Convivencia
-Es
difícil vivir con una mujer conflictiva, que hace problemas por
todo- dijo Juan.
-Cierto.
O aquella que dice estar enferma. Siempre le duele algo- dijo Pedro.
-Así
era mi mujer.
-¿Hipocondríaca?
-Eso.
Hipocondríaca. Cuando no le dolía la cabeza, le dolían los ovarios
o el vientre o el hígado.
-Es
difícil vivir así.
-Cansa.
Harta.Jode. Uno llega contento y ella saca a relucir sus dolores.
Largo
silencio de Juan y Pedro.
-¿Te
separaste?
-No-dijo
Juan- se murió.
Nerudiana
No, no soy machista. Nada de eso. Al contrario, cuando se pronuncia esta palabra toco madera. En mi casa, mejor dicho, en “nuestra familia”, mantenemos una armónica convivencia. Con Matilde, mi mujer, tenemos las cosas claritas. Cada uno en lo suyo, respetando al otro.
Ella,
por ejemplo, tiene el privilegio de administrar nuestros ingresos. Es
una mujer realizada tanto en el hogar como en sus dos empleos. Con
uno solo no nos alcanzaba para vivir.
Mientras
tanto, yo escribo. Mi pasión es la literatura. Ella es muy
comprensiva, como todas las Matildes según dicen. Siempre me
insiste: escribe, Negro, escribe, no te frustres como poeta, tienes
un gran futuro.
Ella
se dio cuenta el mismo día que la conocí. Le largué al oído unos
versos matadores:
“A
nadie te pareces desde que yo te amo” y enseguida “Te amo y en
vano te oculta el horizonte/ te estoy amando aún entre estas frías
cosas”.
Matilde
es un espíritu sensible. Se emocionó, se enamoró, se dio cuenta de
que habíamos nacido el uno para el otro.
Ahora,
cuando la veo allí en la cocina, con el último bebé en brazos,
renegando con Laurita, picando cebolla, pensando en las cuotas de la
heladera, ¡me entra una ternura!
Entonces
me le acerco muy lentamente y le digo al oído:
“Me
gustas cuando callas porque estás como ausente”. Y ella llora. ¡No
sé si de emoción o por la cebolla, pero juro que llora!
A
veces tengo remordimientos: ¿le diré alguna vez que los versos que
digo son de Pablo Neruda?
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