lunes, 17 de julio de 2017

Lilian Costamagna

Artista   Michael Creese

Mariposeando

De larva, a oruga, a ninfa, a crisálida, a mariposa multicolor, he fisgoneado en un alfalfar y en los campos de margaritas. ¡He visto tanta belleza en mi largo andar!

He mutado en mariposa nocturna para pasar inadvertida en los rincones y en el submundo de las escaleras. He vagado en torno a sitios ignotos. He leído sonetos; he escrito odas y elegías y he viajado en canciones. Me he camuflado para huir de las fumigaciones y las toxicidades, en un enjambre de mariposas, ¿mariposario? (no me gusta ese sustantivo colectivo porque me suena a laboratorio aséptico y frío) que, en un corte y una quebrada, en giro y contragiro, hemos bailado un “allegro molto e vivace”o un vals de las mareadas… y aún perduramos.

Aquí estoy, estamos todas, mariposeando, pizpiretas de caprichos y aficiones. En una elegía “mariposearé tu alma soñadora” y seguiremos volando/soñando para no terminar pinchadas con el alfiler asesino del entomólogo. 


 
Debajo del felpudo

-Yo no viví debajo de un felpudo. –me dijeron.

-Yo tampoco, porque ahí se esconde la basura y no soy una basura, es que barremos debajo de la alfombra, antes de que llegue la suegra, que con su naricita parada, a controlar con un dedo, si hay polvo sobre los muebles.

Un poeta decía: “Yo no te digo que soy un hombre puro, no. Todo lo contrario. ¿Acaso tú has probado el agua químicamente pura, el agua de laboratorio?”

Confieso que he transitado por veredas de seda y terciopelo. Que he caminado derechito a fuera de hostias y cachetazos. Que después me desvié por las esquinas sórdidas del peligro y compartí con facinerosos y miserables. Que osé trepar los muros prohibidos para ver qué cosa hay del otro lado. Que sufrí el temor a los relámpagos y las tormentas eléctricas. Que también descansé bajo la sombra de un ombú frondoso, y seguí sobreviviendo. Que navegué mares tempestuosos y que me entregué a la quietud de un lago, en una cuna de amor. Que paseé en un borrico blanco, “peludo y suave, como si fuera de algodón”; que me subí a la grupa de una burra oscura, empacada y pateadora; que un príncipe me llevó en su corcel blanco.

Y aquí estoy, parada sobre mis reales plantas, como un dinosaurio joven, sacudiendo mi cola portentosa para espantar a las moscas intolerables.

Pero, ¿quién me quita lo bailado? Subiré los peldaños de las fantasías. Soñaré con los pies, me maravillaré con el pecho y hasta las lágrimas por lo bello de la vida, y bailaré, ¡Quién sabe qué ritmos y qué sones hay por sorprender aún! Debajo de un felpudo eso no sería posible.

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