lunes, 18 de julio de 2016

Oscar Vicente Conde ©


Llueve.
Alguien refugia lágrimas.
El sonido de la lluvia
imita la música de los templos.

Llueve.
Distinto a otras ocasiones.
Como si fuera desde un cielo
desconocido detrás del horizonte.

La escasez no encuentra sosiego.

Llueve.
Como si fuera por primera vez.

Y no me reconozco.




 Manto
La tierra se queja con su llanto eterno.
Un silencio precoz se oculta
detrás de la incertidumbre.
Las almas desterradas del perdón
deambulan cerca del cono de sombra.
Unos ojos inquietos velan cautos.

La noche con su habilidad,
se acerca hablando con la pequeña luna.
Se despiertan las luciérnagas
para suicidarse empapadas de luz.
Ya no hay cantos de pájaros,
reservados para un nuevo amanecer.

Esperan las extrañas criaturas
para descubrir sus alas noctámbulas.
Los hombres descansan
sin sus mochilas de todos los tiempos.

Se esparce la bruma
como un manto que baja del cielo de siempre.
 Desierto

El ojo impreciso de la llave
ausculta la cerradura asustada
del otro lado
el sosiego juega solitario

entre escombros sobre la mesa
indefensos ocupantes sobre las sábanas
visitantes de la luz aún expectantes

un vaso marcado a fuego de labios
un pañuelo con deseos
un fantasma que ya no aterroriza

ningún humano que espere

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