domingo, 16 de noviembre de 2014

CRISTINA OSIMANI

   Los andenes dolientes
                                         
La nostalgia de aquellos andenes, seguirán indagando, sobre el abandono y el silencio al que fueron sometidos. Espero que mi voz y este planteo, no se pierda en el desierto de la desesperanza. Esa emotividad que nos envolvía cuando arribábamos a ellos, los andenes, sumados a los bagajes de numerosos viajeros, movilizaban sensaciones gratas ya que el tren nos llevaría a diversos pueblos de nuestro inmenso territorio. Así, en ese derrotero sobre los rieles, el mar, las sierras, las nieves australes y el paso ineludible por nuestra pampa dilatada nos convertían en trashumantes sorprendidos por los paisajes. 
 Distintas etapas de nuestra vida nos encontraron en aquellas estaciones, diferentes miradas y sensaciones, risas y tristezas que quizá viajaban agazapadas en nuestros equipajes. En fin cada cual tendrá la libertad de definir los propios.
 A veces nuestras miradas jugaban con los bifurques caprichosos de las vías y esa arboleda que veíamos de frente y a lo lejos, se mimetizaba por momentos detrás de algún recodo inesperado; luego pertinaz y empecinada volvía para mostrarse de cerca, ya… desde una hegemonía de fresco e impactante verdor. Y así continuamente, como si todo fuese un juego constante.
¿Qué fue lo que nos pasó? porqué nos dejamos enredar por pregoneros de  falacias que nunca tuvieron ningún argumento legítimo y que el tren y los andenes para ellos, sólo eran fantasmas mentales. Hoy recuperar el sonido del ferrocarril sobre  rieles abandonados…puede llegar a parecer una metáfora o quizá una de las empresas más quijotescas, no sólo por lo que significa poner de pie todo un sistema, que adrede, fuera desmantelado por la inoperancia de los genios de la economía. Me pregunto si tendremos la capacidad para revertir semejante situación o no nos alcanzará la vida para verlo y disfrutarlo.
Hay otros conceptos mucho más significativos y caros a los sentimientos de los que amamos el tren y que no puedo pasar por alto. Algo así como ¡Que bueno fue despertar con el eco lejano del paso de aquellos vagones, y el viento haciéndose partícipe de una complicidad que nos acercaría, como en un vuelo, a ese martilleo particular sobre las vías. Era un aporte rutinero e implícito que quedaría grabado en el alma de muchos de nosotros para siempre.
Pero los expertos de la inexperiencia y lo irrazonable, son seres que merecerían ser analizados, ya que no se sienten culpables ni hacedores de semejante necedad, no sabían acaso que los trenes en el mundo entero, no producen precisamente ganancias, lo que ofrecen, es un servicio indispensable que acorta distancias, evita accidentes en las rutas, hacen que los pueblos y ciudades que están a las márgenes de las vías, crezcan y se desarrollen. En fin, esto ha sido una más de las frustraciones que hemos padecido y sólo ha demostrado la falta de capacidad y conocimientos que tienen algunos pedantes, que creen que todo lo saben.   
Como decía al comienzo se instalan en el alma sentimientos incomparables a través del tren. Siento pena y algunas veces mis ojos se humedecen, extraño su travesía por algunos parajes que he conocido y que hoy tan solo se han convertido en matorrales de pastos e hierbas abrazadas a oxidados rieles; que asisten dolientes a los espectros de hierro y madera que deambularon algún día por última vez.
Sólo pido como en un rezo, que no nos acopiemos a proyectos que han aportado nada más que destrucción y barbarie, adjetivo usado deliberadamente en siglos pasados y que hoy parece que hemos rescatado del pretérito con nuestra desastrosa manera de repensar el futuro.
ojalá que se me conceda ver vías surcando nuestras tierras de Norte a Sur y Este a Oeste y no las tristes imágenes de esos andenes desolados que hoy abrazo con cierta nostalgia…



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