jueves, 20 de diciembre de 2018

Liliana Varela


Karma 

                       Con alivio, con humillación, con terror,
                    comprendió que él también era una apariencia,
             
                                 que otro estaba soñándolo.

                                        “Las Ruinas Circulares”
                                              Jorge Luís Borges

Deseaba morir. Al fin y al cabo era la única salida. Sería la mejor manera de terminar con su torturada mente, con sus remordimientos, con su lascivo y sangriento deseo. No podía evitarlo. Desde el primer homicidio –involuntario entonces- el sabor de la sangre y la adrenalina llamándolo se habían convertido en su única obsesión. Necesitaba matar, era imperativo sentir como la vida se extinguía bajo las palmas de sus manos, oír los ahogados gemidos de la víctima que se debatía por lograr una bocanada de aire, captar el calor del pequeño cuerpo de un infante bajo su pecho opresor.No lo había elegido, era más fuerte que él. Por eso había decidido entregarse a la policía, por eso había enviado las cartas señalándolo como el asesino de esas diecisiete criaturas y descubriendo los restos de las víctimas. No tenía coraje para terminar él mismo con su existencia, necesitaba que otro lo hiciera por él, que otro jalara el gatillo, que otro acabara con su miserable vida. Inyección letal: perfecta solución frente a él. No le interesó el ruido de los proyectiles silbando en el aire, la sangre de los guardias goteándolo todo, el estallido de la dinamita volando paredes, el aullar de sirenas y alarmas, la inyección destinada a sus venas volar junto a él. -¡Estás libre! volviste a nacer ¿no?- le gritó un preso mientras le entregaba al carcelero herido destinado a inyectarle la dosis fatal- acá tenés a tu verdugo, hacéle lo que quieras pero rápido, no hay tiempo. Miró a su verdugo herido de muerte, a la máquina que inyectaría la dosis destruida, la imposibilidad de morir, de acabar con su tortura. En una rápida reacción cargada de furia lo destrozó a golpes. Sintió la voz de un preso junto a él...-¡VAMOS! tenemos el bus con los niños del kinder de rehenes... Suspiró resignado. Su karma jamás acabaría....

Ext de  Cuentos para no dormir
 Ediciones Muestrario
 

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