miércoles, 6 de abril de 2016

Gustavo Tisocco

                                                 pintor   Juan Nicieza Lavilla
                                                  
Bautizado de sal
ahora recorro espacios
donde nadie dejó antes su aroma,
donde no hay días ni noches,
sólo el resplandor de una superficie
de la que quiese escapar.


Y ya no visto más que con algas y corales
-no necesito más disfraces-
me embriaga la intemperie azul de las profundidades.


Bautizado de sal
-a quien otros llaman el ahogado-
soy dueño absoluto de mi destino
de mis silencios.

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Extender el cogote
precisamente de atrás y arriba de la cabeza
como para que el cuchillo penetre bien
y la sangre no salpicara
el cuerpo de mi abuela.


Esa sangre regando la tierra
como pidiendo perdón
como amapolas muertas.


De atrás
como para no ver el miedo
en los ojos de la presa
no ver la tristeza.


Después saborear el estofado
como ritual
como venganza.


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No le da de comer a los pájaros.


Sólo al borde de la jaula
les lee versos.


Al final
serán poemas
los prisioneros.

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