domingo, 17 de julio de 2016

Roberto Romeo Di Vita



Un hombre de la Independencia *
( La Emboscada) 9 de julio de 1816


Fue uno de los que más hizo para que el General San Martín, enviara esa carta que decidió a Declarar Nuestra Independencia.
Sigue teniendo el mismo fervor que antes, cuando llegara de los Buenos Aires y los padecimientos de Chuquisaca en su terrible prisión quedaran atrás.
Muy pronto se incorpora al Triunvirato y fue continuador del ideal revolucionario que inspirara Moreno.
Casi no lo conoció a Mariano Moreno, pero dicen los libertarios “que si la llama que todo quería cambiar, algunos suponían apagada con la muerte de su ejecutor en pleno océano, se equivocarían luego”.
Bernardo recogió esa tea aún humeante en los pasos del generalito Manuel Belgrano que estaba en el norte con su andrajosa tropa, pero llena de coraje y valentía.
En la firmeza de San Martín, que de la nada hizo una columna combativa, y luego de cruzar los Andes, ahora estaba allí, en esa Lima colonial; pero el 9 de julio de 1816, por suerte se declaró La Independencia de las Colonias del Río de la Plata.
La aristocracia limeña, ligada al viejo régimen no los quiere y se la tienen jurada al general, Bernardo también lo sabe.
La misma aristocracia sureña, que niega sus aportes de víveres, dinero y apoyo al gobierno Libertador.
Bernardo reconoce que si a esos señoriítos que otrora tenían todo el poder a rajatabla, hoy no se los aprieta, Lima estará perdida para la causa americana.
El ejemplo de Tucumán independiente para todo el Río de La Plata, tiene que estar más vigente que nunca.
No le temblará la mano al jacobino intrépido Bernardo de Monteagudo, para gravar con impuestos y retenciones, a esa aristocracia y clero colonial, que hicieran sus riquezas a costa del sudor del indio, del criollo y del esclavo.
Por eso se la tienen jurada.
Es por eso que las puñaladas de la noche del 8 de enero de 1825,en esa terrible emboscada, le están llegando hasta el alma y se le va la vida, en cortos suspiros que no retienen las horas.
Alvarado no estaba esta vez, para salvarlo. El asesinato de Monteagudo quizás apuntaba a otro blanco: los pasos del Libertador que un día vino del Sur y trocara las cosas. Lo cierto es que la emboscada cumplió su cometido con uno de los jacobinos más intrépidos y ha herido mortalmente al ejército que lo trajera como secretario.
* ( De la novela inédita. : “Emboscadas, amores y Patria”. Del autor)

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