miércoles, 27 de junio de 2018

Maria Rodriguez

                                                                   

HORFANDAD


                                                                Cuando la vida levanta del suelo el guante que perdimos,
                                                                           ni la mano siquiera conserva cinco dedos
                                                                                      .


Ahora, cómo calzar el guante...
Tan pequeñito guante para esta mano
que ya no es mano.

Agarrotada,
la palma extiende las falanges
y aprisiona -inútilmente-
la mano imaginada,
sube hasta el brazo, el hombro,
espalda, torso, nuca,
el cuello ladeado, el pelo claro,
el beso humedecido de la dicha.
El abrazo al sol del mediodía.

Muerte le dieron los años del espanto
a la caricia que apretaba
el infinito de sueños
en un guante.

Perdido un guante,
de qué me sirve tener estas dos manos.




ERRANTE


Voy persiguiendo una palabra
para que sea exactamente, ella.
Ella, al fin, después de tantas otras.
Para abrirle la puerta de mis versos
-vuelo de pájaros inquietos-
y darle espacio al verbo
que conjuga el pensamiento.

Y que le guste a mi palabra, ella;
libre de circunstanciales
y adjetivos,
sin confundir acentos
ni extraviarse en métrica servil.

Para que sea, simplemente, ella.
Y deje de ser yo
-vuelo de pájaros inquietos-
y se vuelva
conciencia de justa barricada,
derroche de noctámbulos amores
y ala de grito en voces sublevadas.

       
  Pintura Remedios Varo

1 comentario:

  1. Muchas gracias querida Gladys Cepeda, por el generoso gesto de compartir estos poemas. Abrazo y admiración.

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