martes, 28 de agosto de 2018

Luz Rios Iribarne




En una confusión huracanada de incertidumbre,
he volado lejos de mi sombra.
Me veía así no en un círculo,
sino en un laberinto.

Un laberinto de suelos declinados,
con paredes espiraladas, arenas mutables.

En un mismo sitio
se desenterraban viejas urnas,
mezcladas con retoños
por abrir en la mañana.

El mismo Tiresias predecía los ayeres,
parado sobre la nostalgia de los días por venir.

Me reencontré con mi sombra
en uno de esos recodos.
Danzaba con la sombra de algo que jamás escribí.

Y tras años de reencontrarme,
cuando duerme mi voz,
vuelve a extraviarse,
huyendo tras el recuerdo,
de un sueño que jamás vislumbré.

Renegaciones

La ropa es una mentira,
todos somos desnudos.
Las manos nos cubren torpemente,
como si no advirtiéramos
que estamos igual de desnudos,
frente a la noche del lenguaje.

La noche es seductora,
porque es sinuosa y confusa,
como la vida misma.
En la noche, y en la vida,
la poesía germina del asfalto,
se desgarra de parir versos desde el horror,
para que creamos en los eclipses de la noche;
para generar la ilusión de que más allá de las sombras,
oculta, yace también la belleza...

La poesía es un engaño de doble filo.
Hace creer al lector,
que a pesar del horror, hay maravilla.
Hace creer al poeta,
que a pesar de lo profundo de su inspiración,
puede ocultarse detrás de la metáfora.

La poesía es un engaño,
pero hay engaños que abrazamos como redención...

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