viernes, 30 de noviembre de 2018

  Dulce Nana

PENSAMIENTOS AL AMANECER.

Como una gata de los tejados me deslizo por las calles desérticas de la ciudad donde vivo, sin ruido, rasando las paredes, fundiéndome en las sombras de la aún oscura madrugada, con las marcas de una tarde y noche de sexo, intuyo que visibles en mi pelo alborotado, mis labios que noto resecos e hinchados y en la sensación de plenitud que alumbra esta penumbra que conduce a mi lecho virginal, nunca compartido.  Atrás quedan una cama deshecha, unas sábanas, mojadas de flujo y de semen, y un hombre desconocido del que sólo recuerdo su olor, que impregna mi cuerpo y mis manos, y su enorme miembro, ése que ha introducido en todos mis orificios que con gozo lo han acogido, absorbido, engullido y agotado hasta dejarlo seco e inservible, flácido e inerte como su dueño. Es uno más en la larga lista de machos sin nombre ni cara, sólo  una polla que buscaba lo mismo que yo busco siempre, lo único que necesito, el sexo por el sexo, follar con desconocidos, evitando así el engaño del amor, palabra vacía que tanto nos llena la boca. No creo en el amor, es sólo egoísmo que nos hace querer adueñarnos de las personas. El sexo sin embargo es algo real, físico, tangible y necesario. ¡Y tan fácil de conseguir! Está por todas partes, al alcance de cualquiera... En mi deambular por la búsqueda del placer  mi camino se cruza brevemente con otros caminos de seres anónimos inmersos en una búsqueda similar. Sabemos reconocernos. Como si de una brújula imantada que siempre señala el norte se tratara, nuestra ansia de goce nos indica sin error dónde buscar, a quién elegir.

Mis pasos, ligeros y silenciosos, me acercan a mi destino, mi refugio, jamás mancillado por hombre alguno. Aspiro el olor que aún persiste en mis manos, un último recuerdo de estas últimas horas de placer. Se aviva el rescoldo del fuego que me hace ser como soy. Creía que ya estaba agotada y satisfecha pero aún tengo ganas de más. Por eso, cuando este día que ahora se anuncia dé paso al atardecer, yo, como cada noche, volveré a las andadas. Con este pensamiento abro la puerta, me dirijo al baño, me despojo de la ropa y, excitada de nuevo, lleno la bañera de agua caliente sabiendo que ahora me toca darme placer yo sola, un placer distinto que me permitirá diferir por unas horas esa búsqueda incesante que domina mi vida. 

 

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