miércoles, 28 de noviembre de 2018

Mirta Venezia

                                      


Partida de ajedrez


Jugada flexible * 

                 Lucía se lava los dientes con fastidio, se cae de sueño. Es muy temprano. El día enciende sus primeras luces. Mientras  se pone el uniforme de la empresa, da un vistazo a las niñas que duermen en el otro cuarto, alisa con ternura las sábanas y  el suave acolchado con voladitos, hecho por ella misma. Las besa suave en la frente. Sin hacer ruido, apoya las viandas en la mesada, con el correspondiente cartelito.
                 Luego acomoda de un salto las mochilas detrás de la puerta, siempre mirando el reloj. En la oficina se ficha y no puede darse el lujo de perder el premio. El sol comienza a filtrarse tenue sobre las paredes blancas, resaltando los peluches. Antes de salir, recorre con la mirada el cuarto de las niñas, sus mejillas rosadas son bendición. Se va con una sonrisa.

Entrar por la retaguardia * *

             Cata tiene alrededor de setenta años, pizcueta y conversadora, cuida de las pequeñas. Las quiere muchísimo. Va a echarles una ojeada todas las mañanas; es despistada y a veces se  olvida de  calentarles el puré  y las pechugas.
           Les cuenta anécdotas de su Italia natal y las vicisitudes que pasaron con su familia durante la guerra. Luego de servirles el almuerzo, les cepilla el pelo y les hace unas trenzas impecables. Ordena todo en un santiamén. Tiene agilidad. La cocina queda brillante. Las  lleva al colegio a mediodía. Ella va erguida con una niña de cada mano. Por momentos pareciera estar en un mundo de ensueños. Los ojos le brillan al recordar a su tierra.
            Anoche medio dormida, escuchó que tocaron a la puerta, había una notita de Lucía  avisándole que no fuera al día siguiente. Era feriado en las compañías de seguro y se quedaría en la casa. Solían manejarse así, con mensajitos,  cuando se daba algún imprevisto.


Jaque mate ***

          Alrededor de las diez de la mañana un hombre entra sigiloso a la casa. Va directo al cuarto de las mellizas a despertarlas, con una sonrisa de oreja a oreja. Ellas lo abrazan al darse cuenta de que es su papa´. Hacía tiempo que no lo veían pero no se sorprenden por su regreso. Tienen muchas ganas de estar a su lado, le preguntan si  ha terminado su trabajo  en Rosario.
         Desayunan en pocos minutos. A pesar de la sonrisa constante, el hombre tiene un rictus  desagradable en la boca. Tal vez está un poco nervioso, sin embargo ellas no lo notan, se sienten realmente dichosas. Cauteloso se dirige a un  mueble del pequeño comedor para buscar  la caja con el juego de ajedrez. Lo guarda satisfecho en su valija. A  pedido del padre, las niñas preparan un bolso liviano con algo de ropa.
        -Hoy no van a ir al cole, les tengo una sorpresa, nos vamos a tomar un micro a la costa-les dice.
-¿Y mami?- preguntan las niñas al unísono.
-Ella viaja después, cuando sale de la oficina- responde con cierto fastidio- rápido rápido, que es tarde y vamos a perder los boletos.
      Lucía  regresa del centro a las apuradas,  con retraso. Estos subtes de porquería, piensa al introducir la llave en la cerradura.
       La casa a oscuras. Silencio. La comida, sin tocar. Las mochilas en el piso detrás de la puerta. Como una flecha, con el corazón en la boca, corre a lo de Cata. No estaba. Aprovechando el día de descanso se había ido  a ver a sus nietos.

*   (Se da en un hábitat  de  dinamismo,  con coordinación y armonía de las piezas.)
**  (Infiltrar piezas en campo adversario.)
*** (Jugada que consiste en amenazar al rey de forma que no pueda defenderse y pone fin a la partida.)






Pintura de Francisco Ramirez de Aguilar B.

1 comentario:

  1. Gladysita que emoción ver este cuento me recuerda sensaciones de abandono y exilios de otro tiempo. Cada vez más exquisita la revista. Un lujazo para los sentidos. Gracias por tanto.

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