miércoles, 23 de mayo de 2018

MIiguel Ángel Cáceres García

                                                                       

A   P   E   S   A  R    D   E   L    T  I   E  M  P  O

 Dos personas muy envejecidas por el paso de unos años vividos con intesidad y sosiego caminan por una calle céntrica de una capital de provincias recia, arcana, elegante y señorial. Ellos se llaman Nuria y Javier. Son dos sesentones ya jubilados de sus pasadas ocupaciones, pero no de esas miradas tan dulces que se dirigen mientras el cielo que les cobija empieza a llenarse de pesadas y oscuras nubes.
 Ellos tratan de encontrar ese hotel en el que vivieron una de sus apasionadas y enternecedoras historias de amor maduro, sano, hermoso.
 Al llegar al Mercado Central cercano a la preciosa Plaza Mayor Nuria le dice con una suave y delicada voz”-vayamos por esa calle y después torzamos a la izquierda”-.Javier asiente. Cuando llegan cerca de la fachada observan que el tiempo también había pasado por él; ya no tenia esa limpieza, esa sencillez, esa belleza que habían otrora contemplado extasiados hacia ya veintitantos años. S e aproximan a la puerta de entrada y subieron cogidos de la mano-por unos roídos y antiguos escalones de  piedra granítica que estaban tapados por una desvencijada alfombra decolor marrón que ataño era preciosa. En la pequeña recepción encontraron a un rechoncho, atildado y malhumorado recepcionista que realizaba con hastío un trabajo demasiado monótono y aburrido por los muchísimos
clientes que todas las épocas del año tiene ese hotel.
 Con palabras monocordes y desabridas a esta pareja de adolescentes-enamorados. Esto les molesta porque cuando ellos estuvieron por primera vez allí les pareció muy simpático y muy atento; ahora era distinto. Montaron en el pequeño ascensor que curiosamente estaba en el mismo sitio que antaño. Al llegar a la segunda planta se dirigieron a ese refugio que les sirvió para demostrarse todo el amor que se sentían.
 Con una exorbitada llave pudieron abrir con cierta dificultad la desvencijada puerta que si había resistido el paso del tiempo. Al entrar en la habitación contemplaron asombrados y alegres que su decoración, su mobiliario, su luminosidad había permanecido intacta
Desde que ellos con honda tristeza la abandonaron. Dejaron sus bolsos de Viaje en el amplio armario de madera aglomerada y Nuria se dirigió a correr las abigarradas cortinas. Javier se acercó a ella y abrazó con dulzura su talle y besó su rugoso y bello cuello. Ella se volvió sonriendo y los dos se besaron tan apasionadamente que al final terminaron desnudándose despaciosamente y acostándose, juntando sus respectivas pieles como si no quisieran despegarse el uno del otro, porque eso eran, uno, solamente uno. Afuera, mientras tanto, empezaba a llover suavemente, como si quisieran acompañar las finas gotas que chocaban contra los transparentes cristales de las ventanas, esos besos, esas caricias, esas palabras llenas de ternura que ambos se entrecruzaban. Nada había impedido que ese amor nacido poquito a poquito traspasara los umbrales de su alma, de  su ser. Ese cariño,ese querer era real, auténtico, sincero, perdurable a pesar de donde se encontraran y a pesar del tiempo.
 Pintura de Mihai Criste

1 comentario: