viernes, 29 de junio de 2018

Federico Baggini



Declaración Jurada

Aquí andan,
Aquí andaban
Las trasañejas alambradas,
La trasbocada figura del río,
La trascendencia de la madera,
El transcurrir de los maizales,
El trasfondo delicado de una lealtad.

Aquí el algodón,
El método de las algas,
El rítmico ensueño de las cigarras,
El espasmo de las nebulosas,
De los alerces,
El sol serpenteante sobre los espejos,
La utopía embravecida, ¡La utopía!
Con sus pujantes escoltas por el viento.

¡Y es que no…!
Nos persuadió lo fétido
El criterio bullicioso de los resumideros,
Los ondulantes gemidos de poca monta,
La vehemente masilla,
La saliva castrada del asfalto,
La literatura de endeble entraña,
Las perfecciones,
El espectro sin remiendos.

Y allí estamos: Exhaustos,
Más flácidos que siempre,
Con la tenue carne infecta,
Por tanto tratante y crujido sin vida,
Como inevitables sortilegios machacados,
Por la ansiedad y la jaqueca.
Como el alarido de las cloacas,
Que viajan en colectivo,
Y se quejan,
Y se aprietan
Sobre el óxido de las axilas y las lagañas;
Como tiesa nariz
Que destierra sobre otros y se disculpa,
Bajo la bovedilla y los timbres
Y la súplica de los espejos.

Y allí estamos:
Rebosantes de infamia y de baba,
Rebosantes de bilis y desacuerdos preacordados,
De sorna bobina,
Araña, Mosquitos desechos;
Con el casco colmado de viruta regurgitada,
Con las arterias hinchadas de escorpiones exudados,
Con las orejas acordonadas de empantanadas orillas,
Y campos de sal, nada más que sal.

Residuo adormecido de abultadas perturbaciones,
Y excitables lenguas,
Que extravía el erotismo en cualquier parte,
Que equivoca el querer con el abrazo,
La rima con la fatiga fermentada,
El breviario con los inventarios en serie.
Devastados autómatas del acaso y el tedio,
Con el musculo comprimido,
Por los muros de yeso y entrañas de plata,
Por las yemas recubiertas de ávido vacío,
Por decrepitas flemas de corbatas tiesas,
Por cuantos urinarios con cortes de servicialidad
Estallan las penumbras,
Esquilan las cataratas,
El edulcorado cálamo,
El flujo untuoso de los adulterados corceles,
Sin cuartillas,
Sin crines,
Ni brotado orbicular de opio,
Que los lleva a la apetencia,
A empeñar la promesa,
A subastar el vientre,
A amputar en trozos sus veneradas raíces,
A engullir las patrañas que divulgan los faroles,
Los filamentos tuertos,
Los empalagosos pescuezos que ostentan el lenguaje,
Y recitan,
Y afirman,
Y proclaman,
Ante grises montaraces de latón que no orinan,
Ante la muchedumbre,
Que desde una distancia prudente
Podrá aparentar amapola virgen,
Aunque de cerca apesta:
A transpiración oprimida,
A llanura velada,
A martirio estéril,
A rabia atorada,
A excremento confinado,
A cuervo muerto.




In/tensiones

Soy la carne del ensayo,
el sabor a nada,
el entierro de los márgenes,
la primavera plastificada,
los frutos y sus tintas,
un viento que sabe a fuego,
la verdad que no se pudre,
la colmena hinchada.

Doy el dolor envasado,
los nervios (tal vez las venas) de una flor,
el aullido clonado,
la piel del agua,
el retraso que no sabe volver,
el olvido y las piernas de ciertas huellas,
la inquietud del exilio,
las alas apenas fabricadas.

Soy fuerza a la fuerza,
la reencarnación de quién ya existe,
la garganta entre tantas miradas,
el ayuno del hambre,
la anestesia y la espera de algún bosque,
las sobras del vacío o del vicio,
las contracciones del sol antes de parir,
y también la ceguera que escuece.

Doy el ego postrado,
un campo sin camillas,
el entredicho que no madruga,
la orilla y la penitencia de alguna sombra,
la sangre y luego los huesos,
el insomnio de la ausencia,
las costuras de la mesura,
los ecos amontonados en la boca.

Cuando la sonrisa
y su muerte
se precipiten,
no habrá lluvia
donde arrastrarme.

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