lunes, 24 de septiembre de 2018

Oscar Vicente Conde


I
Tan evidente
como oír a los quejidos
cerca del abismo que brilla
donde algunos hombres
huyen mudos
cegados
indecisos
de ninguna guerra
de ninguna sombra
sin saber el por qué
y las mujeres vestidas sólo de piel
cerca de sus geografías indiferentes
esperando por ellos
y la luz que no llega como un vaticinio




II
La luz dormida en los umbrales
para adueñarse de los pasos
de la quietud de los claustros
de los ángeles que cayeron sin alas
mientras un silencio cómplice
se refugia en los rincones
donde voces pequeñas
cantan las canciones de los cielos
antes de la noche descalza
y la luna negra como última esperanza
de los fantasmas asexuales
de un dios taciturno
de amaneceres casi minúsculos
mientras la tierra sangra sin quejas


Ext. de Mundo  Editorial Tahiel

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