había ido al baño.
Un ritual a destacar. En cada ocasión, al promediar el idilio tijeras mediante, una muchacha se acercaba despacito despacito con un café y la pregunta se repetía como una fórmula a la que yo respondía cada vez: “dulce, por favor, sí, sí, muchas gracias”, y entonces la muchacha, no siempre la misma, se distraía mirándonos alternadamente con una sonrisa en los labios y se dedicaba a imponer dulzura cucharada tras cucharada hasta que yo la hacía reaccionar diciéndole, “está bien, ya está bien de azúcar, gracias señorita”, y todo esto ocurría mientras Mandy esbozaba el gesto reprobatorio tan característico en aquél que no desea ser sorprendido en su enamoramiento. Luego la del café se alejaba avergonzada y nuestro silencio se explayaba en forma de remanso entre las conversaciones vanas de los de alrededor. Y entonces como desde el fondo de una galería se oían las risitas breves y entrecortadas. Alguna vez, un comentario: “Y Mandy, parece que tenés para largo con el señor”. No había caso, todos en el lugar complotaban para nuestra felicidad.
En una ocasión de triste recuerdo, mientras aguardaba ser seducido por las sabias y mágicas manos, percibí cómo el tono de su voz, tan tenue de común,  iba aumentando al calor de una discusión entablada entre ella y el que, ya lo suponía yo desde años atrás, casi casi desde el principio, resultó mi rival más peligroso. Se le notaban con claridad las intenciones mezquinas dibujadas en el rostro plasmado de lujuria. Joven, alto y rubio, los ojos claros y la piel bronceada sobre el cuerpo bien trabajado. En suma, dueño de una buena pinta el atorrante. Decía que los oí discutir y me levanté hasta cierto punto en el espacio y estuve a un peine de intervenir, pero un vistazo de la diosa suplicante me retuvo en mi sitio, desgarrado por la bronca y el dolor, con una puntada justo acá. Con seguridad, el desafortunado aprendiz de galán había reaccionado de malos modos al notar el cálido mirar de ella dirigiéndose a mí en su casta entrega. Cuando llegó mi turno, Mandy cumplió con la ceremonia acostumbrada, hipando todavía, conmocionada a raíz de la tremenda prueba soportada por culpa de su callado amor, acaecida delante de colegas extrañados ante la penosa e inesperada escena. Seguramente ellos también guardianes del secreto albergado en el corazón de la mujer que, con la tijera en las manos dándole todo el poder, me había hecho suyo para siempre, hasta el fin de los tiempos.
Después de un período bastante prolongado durante el cual  no me animé siquiera a preguntar por ella, tal era mi temor a perderla, Mandy retomó su habitual puesto de mando, bella como solía serlo, pero algo más pálida y delgada. Le ofrecí, a modo de prueba de la grandeza de mi idolatría, mi discreción de siempre y un racimo de cabellos estirados por el abandono seguramente involuntario al que ella lo había sometido en esos demasiados aciagos días sin caricias. Hasta llegué a pensar esa vez en regalarle un ramo de flores. Faltó muy poco... casi nada... un pétalo.
Mandy permanecía las cuarenta y ocho horas en mi cabeza atormentada, así, con fiebre, sin aspirinas que pudieran aliviarla. Durante el día, mientras la oficina daba vueltas a mi alrededor y yo sumaba algo o restaba otra cosa, la imaginaba sorprendiendo por detrás a mis indefensos oponentes, navaja en mano. Justo la yugular. Ellos veían aterrorizados correr la sangre que brotaba a chorros de la única herida, tan única como perfecta, definitiva. Mandy encarnaba así a la Justicia, agotada de soportar tanta bajeza en los hombres, acosadores, malignos, hambrientos de placer malsano, eso, los hombres. Y por las noches... ¡ah! ... por las noches su imagen dormía a mi lado luego del amor al que nos habíamos sometido mutuamente complacidos. Era inevitable, sobre todo en los veranos, que los gemidos algo estentóreos llamaran la atención de mi madre. Ella, por el calor y los suspiros, no lograba conciliar el sueño. Entonces sucedía que mamá entraba con sigilo, despacito a la habitación. Traía un té de tilo bien calentito, para calmarme, decía con voz temblorosa. Daba pena en los veranos, mi madre.
Los meses y los años fueron pasando delante de nosotros como incansables quimeras. Las diferentes estaciones variaron los ardores, pero yo persistía en mi rosado deseo, contra viento y espuma.
Aunque me avergüence, debo confesarlo. Ya no me masturbaba con la frecuencia arrolladora de los primeros tiempos. A pesar de ello creí oportuno encarar la ofensiva final. Durante los preparativos, quince días impensables, la privé de mi asistencia. Imaginé su sorpresa y entusiasmo, su interminable sonrisa al ver mi engrosada figura entrar para alzarla al fin entre mis brazos ya no tan fuertes. Después, aunque no mucho después, muchas lágrimas correrían como un río desbordado por lo más deseable de sus mejillas, todo su ser presa de la pasión, toda su boca lista para recibir los besos del amante. Era hora de recompensarla por tanta silenciosa renuncia. Sí, era hora. Las ocho de la noche y llovía y hacía frío, afuera. Oscurecían de invierno las calles.
 La llovizna me daba de pleno en el rostro surcado de las primeras arrugas, las peores tal vez. Había alquilado un frac negro, en el negocio los muchachos dijeron que era lo apropiado para la ocasión. Rememoré en esos instantes previos al gran acontecimiento cada gesto, cada mirada, alguna que otra palabra, toda la etapa más gloriosa de mi vida transcurrida junto a Mandy, que con peine y tijera, entre champúes y lociones, se desarrollaba en mi cerebro carcomido por la decisión bien firme, determinada, sin la posibilidad de un retroceso.
 Me paré frente al local tantas veces transitado recorriendo el camino al éxtasis, miré la hora, faltaba poco. Encendí un cigarrillo más largo que el tradicional, aprendí a tragar el humo, aspiré hondo el aroma de esa esquina tan mía, musité una promesa llena de sentimiento y comencé a caminar hacia la virgen mientras una brisa agitaba los pocos cabellos que asomaban tímidos en mi ya inocultable calvicie.
Saludé a nadie en el atrio, descendí por enésima vez las escaleras, todo igual pero distinto, pues una música celestial enajenaba mis oídos. Entré al templo con los brazos extendidos, los labios resecos, los pasos temblorosos. La recepcionista, como un ángel, se apartó para admirar la entrada sobre la alfombra. Tal vez advirtió algo en mi porte, pues sus ojos parecían brillar. Llegué al altar, casi todo formaba el conjunto habitual, creí ver algunas flores, en un costado, allí, junto a sus tijeras. Quise ocupar mi lugar... y caí de rodillas.
Y lloré largamente. Largamente. Largamente.
 
 

Mario C.Lamique




Pintura René Magritte
El complejo caso clínico de doble personalidad simple



Hace unos años vino a verme un paciente del que ; para preservar su identidad ;sólo diré que se llamaba Manuel Chanampa Machado, reservándome de dar la dirección y el número de teléfono ,que tuvo que cambiar (por insistentes llamados hechos por la madrugada).
En mi basta experiencia como consultor, este caso resultó ser muy especial, y por esto es que me decidí a publicar el presente historial clínico, como un aporte a la ciencia, que tan necesitada estaba de aportes, míos.

 

PRIMERA ENTREVISTA
 

Manuel al que de aquí en más llamaremos M, se acercó a mi consultorio para recibir tratamiento terapéutico de mi parte; a quién de aquí en más nombraré como Lic, Adelmar Delfino; fue movido a consultarme debido a mi fama que ya había trascendido las fronteras, no solamente de la cuadra donde vivía , sino que ya mi nombre - Lic, Adelmar Delfino- se estaba instalado en los barrios aledaños.
Fue un tarde húmeda como casi las tardes de por aquí, se sentó frente de mí y comenzó a relatarme una serie de infortunios que si bien para cualquier persona más o menos centrada no tendría ni la menor relevancia, yo, como profesional en el área de la salud mental, ni me preocupé en realizar ni la más mínima nota al respecto de lo que decía , y en lugar de dejar registrados sus dichos armaba conformaciones de equipos de la sociedad de fomento donde yo dirigía el representante futbolístico en el torneo Inter. sociedades de fomento de Montevideo,.tratando de poner la mayoría de jugadores de ataque y en lo posible rápidos, ya que a Uruguay se lo tilda de realizar un fútbol lento, sin duda no es fácil encontrar aquellos jugadores desequilibrantes, pero siempre hay que intentarlo, ya que la “garra charrúa” ,como concepto de lucha antes que talento y buen juego, nos resultó perjudicial; cuando ganamos fue por sobrellavar las adversidades, pero con fútbol, así que , armaba en el papel del cuaderno que tenía en mis manos diferentes formaciones con distintos planteos tácticos,”porque la táctica es muy importante, es como tener una buena teoría, sóla no sirve,pero si no sabemos qué hacer será más difícil lograrlo” ,le dije como conclusión de la primera sesión, en ese momento no sabía que tenía frente de mí uno de los casos más curiosos de los que me tocaron atender.

 

SEGUNDA ENTREVISTA
 

Cuando volvió la otra semana, la cosa fue tomando otro color, hubo más avances, la línea de fondo estaba ya casi armada del todo, me faltaba saber si poner doble cinco ó un enganche y dos puntas definidos, M seguía igual, demasiado igual, demasiado parecido a sí mismo, volvió a contarme todo lo anterior , no podría arriesgarme a decir que lo hizo con los mismos detalles, ya que para eso debería haber estado más atento, pero debo decir que me llamó la atención que hasta volvimos a charlar el tema monetario , como la vez anterior, aunque en esta vez consiguió una rebaja.
 
TERCERA ENTREVISTA
 

Debo Decir que la tercera vez que vino M, yo - Lic, Adelmar Delfino- no estuve tan ocupado con el armado del equipo, ya que me dio cierta intriga saber si repetía todo como la sesión anterior; pero comentó un sueño que había tenido: M se encontraba en una cancha de fútbol, para ser más exactos me dijo que fue en el Estadio Centenario, había un clásico Peñarol y Nacional, las hinchadas estaban cantando enfervorizadas y él, M , en medio de la cancha, le viene una pelota mansita a los pies cuando se mira que
remera tenía resultó que estaba en cuero y los jugadores de los dos equipos se le vinieron encima, trató de esquivarlos, pero le fue imposible, recibió golpes, empujones y codazos y cuando logra levantarse el árbitro lo amonesta por no tener la remera puesta, el árbitro era su padre.
Comenzó a decirme que su Padre era referí en realidad y que había sido muy estricto en la educación sin tolerar las manifestaciones muy pasionales, siquiera en el fútbol. Lo paré y le dije que claramente había soñado conmigo, disfrazándome en el sueño como a su padre, y que el sueño hablaba de las dificultades que se encuentran en el camino del análisis, W haciendo gala de su clara resistencia al tratamiento arguyó que a lo sumo si más adelante soñaba conmigo me estaría poniendo a mí en el lugar del padre y de la autoridad, ya que hacía muy poco que me conocía, y que vino a la consulta por problemas anteriores a saber de mi existencia; pero yo sabía que sus dichos eran pura resistencia.,pura resistencia.
 

CUARTA ENTREVISTA
 
Ya comenzaba a preocuparme esta situación, hacía varios días que no podía terminar de armar mi equipo ideal y tenía miedo de quedarme solamente en la faz táctica, que si bien es importante, sin talento se vuelve infructuosa, así que debía seleccionar los mejores jugadores, y además ponerlos en el mejor lugar, el orden táctico no es otra cosa que no poner cosas donde no van, eso pude comenzar diciéndole con referencia a la interpretación del sueño de la semana pasada, pero noté que no registraba el haber venido hacía una semana atrás, me llamó la atención, pero decidí no realizar intervención alguna al respecto ya que me había inclinado por jugar con doble cinco y dos carrileros como para darle más recuperación al medio campo pero con salida rápida “ya que no se trata solamente de rechazar la pelota para que no nos lleguen sino que si alejamos el peligro es para contraatacar, el primer paso es sacarla, el segundo es darle una dirección , si defiendo mi arco, es para buscar el otro , se juega con dos arcos, la diferencia es ver cuál de esos dos arcos es el que nos obsesiona...” luego de decirle esto, di por terminada la entrevista.
 

NOVENA ENTREVISTA
 

Esta vez lo noté bastante más ansioso que en los encuentros anteriores, hasta algo disperso, le hice notar la necesidad de compromiso de ambas partes para que salga un buen espectáculo, pero seguía nervioso y un poco esquivo.
Cuando tocamos el tema del fin de semana y cuál sería su actividad, tuvo una crisis como nunca antes había visto, comenzó a expresar frases incomprensibles, caminar de aquí para allá moviendo desaforadamente los brazos, después de verlo de esta manera por varios minutos, observando como los ojos parecían salírsele del rostro siguió balbuceando palabras inconexas, me di cuenta que en realidad esto ya lo había visto en varios bancos de suplentes.
Debo decir que esta actitud me llenó de sorpresa (¿no confiaba en el trabajo de la semana?) y realicé alguna intervención ya que quedaban unos veinte minutos de sesión, sin contar el tiempo de descuento.
Cuando pensé que se estaba calmando, empezó a saltar y cantar como si estuviera en una cancha de fútbol, “dale campeón...dale campeón...” gritaba colgado de la biblioteca....y en el momento de la canción en la que debía a viva voz declamar el nombre del equipo de sus amores,............se desmayó.

 
UNDÉCIMA ENTREVISTA
 
Estuve indagando en el porqué de estos repentinos desmayos y ataques de ira, él mencionó que lo único que pretendía de su padre era que le demostrara afecto y que no le marque cada error como siempre estuviera en posición fuera de juego, quiero que cobre una para mi lado , dijo antes de ponerse a llorar y en ese momento descubrí mi mayor habilidad como terapeuta, una habilidad que es innata y que sin esfuerzo alguno puedo cultivar, al darme cuenta de mi más apreciable virtud ,ahí nomás, me quedé callado y desarrollé mi silencio profesional
 
DECIMOTERCERA ENTREVISTA
 
El diagnostico que logré alcanzar en este caso me dejó paralizado, nadie se dio cuenta porque de por sí no soy de moverme mucho .Llegué a un descubrimiento que me dejó mal parado, casi como defensor que queda enganchado y habilita a todos los contrarios, W sufría de un caso de doble personalidad, pero lo curioso es que sus dos personalidades eran las misma, se trataba de DOBLE PERSONALIDAD ÚNICA O SIMPLE, se llamaba igual, pensaba igual, la única diferencia que había entre una y otra es que eran de diferentes cuadros de fútbol, una de Peñarol y la otra de Nacional, esto le traía muchos conflictos.
Por varios meses venía todos los lunes después de la fecha, hasta estuvo internado ya que tuvo un repentino cambio de personalidad, cuando se encontraba en la tribuna de Nacional y gritó con todas sus fuerzas un gol de Peñarol.

DECIMOCUARTA ENTREVISTA

Después de estas revelaciones decidí citar por separado cada personalidad, así que venía cada uno dos veces por semana, se sentía muy desesperado porque pensaba que ya no podría disfrutar del fútbol

el fútbol no lo es todo en la vida - Le dije mientras hacía mentalmente un recuento de qué jugadores del equipo pateaban bien los penales si es que llegábamos a una definición por esa vía
además uno cambia algo por otra cosa mejor o que nos parezca más importante – mis lecturas de libros de autoayuda daban resultado por lo visto, son más baratos y más fáciles de leer que los libros de verdad
M, se levantó y se fue con cierto disgusto como jugador al que acaban de cambiar.
 
DECIMO QUINTA ENTREVISTA
 
Es cierto que tanto consultor como consultante se pueden quedarse pensando con lo dicho por la otra parte, en este caso W al entrar dijo haberse quedado meditando en lo que yo le había dicho la otra sesión y eso me dejó pensando mucho, sobre todo tratando de buscar en mi memoria que es lo que le había dicho, sin duda tendría que volver a la costumbre de decirle a todos lo mismo ,cuestión de que no haya este tipo de vacíos en mi memoria.
La manera que encontró de seguir disfrutando del fútbol fue no ser ya de un equipo en particular y sí de la selección nacional, a través de su padre consiguió un puesto como colaborador del cuerpo técnico donde tenía que ir por las canchas del interior a mirar posibles jugadores para los seleccionados juveniles del país
-Cambié mi pasión por dos equipos ,por una pasión que considero más importante, LA SELECCIÓN NACIONAL
-Ahhhhhhhhh –dije al acordarme que es lo que le había dicho
 
CONCLUSIONES INFUNDADAS
La próxima vez que se soñó, fue vistiendo la celeste, enfrentando al arquero brasilero y clavándola abajo bien contra el palo, salió corriendo besando la camiseta, hasta que se dio vuelta descorazonado, el árbitro, su padre, lo había anulado por posición adelantada. No todo se puede ,es una enseñanza, del análisis y del fútbol.

Una de sus personalidades me quedó debiendo, pero no importa porque sin duda M, encontró una salida creativa frente ala posibilidad de no poder disfrutar de un clásico. así que yo estaba satisfecho por todo lo realizado ,no digo que se haya recuperado, y es muy posible que en realidad lográramos un retroceso en su personalidad, pero si no podes ganar, al menos no perder y mantener el cero en tu arco, no es que yo sea defensivo, simplemente “cauteloso, en el juego y tanto en la derrota como en la victoria, porque el éxito en el fútbol, es siempre algo que está más allá, en otro partido” le dije y corté el teléfono, eran casi las dos de la madrugada .

martes, 25 de agosto de 2015

Susana Rodrigues Tuegols

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 DESQUICIADA
 (Novela)


Capítulo 1


El espejo retrovisor del automóvil sirvió para reflejar cómo se desdibujaba el lugar.

Tal vez ella misma temía desdibujarse por eso se alejaba a toda velocidad en paseos mañaneros de pronto regreso.

Mientras, iba recitando en voz alta un monólogo pesado y aburrido para acompañarse:

“El destino me aúlla valor, pero es mi Mansión escarlata la que impide que se

resuelvan los torrentes misteriosos de las voces muertas. Ellas salen de mí, y quedan suspendidas en las paredes. Es entonces cuando necesito desplazarme de este encierro…

Huyo a mi amado parque o a las llanuras de alrededor.

Soy rica… deseable, tengo un nombre importante: Dalila. No me avergüenza confesar que estoy algo desquiciada. ¡Bah…es lo que dicen!

Mi interior puede verse por las celosías de mis pestañas”




Un sauce eléctrico acompasa ráfagas de aire sedoso, y ella, con su llanto interrumpido por sollozos infantiles, exclama: “El amor no llega…no llega. Nos vamos para adentro…Somos de carne, los meses y los minutos pesan”


En un hilo delgado, la sangre asoma de su dedo índice, al haber propinado un golpe de puño contra la rocalla rugosa del jardín. Su soltería le causa momentos agónicos.

La incertidumbre la arrastra a completar un rompecabezas y se eleva, aunque se sienta hecha añicos.

“Es lindo amar, pero prometo que no volverán a hechizarme para disfrutar de mí.¡ Lo juro!

Estoy harta de juntar las sobras de amores truncos” clama mientras el sufrimiento se descuelga como aquellos finales no queridos, que le han marcado su vida.

pintura de Michael Creese