martes, 27 de noviembre de 2018

Emilio Medina Muñoz




Viaje a Burgos y Valladolid. En la tarde del día 15.



Después de la comida hecha,

café u hojas de tilo,

se llega al ciprés de Silos

y la puerta no esta abierta

que los monjes se han dormido.

Un estanque a la llegada

con agua muy milagrosa:

echas euros y pides cosas

y  a esperar la milagrada

de que se pierda tu esposa.

Un antiguo lavadero

de mujeres hacendosas

lavaban allí sus cosas

y hablaban al panadero

de hacer sus cosas hermosas.

Al fin, la puerta se abre;

aparece una persona

- otra guía bacalada-,

que no parece una rosa.

Directo al claustro nos lleva;

es la parte mas hermosa

deste convento de frailes

que en Gregoriano pregonan.

A los frailes, no los vemos;

si vemos tienda con obras

para vender al cristiano

al que le guste tal cosa.

Belleza total del arte

en este claustro de asoma,

disfrutando de las luces

y degustando sus sombras.

En las esquinas del claustro,

la Biblia, cuenta sus cosas

y dicen que aquí los frailes,

rezan, mirando las formas.

El celebérrimo árbol

que en un rincón se reposa

después de la cirugía

para asegurar su sombra.

Ciento veinticinco años

se recrean en su historia

y lo han dejado dispuesto

para continuar su gloria.

En el museo del arte

a Juan, el viajero solo,

le ha dado una lipotimia

y rueda al suelo por el coro.

Las carreras, las llamadas;

aparece un lego y lleva,

un vaso de dulce agua

por si diabético fuera.

Al momento, se incorpora:

Gloria lo quiere llevar

a verlo en el hospital

y Juan a lo cual, se niega.

La excursión se deja aquí,

pues el animo ha caído

asustados como amigos

de este señor de Madrid.

Regresamos al hotel;

la tarde se ha vuelto mala

hace un aire despiadado

y se acaba la jornada.

Pendiente esta Covarrubias

para poder visitarla.









¿Yo estoy pecando de abundante,

al rimar sin pereza ni prudencia?

Es algo primigenio de mi ciencia,

pero veo que resulto redundante.



No quisiera pecar de alto parlante

fastidiando imprudente a la paciencia,

de las gentes con falta de asistencia,

que no llegan a un lugar tan elegante.



Callaré esos malos comentarios,

imprudentes, sin sentido, asfixiantes,

prometiendo evitar los vecindarios.



Una cura de silencio en los Muestrarios,

tal vez done placeres importantes,

para todos los que fueron delirantes.



Emilio. 9 Junio 2017.

Casi medianoche.

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