martes, 29 de septiembre de 2015

Jorge E. Rueda



 
    Marcha en su ejercicio diario atravesando el lago, observa los patos y sus relaciones de amor. Escucha la alharaca de los cuervos que vestidos con el color que los caracteriza cambian la transparencia del viento. En contraste, las gaviotas se mecen sobre la brisa; lentas, casi sin movimiento, estilizadas, como posando para la mejor fotografía. Danzan al compás del vals de sus amigos los cisnes. Descansan sus patas en la arena y entierran los picos, como queriendo descubrir un tesoro escondido.

Las suelas de sus zapatos se confunden con el color ocre de las hojas y a su paso, las más secas, crujen, se lamentan; muchas navegan sobre el lecho del río; las lleva la corriente a su antojo, mientras otras, con la brisa, viajan hacia diferentes destinos, esquivando rozar los troncos y ramas de los árboles donde antes habitaban. Se han ido de allí queriendo llegar lo más lejos posible; temen regresar, les gusta la libertad, siempre quieren volar y navegar a su antojo.

Subiendo a la cima observa la alegría de los pájaros, su trinar bullicioso, el color de sus plumas mezclado con la incredulidad. Las ardillas alcanzan las copas de los árboles escapando de su propio juego de persecución. Divisa los gatos de monte acechando a sus presas, acurrucados y con ojos de búhos, delatados por los gritos de las aves que cuidan de sus huevos o de sus polluelos. La vegetación se viste de un verde profundo. Las flores por doquier: rosas, azucenas, claveles rojos, amarillos y blancos. Las mariposas descansan en sus pétalos para saciarse con su polen. Las enredaderas adheridas a los troncos y ramas de los árboles forman figuras diferentes, se desplazan y alcanzan singulares alturas.
Las trabajadoras hormigas, cuidadosas van en fila portando un peso superior al de su cuerpos. Entran y salen de los orificios donde dejan sus secretos. Los venados más jóvenes corretean alegres a la vista y cuidado de sus padres, en un hermoso espectáculo. Arrodillados, se dejan caer sobre la grama y retozan acariciándose las trompas.
No salía de su asombro al observar al paquidermo adulto y a su crío de escasos meses. Al elegante cisne de alas rosadas en el lago artificial escondiendo una de sus patas. A la alegría de los monos curiosos, saltando de rama en rama, con esos ojos que a su antojo lo escudriñan todo. Los pavos reales con sus destellantes plumajes, su paso firme y elegante. La mirada de roca del cocodrilo seguía su paso. En un instante se perdió tratando de detallar la trompa y los ojos de la jirafa. El gutural y fuerte rugido del león lo asustó. Entonces, abrió los ojos y recordó que era el jefe de parques, y que su hora de descanso había terminado.
La Siesta.

5 comentarios:

  1. Gladys, muy agradecido por tan bella publicacion.

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  2. Bello, el amor en un sueño, deja sus pinceladas de colores brillantes, describe el vivir en sus espacios, en una siesta bucólica,,,,,,,,,,,gracias

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    1. Gracias Lilians por estar y por tu valioso comentario.

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  3. hermosa descripción poetica de la naturaleza felicidades

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