viernes, 23 de marzo de 2018

Marcos M. Coronado

Funeral

No quiero barca, corazón barquero,
Quiero ir andando por el mar al puerto.
RAFAEL ALBERTI.

¡Oh mi Ser, estás allí sometiendo la jauría de sombras!,
guiando las horas desde el faro sobre la crecida ola,
caporal de mis sombras augurales.
Devuelves la identidad y la patria, los campos y
la hoja ondulante de la libertad en tu pecho, en tu molde claroscuro,
donde mis manos te van dando vida desde la simiente.
¡Oh mi Ser! ¡Espejo, ópalo, mineral, forma de mis formas!
Esta condena de beberse los bofes de cara al sol tras el llanto de costillas,
me envuelve los pies con un manto sibilino.
Y danzan agujas a la altura de la pena, cuando caen los sueños en el polvo…
¿Dónde está tu brillo, dónde estás tú, qué hace tu espalda lacerada en mi lecho?

En mi barca cabe mi juego de serpientes y estas monedas herrumbradas de miseria.
¡Vuelve a la orilla! Vuelve y corta la voz para mirarme solamente
como una sombra sola, como el espectro que mira su reflejo y descubre su designio de cucaracha.

Las olas vuelven casi siempre galopantes a morir en la orilla, sin peces, sin corales,
sin fuerzas de luchar contra marea, contra vientos, contra la oscuridad perpetua.
Las olas vuelven idénticas y amorfas, caen de bruces a los pies de los amantes…
Y van lavando las cruces, van mojando sus cruces, van sus cruces amando.

¿Cómo pretendes ocultarte entre los vientres inflados de nada?
¿Cómo entre tus manos inmundas profanas mi templo ausente?

Llegas al hueso de la idea royendo un famélico deseo,
como si de tanto velar el santo de las formas,
ellas volvieran listas para devorarnos.

Y de pronto soy el cadáver que yace anidando lechuzas
en las cuencas vacías, tendido entre el mar y la arena,
y vivo escondiéndome en el sueño efímero de las olas
y su vaivén de música infinita…

¡Oh mi Ser! Devuélveme el canto de la vida…






Lápida

De tanto en tanto pregunto a la sombra,
a la sombra de la efigie sobre el mármol.
Cada tarde vuelvo con arena en los ojos
rebotando opacos arcoíris cóncavos.
Tú, te vistes de colibrí púrpura y entras
en la angostura de la redonda caja.
Conoces mi esencia de tierra, de árbol, de mar
y revoloteando,
revoloteas los copos negros de la testa.
Vagas mundano royendo solitario
un fémur incierto, posas en lugares frescos,
expatriado de mí, huyendo del fuego
con un suave aleteo de insecto.
Y yo, solo, bajo el hechizo de arcanos signos,
descanso, descasado para siempre caliginoso.


3 comentarios:

  1. Hola, gracias compartir los poemas en esta revista. Agradecer a los organizadores por darnos la oportunidad de mostrar nuestro trabajo. Solo quisiera hacer una corrección (Marcos no Mrcos). Gracias.

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  2. Muchas gracias por tu comentario soy su editora Gladys perdon por el error ya lo he corregido gracias por avisarme un saludo y te esperamos con mas trabajos
    Atte
    Gladys

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