miércoles, 28 de noviembre de 2018

Lucio Albirosa


Corina de las ollas
 
Ni el odio se detuvo en la esquina donde sintió otra vez la vida después del secuestro y la tortura, ni el amor se alejó de la mano de los pibes serpenteando cucharas en el plato de la dignidad diaria.
Corina es docente por vocación y solidaria por naturaleza. Junto a madres, maestras y compañeras del barrio prenden fuego al frío del desinterés, hierven un guiso de ternura y matan el hambre de varios pibes de Moreno a raíz del cierre de los comedores.
A los docentes del CEC 801 les avisaron por bajo la puerta que "seguían ellos". Los hijos de la hiena no quieren ni aceptan obras de beneficencia. Ellos, los verdugos, son obedientes y cobardes desencajados a sueldo por obligación moral. Sus mandamientos son imponer miedo, autoritarismo y más nada. No tienen ni tuvieron jamás una migaja de conciencia.
Le dijeron a Corina que la próxima olla sería en la puerta del cementerio y fue entonces cuando el angel de la bicicleta le avisó a ella, y nos avisó a todos por igual, eso de que no hay libros para educar a las bestias con saña y sin almas. Quizás Leprati sabía de Corina de Bonis y su cuidado de bondad más que con plegarias.
La basura humana se colgó en punta de punzones, lastimó un cuerpo, nos lastimó a todos con un "No a las ollas", mientras que los corazones gritan fuerte un "Si" enorme a las ollas en el rostro mismo del amor: allí donde la patria es el otro y se da siempre un poco más cuando los estómagos son de la infancia toda e infinita.
Corina era, hasta el momento del secuestro, una innumerable invisible entre tantas manos solidarias. Ayer, todos quisieron abrazarla y decirle que no estaría nunca más sola. Hoy puede ser luz, canción, poesía y si se quiere, bandera de amor ante los ojos de toda crueldad.

 
@FabianSepulvedaFotografias

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