ENCUENTRO DEL CUARTO TIPO
Los lugares encantados existen desde el inicio de la
civilización de eso tenemos diferentes referencias en las mitologías asiria,
babilónica, celta, griega y romana, por mencionar algunas, las cuales atribuían
dichos encantamientos a seres o genios fantásticos a los que les daban
diferentes nombres como: gnomos, trasgos, dimmus, duendes, lamias, kobold, etc.
Sin embargo, una vez que se implantó el cristianismo, se modificaron los
patrones ideológicos y más bien se le atribuyeron este tipo de fenómenos a
espíritus errantes que estaban purgando alguna pena.
–Sebastián D´arbo
Horacio
acababa de comprar una casa en las afueras de la ciudad, sorprendentemente para
él, pudo obtener una propiedad mucho más grande y hermosa de lo que él tenía
planeado conseguir, por el presupuesto que había designado para dicho fin. Era
una hermosa casa de dos plantas más un sótano y una buhardilla, además estaba semiamoblada.
Cansado del bullicio y estrés de la gran
ciudad, y también movido por los consejos de su médico, Horacio, había decidido
mudarse a un lugar tranquilo en el que pudiera escribir su próxima novela, por
dicha razón compró la propiedad mencionada.
Horacio había alcanzado cierta notoriedad como
escritor por su saga de horror Criaturas del inframundo, que consistía
en tres entregas. Pero esta vez quería escribir algo diferente, además su
neurólogo le había exigido —Nada de películas de horror, ni lecturas, y mucho
menos escribir al respecto; eso influye sobre tu subconsciente y se manifiesta
por los dolores de cabeza y el estrés—. Así que su próxima obra sería más bien
de una temática fantástica en la que no iba ir incluido nada mórbido o
sangriento.
En menos de un mes, desde que se cerró la
transacción por la venta de la casa, Horacio se mudó a la propiedad.
La primera semana de estancia, en su nueva
casa, transcurrió tranquila y sin mucho sobresalto. Sin embargo, a partir de la
segunda semana, empezó a diluirse la tranquilidad de nuestro escritor. El
primer indicio de ese cambio venía determinado por una serie de sueños
extraños, en los cuales un homúnculo delgado, de estatura media, grandes ojos
purpúreos, frente amplia, piel grisácea, boca delgada y manos alargadas lo
perseguía. Horacio corría lo más que podía y cuando pensaba que ya lo había
perdido y volteaba para ver si ya no estaba, se resbalaba y el homúnculo se le
abalanzaba encima, justo ahí despertaba. Este sueño empezó a ser recurrente.
Pero, además, de estos sueños, empezaron a
ocurrir fenómenos singulares. Cada vez que dejaba escrito un capítulo de su
novela, al siguiente día, al abrir el documento, este estaba totalmente
alterado, en su lugar aparecían signos ininteligibles para Horacio, el cual
pensó que su laptop habría agarrado algún virus –ya la llevaré a que la reparen
la próxima semana–
pensó, y decidió escribir al viejo estilo, es decir en un cuaderno de notas, la
sorpresa que se llevó al siguiente día fue grande, al ver alterado, nuevamente,
todo lo que había escrito, cambiado por esos signos ininteligibles.
También empezaron a ocurrir otro tanto de
cosas, por ejemplo; los días eran calurosos, sin embargo dentro de la casa, las
más de las veces hacía un frío malsano; otras tantas, alguien llamaba a la
puerta y cuando Horacio iba a ver quién era no había nadie; la comida que se
preparaba se descomponía rápidamente a pesar del gélido ambiente que reinaba
dentro de la casa, pero lo que colmó la paciencia de Horacio fue cuando una
tarde escuchó unos ruidos provenientes de la biblioteca, al asomarse para ver
qué pasaba, vio volando los libros por los aires, las páginas se desprendían de
las pastas y se mezclaban todas en un caos infernal, quedando por último todas
esparcidas por el suelo, en una montaña inservible. Esto fue lo que hizo
entender a Horacio que lo que pasaba dentro de su nueva casa no era algo normal
y que si no buscaba una solución las cosas empeorarían. Como era un hombre
abierto a cualquier posibilidad, ya que su profesión, le había exigido leer
todo tipo de cosas, pensó que la casa estaba bajo algún tipo de embrujo. Hace
poco había escuchado de la llegada al país de un viejo místico, llamado
Ariosto, el cual tenía como especialidad la comunicación con seres de otros
planos, Horacio no dudo en buscar mayor información y comunicarse con él.
A los tres días del llamado, el viejo Ariosto
tocaba la puerta de la gran casona, Una vez dentro, y acomodados alrededor de
una pequeña mesa, el viejo místico quiso hacer algunas preguntas a Horacio
antes de empezar la sesión, preguntas como: ¿desde cuándo vivía ahí?, ¿cuándo
empezó a notar fenómenos extraños?, ¿qué tipo de cosas fuera de lo común
ocurrían?, y una de las preguntas más importantes, si el espíritu o ente le
había hecho algún daño físico, a lo que Horacio contestó que no, eso
significaba, según el viejo Ariosto, que aquel espíritu no tenía como objetivo
principal echarlo de la casa, si no que más bien trataba de comunicarle algo,
tal vez algo que la muerte le impidió concluir por lo cual su espíritu se quedó
atrapado en este mundo, y necesitaba que alguien lo ayudara a concluir o cerrar
algún episodio de su vida. Ahora solo quedaba averiguar qué era aquello.
Sin más demora, el viejo, iniciaría la sesión,
saco una grabadora de voz de su bolso y la colocó sobre la mesa. Explicó que
muchos espíritus eran capaces de emitir sonidos, pero estos estaban en otro
tipo de onda y frecuencia que muchas veces no eran audible para el oído humano,
sin embargo la grabadora era capaz de grabar esos sonidos y luego volverlos
audibles para el ser humano.
El viejo encendió el aparato e inició el
cuestionario con la típica pregunta: ¿hay alguien ahí? Era de noche, la casa
estaba en silencio, solo el viento que soplaba afuera rompía la tranquilidad,
no se oyó nada, después de unos segundos el viejo continuó preguntando, ¿cuál
es tu nombre?, nuevamente daba unos segundos antes de formular la siguiente
pregunta, siguió con preguntas tales como: ¿qué es lo que buscas?, ¿cómo
moriste?, ¿deseas que te ayudemos en algo?, ¿qué quedó inconcluso en tu vida?,
etc., etc., después de una larga hora de tensión, la sesión terminó.
Luego de tornarse un vaso de whisky ya estaban
listos para escuchar aquello que se había grabado. Encendieron la grabadora, se
escuchó la voz del anciano haciendo la primera pregunta, ¿hay alguien ahí?,
luego vinieron una seria de sonidos que sin lugar a dudas eran propios de algún
lenguaje, la pregunta era ¿cuál?, ninguno de los dos pudo identificarlo y eso
tomando en cuenta que el viejo Ariosto había viajado por todo el mundo y sabia
a la perfección diez idiomas, pero ninguno se le asemejaba, continuaron oyendo
la grabación, la voz del anciano se escuchaba claramente pero después de cada
interrogante se escuchaba la misma serie de sonidos ininteligibles.
El viejo místico, le dijo a Horacio, que no
hiciera nada, que podría quedarse en la casa tranquilo ya que evidentemente el
espíritu no tenía intención de lastimarlo, él llevaría la grabación donde unos
amigos para que hicieran las investigaciones pertinentes y llegar a su
decodificación, sin más se despidió y se fue.
Aquella noche, Horacio se fue a la cama,
desilusionado por no haber resuelto el misterio de los fenómenos que ocurrían
en su casa, pero con el aliciente que pronto se desvelarían se tumbó en la
cama, aquella noche volvió a tener el sueño que se repetía constantemente,
aquel ser humanoide de grandes ojos purpúreos lo perseguía como siempre, él
resbalaba y aquel ser se le abalanzaba, pero a diferencia de las veces
anteriores no se despertó, el ser se lanzaba sobre él pero con el único
propósito de ayudarlo a levantarse, luego le dijo:
—Necesito tu colaboración, sino nunca podré
descansar en paz. A todos los habitantes que pasaron por esta casa intente
pedir ayuda de mil maneras, pero tarde o temprano todos salían asustados. Antes
de especificarte cómo puedes ayudarme deja que te relate, rápidamente, mi
historia. Yo no pertenezco a este planeta, ni siquiera pertenezco a esta
galaxia, vine en una nave con la misión de investigar su diversidad orgánica e
inorgánica, el último día de mi estancia en este planeta, cuando estaba a punto
de enviar la información que se me había solicitado en misión, por un fatal
descuido mío, se me olvidó encender el halo de invisibilidad, alguna persona,
que para mi mala suerte también estaba armada, me disparó una y otra vez, hasta
provocarme la muerte, me arrastró hasta el sótano de esta, que por aquel
entonces era su casa y me enterró. Lo que necesito pedirte es que vayas allá
abajo, exhumes mi cuerpo, en el lado derecho de mi cinturón hay adosado un
aparato rectangular, sácalo al exterior durante el día para que pueda
recargarse con la radiación solar, aprieta los botones que aparezcan en la
pantalla, en el siguiente orden —el ente extraño le entregó a Horacio un papel
donde aparecían unos signos iguales a los que habían aparecido en sus archivos
y en su cuaderno— por favor, no lo olvides.
Al finalizar este discurso, Horacio se despertó
sobresaltado y con el corazón latiéndole rápidamente. Era las 3:15 de la
madrugada, pero no esperaría hasta la mañana para averiguar si aquel sueño
había sido solo eso, un sueño. Fue al depósito y saco una taladradora, una
pala, una extensión y una linterna. Bajó al sótano, con la firme determinación
de desvelar de una vez por todas el secreto de la casa. Empezó a cavar, después
de diez minutos encontró los primeros restos, continuo cavando hasta
desenterrar un esqueleto antropomorfo con un extraño traje azul metálico, en el
cual efectivamente, tal y como le dijo aquel ser en su sueño, llevaba en su
cinturón un aparato rectangular, el cual Horacio retiró y llevó a su
habitación. Estuvo observándolo hasta el amanecer, y apenas vio las primeras
luces del alba, corrió al exterior para recargar el extraño dispositivo.
Después de unos minutos se encendió automáticamente, Horacio recordaba a la
perfección la serie de botones que debía presionar, y así lo hizo.
Después de ese día cesaron los extraños
fenómenos que ocurrían en la casa. Horacio se sentía tranquilo y aliviado.
Había mejorado de su crisis nerviosa y se encontraba avanzando con su nueva
novela.
Sin embargo, después de dos semanas de ocurrido
el suceso, recibió la llamada del viejo Aristo, el cual le comunicó que ya
habían logrado descifrar el mensaje de la psicofonía que grabaron en su casa.
El anciano místico contó que seres de otra galaxia planeaban conquistar nuestro
planeta, por lo cual habían enviado a uno de los suyos para hacer las
investigaciones correspondientes, y determinar si nuestro planeta era favorable
para su dominación y colonización, como nunca recibieron el visto bueno del
enviado, no tomaron en cuenta nuestro planeta. Le advirtió que el espíritu del
ser al que habían enviado trataría de convencerlo para ayudarlo a hacerles
llegar a los suyos el mensaje de confirmación, pero que bajo ninguna causa
hiciera nada, que él iría dentro de un mes para exorcizar la casa, que resista
hasta ese día.
A
Horacio se le cayó el teléfono de las manos, y quedo ido… Recién comprendía lo
que había hecho.
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