martes, 19 de julio de 2016

Ernesto Oshinaga


                                                  
.                                                  Foto de  Thomas-Barbey

Reencuentro. Se me desbocó el corazón y el alma al verte. Tus pelos siempre desbaratados, girando tu cabeza para un lado, para otro como si cada calle fuera de doble mano ¿Qué más? la intrépida saltarina de charcos de resplandeciente galantería propia de cualquier miembro de un elenco estable de danza clásica. Gracias por regalarme tanta belleza. Sé que no eras consciente, que solo pasabas por ahí, siempre fue así, vos en tus cosas, yo en las mías y de pronto algo me queda ahí, algo se inmortaliza o se comienza a mover en mi interior y la única señal es la sensación de alegría que se extienden por mis comisuras. No se me ocurre otro destino para tu cuerpo que el de convertirse en lienzo para mis palabras en estos momentos. Aunque las que ya escribí hoy hacen que te extrañe tanto y que duela. ¿Qué me está pasando contigo? Estoy fuera de mí hasta poder conectarme conmigo dedicándote algunas letras de amor en nuestro jardin de las delicias con forma de encuentro casual con besos latentes inflamados de lujuria, ternura y poesía.




Me gusta que todo se mueva
Muevo un poco más los muebles. Los doy vuelta, me gusta ver la casa así, me gusta todo se mueva, aun cerrando los ojos quiero sentir esa sensación que todo gira y nosotros giramos y giramos en los mismos espacios hasta encontrarnos.
Tu desorden y el mío complementándose.
Encontrarnos es el momento más feliz de mi día o mis días. Lo estático se parece tanto a una muerte, a la perdida de posibilidades como la de elegir rumbo, estado de ánimo o sorpresa.
En el asunto este de las traslación de los cuerpos entorno al deseo me gusta eclipsarnos en un beso, aunque luego nos distanciemos porque todo es movimiento constante y en el devenir todo vuelve a cambiar y se vuelve a las obligaciones que parecieran inalterables pero van mutando con los mismos giros de la vida que nos lleva a innumerable cantidad de veces querer contactarnos. A que el circuito cósmico nos vuelva a chocar en un beso, una despedida, un saludo o el simple regocijo de que el otro está. Para regocijarnos del "Estar" de alguien es porque ese "Estar" es previo dentro de uno, como una sonrisa latente que se libera al encontrarse.
Me gusta ver la casa así, aun cerrando los ojos quiero sentir la sensación que todo gira y nosotros giramos y giramos en los mismos espacios hasta encontrarnos, a pesar del tiempo, de que los muebles o la casa o nosotros mismos hayamos cambiado.
Muevo un poco más los muebles. Los doy vuelta y giro con ellos en el espacio, libero sitios tapados, aparentemente ocultos y duermo con mi universo interior invertido y el exterior transformado. Hermosa sensación de cambio, de engranaje coordinado con el planeta, el cielo, el cosmos y la posibilidad de estar de nuevo vos, yo; como dos pedazos de tierra muy distantes que se amalgaman en la corriente de un río que nos arrastra hasta un océano de vivencias comunes.
El viaje

14:59 Hs, a un minuto, creo ya pasó, entre letra y letra transcurre el tiempo.
He realizado un viaje repentino, desde el momento en que te conocí sabía que tenía el boleto comprado. La vida es así, nos aprisiona de momentos que al enfrentarlos penetran muy dentro de nosotros como una espina que al querer sacarla en la desesperación la hundimos más. Luego, cuando llega el momento de descansar, tiemblan, tiemblan y se adueñan de nuestros pensamientos. Uno se retira, se aisla, se envuelve con el cuerpo mismo, adorna los paredes con sensaciones, abriga los ojos con otros ojos, pero nadie evita que los temblores sigan, que sucumban las paredes interiores de nuestro ser, se formen cráteres y emerjan las frustraciones, los miedos, la decepción, los deseos.
Ayer veía expresiones, escuchaba charlas y notaba el tono, los matices y me perdía, me perdía en los momentos cuando te recostabas a mí costado o sobre mí. Terromotos de besos en magnitud Richter incalculable, y los temblores cuando dejan de ser alegría son temblores de dolor. "Mons egneus" ¡Erupción! se me eriza la piel, en el beso, en el pálpito del mismo, como en el enojo asomando y la piel tensa con el alma aprisionada como un minero en las entrañas de un derrumbe.
Cuando me vaya no voy a mirar a ningún lado, simplemente cerraré los ojos para estar con vos y tus/mis temblores, para estar con vos aunque estés enfrentada a las distancias, a los recuerdos, o más cerca de ellos pero sin impurezas ni barreras.
Del otro lado del ruido, de las ruedas de las horas que giran y giran, nosotros, tan perdidos de tanto encontrarnos, tan distantes de tan cercanos, tan iguales de tantas diferencias que se complementan.
Entre letra y letra transcurren mis emociones y el viaje es una reflexión que cubre las grietas que nos acorralan.

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