LAS
NIÑAS SON PARA LOS NIÑOS
No
habían acabado de conocerse cuando Silvestre y Amelia decidieron
buscar un departamento para hacer de su romance un asunto de dos.
Quizá con esta decisión su entrega se daría con mayor libertad,
sin ojos represores acechando los rincones que solían buscar para
entregarse. Los padres de Amelia fueron los primeros en oponerse: qué
oprobio, qué amor va a ser eso; puro capricho tuyo. Sólo mira qué
facjas, ni siquiera es lo que pretende. Pero su mayoría de edad le
dio la llave para irse.
Silvestre,
en cambio, creció con la hermana de su padre y su marido; una vida
áspera desde que sus padres fallecieron. Los golpes y el abuso
ocasional del tío hicieron su caracter reaccionario a los
estereotipos; de ahí su rudeza, sus fachas, pero un trato delicado a
las mujeres.
Buscaron
la urbanización más alejada de los suyos para evitar actos
desagradables, incluso dejaron amigos optando por hacer nuevos y
compatibles. Encontraron empleo en un bar y tuvieron la suerte de
compartir el mismo horario, así siempre se acompañarían al entrar
y salir del trabajo.
No
había mundo que detuviera la grandeza de su amor; se tomaban de la
mano sin temor a nadie bajo el cielo protector de la noche; más de
un beso florecía en los rincones oscuros y sonreían.
Amelia
era feliz al lado de Silvestre, quien no dejaba de sonreir mirádole
a los ojos.
Era
tierno su amor, puro como sus cuerpos que apenas se habían
reconocido entre sí, puro como su sexo que justo ahora empezaba a
descubrir placer con el roce de todos sus sentidos.
No
era necesario esperar más para unirse por la ley ya que el tiempo
unía los hilos del corazón y el alma, esos que llevan a encuentros
de gozo profundo y era como si toda la vida se hubieran amado.
Quién
iba a pensar que hacía años un joven rondaba a Amelia sin provocar
sospechas, alguien que en vez de conseguir el número de ella, obtuvo
el de Silvestre para lanzarle amenazas con mensajes: Aléjate de
Amelia y te irá bien, le habría dicho la semana pasada. Silvestre
no le dio importancia, algún bromista, quizá. Pero hoy, previo a
ños preparativos de su unión civil, el mensaje fue breve y
decisivo: te lo advertí. La emoción de ver formalizada su relación
con Amelia era mayor a cualquier obstáculo que se presentase y eso
contribuyó a que no se alarmara.
Nadie
más que los amigos cercanos, quienes se ofrecieron de testigos,
harían compañía a la pareja. Ya todo estaba listo; mañana a las
diez se verían en el registro civil.
Esa
tarde, mientras Silvestre se alistaba para ir al trabajo, Amelia le
pidió que justificara su falta; hoy estaba sin ganas de ir al bar
porque no quería dejar pasar ningún detalle para mañana, por más
nimia que fuese la reunión. No te preocupes, respondió Silvestre,
exponiendo su emoción con una sonrisa y sin darse cuenta, soltó su
cabello. Apenas descubrió, frente al espejo, cuan largo estaba y lo
hermoso que de sus rizos cayendo. Así te quiero mañana, sugirió
Amelia, me encanta como te ves.
Camino
al trabajo, Silvestre recibió otro mensaje donde un "te valió
madres" estremeció su cuerpo. De pronto,en medio del silencio
de una calle, se estacionó un auto a dos metros adelante; de ahí
bajaron tres hombres; uno abrió la cajuela y los otros dos tomaron a
Silvestre de las manos y los pies. Su fuerza era inferior a la de
ellos; vio su fragilidad expuesta y por más esfuerzo que hizo, nada
pudo conseguir. Le dieron unos golpes y cubrieron su boca con cinta
adhesiva. ¡Te lo dije! Advirtió una voz. Un par de lágrimas
calleron por su rostro anyes que la oscuridad cubriera la cajuela. Un
cuarto individuo estaba listo para acelerar y perderse sin dejar
señas.
Al
día siguiente, trabajadores de limpieza encontraron a Silvestre
afuera del registro civil sin señas de vida. Se habían dado el
tiempo de maquillar su rostro cuidadosamente, sus párpados tenían
una sombra que resaltaba en sus ojos delineados; sus labios, pintados
de rojo brillaban exquisitos; traía un vestido negro,elegante,
pegado a su cuerpo que a pesar de su condición, hacía que luciera
sensual; el escote exhibía sus gallardos senos; sus piernas firmes y
atractivas y sus pies delicados,metidos en tacones.
Y
mientras que el forense determinaba despojo violento de su
virginidad, sangrado y golpes en abdomen y espalda, Amelia guardó en
su memoria, a pesar de lo trágico y lo aberrante de una inscripción
que rezaba: las niñas son para los niños, la imagen más hermosa de
su amada Silvestre.
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