ANOCHECER
Las calles
son un desierto cavernario
copulan los seres nocturnos
y sus quejidos navegan sobre los silencios
sólo están iluminadas las vidrieras
ofrecen desamparos a bajo precio
ella se adormece bajo la luz roja
cansada de esperar
un reloj grita las horas inconclusas
un perro huesudo cuenta baldosas incoloras
el aroma a café quemado se interna por los pasillos húmedos
los pasos huyen del cepo que aún acecha
hay olores a muerte agazapada
y adioses arañando las paredes
anochece
un vientre alberga mariposas negras
el hambre se enquista en la saliva agria
los hombres se acuartelan tras sus propias rejas
quizá mañana el sol resucite algunas almas
EL JARDÍN
A mi Madre
Ya cansado
me detengo
ante la súplica de mis pies andariegos
y cierro los ojos para soñar.
El viento agrietado
me trae aromas de limones frescos
sobre la tierra húmeda que no se queja
se mezclan con los jazmines
perpetuados sobre la brisa incansable
que viaja desde el jardín eterno
ella sonríe mientras saca la hojas muertas
que deposita en la bolsa de tela hecha a mano
desde la casa una suave música viaja
por los rincones cuidados
ella baila con lentitud
y su voz delicada entona los versos conocidos
los mismos de siempre
colgado del alambrado viejo
me sangran las manos que limpio en mi pantalón corto
y no me quejo para que no se de cuenta
no deseo que me reprenda
pero no puedo evitar la caída
ella deja de cantar
y corre hacía mi para levantarme
“ya te dije…..”
pero detiene el reto ante la sangre que sale de mis manos y rodillas
con el pequeño pañuelo bordado me limpia amorosamente
“vamos a la casa que te voy a curar”
y me lleva presurosa apretándome contra su pecho
percibo el frenético latido de su corazón y me siento seguro
como en un cuento
los veo perderse por el largo pasillo
entre las sombras amigas
con las voces y los perfumes que siempre vuelven
siempre vuelven
antes de partir observo el jardín que nunca dejará de ser
ella sigue bailando y cantando mientras saca las hojas muertas
ella sigue bailando en algún lugar y espera.
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