jueves, 1 de octubre de 2015

Marta Pizzo


Peripecias de la Vida Cotidiana
(a fines del siglo xx)

Mi papá es un aburrido.
Siempre está fuera de casa trabajando, pero dice que no hay trabajo.
Cuando mi mamá lo reta porque casi nunca nos saca a ningún lado, se pone las pilas y nos lleva de shopping. Y eso, justamente, es lo que lo que hacemos este sábado.
Después de comer unas hamburguesas, mientras ellos discuten por asuntos recomplicados, mi hermana y yo les pedimos dos pesos para jugar a las maquinitas. Nos alcanza para un buen rato y a veces hasta nos sobra para un “combinado” de cincuenta centavos.
Cuando volvemos a la mesa nos preguntan si nos divertimos y mi mamá repite que los videos nos van a hacer perder la vista y que nos atrofian el cerebro (eso mismo es lo que le señala mi papá a ella cuando se la pasa mirando reality show).
Después de cinco cigarrillos y por lo menos veinte bostezos de mi viejo, mi mamá comenta que si vamos a casa que ver tanta gente junta le molesta.
Mi hermana se pone insoportable y en el auto nos peleamos; mi mamá nos grita que nos portemos bien, que por eso mi papá nunca nos quiere llevar a pasear... Entonces nos calmamos, y los que empiezan a pelear son ellos.
Por el camino, mi papá pasa un semáforo en rojo y yo se lo hago notar. Él me mira serio por el espejito y me indica que saque los pies de arriba del tapizado.
Mi mamá comenta qué cantidad de gente que se ve durmiendo en la calle, mientras lanza una caja de chicles vacía por la ventanilla. Mi papá responde que es una vergüenza, que en Cuba eso no pasa y que la culpa la tiene la política. Y se ponen a hablar de noticiosos y de que el país así no va más y qué les espera a estos chicos con gente tan poco solidaria.
Trato de dormirme pero no puedo.
En una esquina, un chico de mi edad quiere limpiar el parabrisas. Mi viejo le dice que no, que lo tienen harto y arranca con todo, antes de que el pibe apoye el trapo sobre el vidrio. ¡Estos vagos!
Mi mamá dice que le dan lástima estos “negritos”, entonces le pregunto por qué no me deja decirle gordo al gordo Matías y me contesta que ¡No tiene nada que ver! Que no me meta en las conversaciones de los grandes y que haga el favor de dormirme.
Me doy cuenta de que llegamos cuando siento a mi mamá que vocifera: ¡Vamos! ¡Ay! ¿Se durmieron? ¡Qué desastre que son! ¡Apúrense que es peligroso llegar tan tarde, nos pueden robar!
Caigo medio aturdido y corro adentro bajo el lema de: ¡Pri para ir al baño! Pero mi hermana se pone a chillar y mi papá me pide que la deje porque le duele la cabeza y no la aguanta.
Como sé que tarda un “toco” prendo el Sega. Mi mamá se pone a preparar un mate, mientras despotrica que es tardísimo. Cuando sale mi hermana del baño, mi mamá viene al cuarto, apaga el Sega y nos pregunta si estudiamos para las pruebas del lunes y mi hermana se pone a llorar protestando, porque cuando le pidió si la ayudaba a estudiar nunca tenía tiempo. Entonces mi mamá emprende otra vez con el discurso: ...Que todo el día delante de la pantalla, que no hacemos ningún deporte, que nos vendría bien un poco más de aire puro...
Mi hermana sigue llorisqueando y secándose los mocos le retruca: Si a la plaza no nos dejan ir, si en la puerta es peligroso, si jugamos a la pelota en el fondo se rompen las plantitas, si el club es caro y no hay plata, no sé dónde quieren que tomemos aire...
¡Ché... Esta mocosa me contesta!
Y mi papá empieza: ¡Bastaaaaa! ¡Ya salieron, ahora quiero un poco de paz, por favor... Trabajé todo el día como un burro la puta madre! (Y después se queja de que no hay trabajo.)
¡Y yo también trabajé todo el día ché... o te pensás que me estuve pintando las uñas!
Y empieza una nueva pelotera.
Me quedo en el baño un buen rato para no oírlos, pero es inútil, gritan.
...¡Vos decís que nunca te llevo a ninguna parte y ahora que salimos chillás porque no corté la enredadera y el domingo viene tu amiga la del country! ¡Esto es el colmo!
Si tuviera plata la haría cortar por un jardinero... ¡Dejá de fumar y sacá los pies de arriba de la mesa!
Mi papá prende la tele y se queja que no hay nada, que se va a colgar del cable del vecino.
Salgo del baño y me voy a la cama. Desde mi cuarto los sigo escuchando:
...Vos porque no tenés idea de lo que es la calle...
Por lo menos ves gente... Yo estoy siempre fregando y aguantando a estos güachos... ¿Viste que vino el teléfono?
¡Uh, qué lo parió! ¿Cuánto?
Y, más o menos lo mismo de siempre. Te cobran lo que quieren...
Cómo... ¿No era que te ibas a cuidar?
¡No empecés!
Y así siguen y siguen...
Mi hermana ronca como un dinosaurio. Como no me viene el sueño, agarro y me pongo a escribir:
Domingo 18 de diciembre de 2000 1.00 p.m.
“Hoy tengo ganas de hacer preguntas. No entiendo algunas cosas...
¿Por qué mis viejos nos dicen que no nos peleemos y ellos se la pasan haciéndolo?
¿Por qué se enfurecen si no aceptamos las reglas y a ellos no les gusta cumplirlas?
¿Por qué protestan por las horas perdidas frente a una pantalla y nunca tienen un rato para compartir con nosotros?
¿Por qué llaman “negritos” a los chicos que trabajan en la calle y yo no le puedo decir “gordo” al gordo Matías?
¿Por qué se quejan de los políticos pero esperan el llamado de mi tío Roberto por el puestito que le prometió a mi papá en el comité?
¿Por qué dicen que entre hermanos tenemos que estar unidos y nosotros no vemos a nuestros primos porque ellos andan mal con la familia?
¿Por qué dicen que los jueguitos son violentos y cuando miran la tele ven películas de acción o noticieros?
¿Por qué dicen que hay una “cultura extranjerizante” y dicen que la cumbia es para los “bolitas”?
¿Por qué nos quieren enseñar a decir siempre la verdad y se la pasan mintiendo?
¿Por qué nos quieren enseñar que debemos respetar a los demás y ellos siempre están criticando?
¿Por qué nos quieren enseñar a amar la libertad y siempre nos están imponiendo que seamos como a ellos les gustaría?
¿Por qué...”
¡Uy! Creo que ahí viene alguien, mejor dejo esto y me hago el dormido...
Son mis viejos, aunque hablan bajito los puedo oír:
Qué suerte, están dormiditos... ¡No puedo creer lo grandes que están!
Sí amor, parece mentira. Siento que hasta ayer se pasaban a nuestro cuarto...
Son tan hermosos... y buenos. ¡Pobrecitos, siempre los estamos pateando!
La verdad que tenés razón... ¡Es que se vive tan mal!
Cierto, pero ellos saben que los adoramos y que todo el sacrificio lo estamos haciendo para darles una vida mejor...
Pero igual cuando sean grandes, algo nos van a reprochar.
Mi papá me acaricia la cabeza y mi mamá me da un beso en la frente y me tapa. Después puedo espiar como hacen lo mismo con mi hermana. Apagan la luz y aunque cierran la puerta puedo oírlos:
Se hace lo que se puede ¿No mi amor?
Sí, se hace lo que se puede.
Te quiero.
No tanto como yo...

 puertopalabras.blogspot.com


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