PENSAMIENTOS
AL AMANECER.
Como
una gata de los tejados me deslizo por las calles desérticas de la
ciudad donde vivo, sin ruido, rasando las paredes, fundiéndome en
las sombras de la aún oscura madrugada, con las marcas de una tarde
y noche de sexo, intuyo que visibles en mi pelo alborotado, mis
labios que noto resecos e hinchados y en la sensación de plenitud
que alumbra esta penumbra que conduce a mi lecho virginal, nunca
compartido. Atrás quedan una cama deshecha, unas sábanas,
mojadas de flujo y de semen, y un hombre desconocido del que sólo
recuerdo su olor, que impregna mi cuerpo y mis manos, y su enorme
miembro, ése que ha introducido en todos mis orificios que con gozo
lo han acogido, absorbido, engullido y agotado hasta dejarlo seco e
inservible, flácido e inerte como su dueño. Es uno más en la larga
lista de machos sin nombre ni cara, sólo una polla que buscaba
lo mismo que yo busco siempre, lo único que necesito, el sexo por el
sexo, follar con desconocidos, evitando así el engaño del amor,
palabra vacía que tanto nos llena la boca. No creo en el amor, es
sólo egoísmo que nos hace querer adueñarnos de las personas. El
sexo sin embargo es algo real, físico, tangible y necesario. ¡Y tan
fácil de conseguir! Está por todas partes, al alcance de
cualquiera... En mi deambular por la búsqueda del placer mi
camino se cruza brevemente con otros caminos de seres anónimos
inmersos en una búsqueda similar. Sabemos reconocernos. Como si de
una brújula imantada que siempre señala el norte se tratara,
nuestra ansia de goce nos indica sin error dónde buscar, a quién
elegir.
Mis
pasos, ligeros y silenciosos, me acercan a mi destino, mi refugio,
jamás mancillado por hombre alguno. Aspiro el olor que aún persiste
en mis manos, un último recuerdo de estas últimas horas de placer.
Se aviva el rescoldo del fuego que me hace ser como soy. Creía que
ya estaba agotada y satisfecha pero aún tengo ganas de más. Por
eso, cuando este día que ahora se anuncia dé paso al atardecer, yo,
como cada noche, volveré a las andadas. Con este pensamiento abro la
puerta, me dirijo al baño, me despojo de la ropa y, excitada de
nuevo, lleno la bañera de agua caliente sabiendo que ahora me toca
darme placer yo sola, un placer distinto que me permitirá diferir
por unas horas esa búsqueda incesante que domina mi vida.
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