jueves, 22 de marzo de 2018

Gonzalo Del Rosario

GLOBO
La niña pequeña caminaba con su madre cuando el globo voló. Desesperada, fue tras él entre la mirada indiferente y la risa transeúnte.
Una estatua humana perdió el equilibrio, sin embargo, fiel a su consigna, no se movió, la niña corría. Los militantes vociferantes en la puerta del partido ni se inmutaron, la niña gritaba. Los pordioseros solo existían al sentir monedas, la niña clamaba.
Un grupo de jóvenes salían sonrientes de un templo, al verla cruzando la pista, si bien los carros no le hicieron daño, aunque estuvieron cerca del infarto materno, solo atinaron a persignarse.
Al final, cayó en manos de otro niño, tan bonito como ella, éste le sonrió y procedió a entregárselo, su padre le hizo una venia y cuando estiraba las manos, el niño lo reventó. Carcajeándose siguieron caminando.
Ahora la niña comprendía lo que significaba salir de casa.


CARROZA

Esa noche despedimos a mi tío desde la puerta del hotel. Solo estaba la familia y amigos más cercanos. Todos le abrazamos fuerte; y entre sonrisas y felicitaciones, dejamos que subiese a la parte trasera de la carroza y se metiera en su ataúd.

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