¿Quien es en
realidad?
Los hechos y/o
personajes de la siguiente historia son ficticios, cualquier
similitud con la realidad es pura coincidencia “No hace mucho, el
verdugo, mando a llamar por mí, con un mensaje simple y nada
preocupante, aunque en el fondo sabia que esas situaciones siempre
son, al menos malas; inmediatamente tras recibir el llamado, se
liberaron automáticamente mis ataduras de la tecno celda en la que
estaba sentenciado a pasar mis días, solo mirando una pantalla, con
el continuo y perforante timbre de un infernal aparato de tortura, el
Bell, el sonido de las risas de quienes por allí pasaban,
ignorándome por completo o adrede, la continua pelea por las migajas
con el resto de los ocupantes de las celdas vecinas en conjunto con
el constante reflejo de una blanca y estresante luz desgastando mis
ojos continuamente, sin parpadear, sin apagarse jamás ni siquiera
por misericordia o una pisca de humanidad, y la continua tensión de
esperar en mi pantalla el informe del rendimiento de cada prisionero,
de ese informe dependía el castigo que debía sufrir cada uno.
Aunque había algunos otros -compañeros- podría llamarlos, que ya
hacia tanto tiempo o más que yo que estaban en la misma situación,
ellos ya no sentían el castigo, más aún, parecían disfrutarlo y
aceptarlo como lo natural, lo común, lo que debe ser. En medio de
esa pobre gente enceguecida por el acostumbramiento me encontraba
luchando solo para estar ahí nuevamente el día siguiente en un
lugar en el que no pedí estar, un lugar en el que la gracia de la
suerte me había arrojado hace ya varios años, con una falsa promesa
de esperanza. Me dirigí a mi encuentro con el verdugo, solo, sin
custodia ya que nadie sería tan imbécil para tratar de huir sin
llenar los formularios correspondientes, sabíamos que te
encontrarían y pagarías las consecuencias, que por supuesto son
mucho peor que el castigo diario. Ni bien ingrese a la sala de
tortura, lo vi a él, no había nadie más, no estaba el verdugo,
solo él, era ese compañero con el que libramos incontables
batallas, compartimos miles de humoradas, y por el cual hubiera
interpuesto mi pecho frente a la lanza hacia él dirigida en
cualquier batalla, él ya hacia un tiempo se había ganado una línea
de cargo en su hombro, por lo que tenia cierto acceso y cercanía al
Marshall, y gracias a él en algunas ocasiones, mi castigo era un
poco menos sádico. En su mano derecha tenía una carta, el sobre se
veía abierto y con la gama de colores de la corporación, en ese
preciso instante me invadió un fuerte olor a whisky caro y a perfume
lujurioso, supe allí mismo que esa carta, sea cual fuera su
contenido, había pasado por las manos del Conde T'ridellia, un joven
decrepito y codicioso de pelo platinado parecido al de la sota de
oros consumido por el alcohol y la ambición, y el Marshall
D'effiarena, un veterano de las guerras de la tecnología, exiliado
por su propio pueblo por las atrocidades cometidas, quien fuese
acogido por el Conde T'ridellia como su administrador para las tecno
prisiones, ambos estaban totalmente corrompidos por el poder, cada
tanto organizaban sádicas y caníbalescas orgías con los reclusos
sin importar su género o condición. En ellas devoraban mis mejores
partes, la carne más jugosa y sabrosa y absorbiendo toda la energía
que pudiera darles como si fuera una batería y a veces hasta un poco
más, así lograban reducirme a simples despojos de grasa, huesos,
viseras, órganos y materia fecal, con el único fin de dejar la sola
evidencia de un ser inútil e inservible que debía permanecer en las
tecno celdas y ser meritorio de mas y mayores castigos, engrosando
así sus filas de carne para su perversión, deleite y regocijo. Pero
eso no era todo, en secreto alimentaban nuestros restos nuevamente
como quien engorda a su ganado logrando nuestra regeneración, la
cual cada vez es menos perfecta, al principio los detalles eran casi
imperceptibles, pero luego de los años los síntomas y el
agotamiento eran cada vez más evidentes, y una vez que ya no podían
consumirte mas, simplemente se deshacían de nosotros ya sin
posibilidad de ser útil en ningún aspecto. Allí mismo, en la sala
de torturas, sentado frente a frente con mi amigo, note que tras su
cara, había algo raro, algo que no lograba distinguir del todo,
parecía una marca, al principio le reste importancia, aunque no
podía dejar de observarla. Fue así que, tras un corto silencio que
para mí fue una eternidad, nuestra conversación comenzó, sus
primeras palabras fueron cortantes y secas, me dijo: - Se que podrás
creer que esto llega a destiempo, tarde quizás, pero el rendimiento
de energía de tu tecno celda no es suficiente, tengo aquí mismo el
informe del vocero del rey… Me mostró un papel con el sello
oficial y la firma del vocero, en el se podía leer algo así como:
[Su estación reporta que el nivel de energía obtenido de Ud. es
deficiente, de continuar estos niveles nos veremos obligados a
realizar humillaciones mas allá de lo conocido sobre Ud. recuerde
que nos pertenece y nos debe dar lo que se le exija sin importar
ningún tipo de condición] Después de unos quince minutos y un frio
aleccionamiento sobre lo estándares impuestos por el Conde,
manipulados a pedido del Marshall y consensuados con el Verdugo, fue
así que esas palabras bastaron para que reconociera la marca detrás
de su rostro, era la marca del verdugo, la mano derecha del Marshall,
al instante que la reconocí supe que él, desde que recibió esa
mera línea en su hombro, dejo de ser la persona a la que conocí,
allí mismo y como si el supiera lo que estaba penando puso sus dedos
por debajo de su piel y jalo con fuerza, revelando su verdadera cara,
la cara del verdugo. Para ese momento yo supe que las cartas estaban
echadas, mi juego no era tan bueno como creía, en realidad quien se
suponía jugaba con migo era parte del otro equipo, se podría decir
que en el tablero mi rey estaba con las movidas contadas, cercado por
la torre, caballo y la dama del oponente. Ya estaba de lleno en su
juego pero todavía tenía alguna opciones...” Así me lo contó,
me dijo que en su desesperación pensó cientos de maneras de morir,
otras tantas de llevarse al Conde, al Marshall y al verdugo con sigo,
pero que todo dependía de quien fuera en realidad, lo que me llevo a
preguntarme ¿quién era él? ¿Él? el historidor, ¿yo? quien
transcribe sus dichos, ¿la joven Bella? capaz de ver la bondad en
todos ¿la monstruosa e imparable bestia? quien destrozaría todo a
su paso inducido por la ira, ¿el tímido pero genial Dr. Jekyl? ¿O
el sádico Sr. Hyde? él descuartizaría a cualquiera solo por el
placer de ver el sufrimiento en sus víctimas, ¿puede ser inclusive
el depresivo Dr. Bruce Banner?, temeroso y escurridizo de los
problemas ¿o el poderoso Hulk? que no dejaría que nada ni nadie se
interpusiera, ni siquiera si su propia vida estuviese en juego, ante
un hecho injusto a sus ojos. Pero en realidad, esa no es la pregunta
importante, la verdadera pregunta y lo más inquietante es: Al final
de todo ¿quién de ellos tomara el control? porque todos ellos viven
dentro de mí y alguno prevalecerá por sobre los demás.
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