jueves, 1 de octubre de 2015

Gabriela Yocco


 MUERTES

decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito"            ”
                                                  Juan Gelman

                       
               "Pero el cadáver ¡ay!, siguió muriendo.”
                                                 César Vallejo


En víspera de domingo se le cansó el sol. De muerte súbita rodaron todas las que era. Cada mujer en su cuerpo único deshojó poco a poco la sangre. Caían sobre la noche pedacitos de escarlata que manchaban la calle.

Hacía tanto ruido esa mujer al morirse. Como estuvieran apedreando al mundo.

Se arrodillaron junto a ella todos los amantes traicionados, los pibes descalzos del hambre, los libros mohosos por la ausencia, las cartas jamás enviadas, cada amanecer sin ojos, todas las manos cansadas. Y lloraron. Y evocaron a Vallejo. Pero la mujer no cesaba de morir.

La tierra retemblaba bajo el azote de semejante agonía. Los árboles gemían el otoño prematuro. Las madres aferraban temerosas sus vientres hinchados. Los de siempre murmuraban que estaba escrito, vivir así, desaforada, habrase visto.

Hubo un último instante en que acudió el silencio. Y callaron todos los gorriones sobre esa muerte prodigiosa.


TARDE 


en alguna parte se amedrenta el verano
con sus bueyes sus perros de fuego sus susurros

entonces busco un sol entre las chapas
allá donde como un barco las casas se entregan al sabor del cementerio

vuelvo del gris con ojos que engarzan el vacío
                     con las rodillas llenas de espuma
no sé mirá cómo se gesta la tarde
                     de qué matraz salen sus miles de colores
tiene tanto de infancia esta penumbra tanto escombro
y afuera danza la lluvia con sus voces

ahora pego papelitos en la sombra
                   ebria mariposa de luz contra los vidrios


es así
a veces los prestidigitadores juegan a la adivinanza en la espalda de dios

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