martes, 28 de agosto de 2018

Emilio Medina Muñoz







El Patio de mi Casa. El Rayo.

Un gran resplandor, una gran explosión y el sonido de rajarse el almendro, todo ocurrió en el mismo instante.
Todo esto sorprendió al general, cuando con su tirachinas apuntaba en dirección de un estornino.
Completamente empapado de agua, solo viendo luces amarillas, los cabellos, las cejas y parte de su piel chamuscadas, despertó el general.
Se oían voces que lo llamaban…¡ Emilioooooo ¡…¿qué te ha pasado ?...¡ ay, Dios mío…nos vas a matar a disgustos!...estas hecho una pena…¡anda vamos a la casa a ver que hacemos!.

En la moto del hermano de Manoli, José, fue llevado a la Casa de Socorro. Bien embardunado de cremas y colirios, fue llevado a su casa, ante el susto de sus padres y demás familia.

Pasada una semana, su visión era ya mas clara, solo alguna musaraña amarilla quedaba en sus ojos, al mirar fijamente.
Volvió el general a la huerta, después de muchas recomendaciones y amenazas de sus padres. El estado natural del niño, era el de continua batalla. ¿Seria hiperactivo?. Un poco cabroncete, si que era.

Llegado el mes de junio, comenzó la época de la siega del cereal.
Una cuadrilla de seis personas, pertrechados de sus hoces, las cordetas atadas a su cintura y los dediles dispuestos, comenzaron a segar las mieses. Con las cordetas, la ataban en haces mientras el hortelano con la horca de madera, subía  al carro. Allí estaba el general que lo iba colocando como ya le había indicado Pedro.

Cuando el carro estaba rebosando de cereal, se llevaba a la era, se recuperaban las cordetas y se extendían los manojos para preparar la parva, que después seria trillada.

El trillo primitivo, que era el que tenia Pedro, era una gran tabla gruesa
con el extremo anterior vuelto hacia arriba para no arrastrar la mies.
En la parte superior, se disponía de un serijo o asiento para el conductor.
Tenia dos ganchos para uncir a la mula o borrico que arrastrara aquello. El la parte trasera, dos grandes hierros, removían la paja cortada.
Lo mas interesante, por su complicadísima mecánica, aparecía  al darle la vuelta al trillo. Toda la parte inferior de la tabla, estaba llena de lascas de pedernal que ya las quisieran en el Piedrolitico.
De esta manera al arrastrar el trillo sobre la mies y estar el empedrado de la era debajo, la paja se cortaba y el grano se separaba de la misma.
¡ Cuando quieras, vuelves!.

El trabajo de trilla, era muy pesado por aburrido. No era extraño que el trillador se quedase dormido y el trillo parado.

Un día de trilla, hacia un Sol de justicia, dirigía la operación Chatete, el primo Fernando. Estaba medio dormido con el ramal de la mula en sus manos, un sombrero de paja, y decía algo entre sueños, así como arre, mula.
Un chinatazo en las partes blandas del animal, animo la faena.
La mula, levanto las orejas, lanzo su quejido…¡¡¡iiiijaaaaaa, iiiijaaaaaa!!!, Chatete…¡¡ so mula…so mula !!...la mula, no so. ¡¡Apretó a correr por el paseo empedrado y dejo el trillo con menos piezas, que la boca de un octogenario!.

¿Fernando…?
¡ Ha sido Emilio, señor Pedro?

¿Emilio ?...no me lo creo. ¡ La madre que lo…!

Yo.

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