jueves, 29 de noviembre de 2018

Osvaldo Hueso

Esperaba tu carta y tu llegada
 

   sabía que algún día llegarías; no me importaba cuando, solo esperaba, esperaba, pero también disfrutaba el momento en que llegarías; llegarías como siempre, con tu piel, con tus ojos, con tus manos, tus manos sabias, tus manos delicadas de dedos finos, de uñas pintadas, y yo las tomaría  entre las mías, las apretaría apenas, muy apenas, casi como una caricia pero con algo de suave dolor, y tú me dirías como siempre, suéltame, suéltame, sin querer que te suelte, sin querer que te deje, que te deje ni que suelte ninguna otra parte de tu cuerpo.
   Pero es efímero, es solo pensamiento; porque no llegas ni tu ni tu carta y me vuelvo y vuelvo al día siguiente y espero y nada, y me vuelvo, y así días y días, y alimento mi ansiedad con otras imágenes para no desesperarme; imagino tu vestido, rojo, ceñido a tu cuerpo, imagino debajo del vestido ceñido, y te digo, úsala es mínima, para mí; y te ríes, tu risa, tu risa nerviosa sale de tu boca y recorre mi cuerpo y nos miramos, y ahora me vuelvo y mañana regreso, como hoy y como mañana, como siempre y te mandaré una carta que depositaré en el correo y firmaré con mi nombre por si no vuelves nunca; y me recuerdes;  Alicia, tu Alicia.




TUYO

Humedad de mí aliento
sobre tu fruto,
maduro…
fluyendo como luz
entre las sombras
hacia tus ansias…
y ese tacto,
  donde aspiro tu perfume



Dibujo Alfonso Ebola

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