lunes, 22 de octubre de 2018

Sonia Saavedra

De otros tiempos

La casa parece solitaria, las puertas y ventanas abiertas, dan la sensación que alguien está, o es ella que se alegra de verme y baila, entonada por la alegría.
Los cortinados vuelan, la brisa ha pasado a ser un viento más fuerte, me acerco, un gato pasa desgañitado por entre mis piernas, me choca un perro blanco, que lo persigue como un condenado, algo raro ocurre, no me han visto.
Me escurro dentro, recorro suave los ambientes, la cama del dormitorio, luce abierta, como si muy poco tiempo antes, estuvo ocupada. Toco la almohada con la huella de una cabeza, esta tibia.
Todo es paz en la casa, se respira aroma a violetas, en la mesita de las fotos, me veo, acompañada de diversos seres, que no reconozco.
Un palo de agua apoyado en una esquina del living, deja oír su canto. El piano pequeño, al costado del ventanal, con sus cortinas en un baile desatado, al compás de las teclas que interpretan una canción de amor.
En el patio, también los árboles se mueven con el ritmo del viento o del piano. La hamaca blanca, me invita a dejarme caer, un libro y mis lentes se encuentran en la mesita cercana.
Antes de reposar, me elevo hasta la cima del palto, he descubierto un palta escondida. La dejo  junto al libro y mis lentes. Quisiera volver  a ver desde arriba mi jardín, asciendo y recorro todos mis árboles, las hojas me acarician , un par de torcazas que se arrullan, me dicen entre piares, te extrañamos, algunos duendes conocidos, me saludan, además, unas hadas verdes pequeñitas,  revoletean por mi rostro, besos dulces como almíbar, dejan en mis mejillas, me reclaman , porque tardaste tanto?.
En todos los rostros hay una sonrisa de amor, también el  laurel y el níspero me sonríen, las nubes avanzan presurosas, se percibe el olor a tierra que desea el agua. Finalmente me hecho en la hamaca, quiero ver el desarrollo del espectáculo, de la tormenta.
Los llamadores de ángeles vibran a un compás, los pajarillos vuelan juguetones, desde los nidos, piquitos abiertos a la espera de su comida, siento que es la cercanía de la primavera, por eso los brotes y los capullos. La voz del Moro , resuena rimbombante, aleluya volviste.
Entra una joven desconocida a la casa, la presiento más que la veo, trae sus brazos llenos de un niño adorable, que me mira asombrado, sus ojos me ven, su madre no, por fin entiendo, soy de otros tiempos, solo estoy visitando la que fue mi casa. El niño viene hasta la hamaca sube en ella y nos fundimos en amor, él lo entiende, como entendí yo cuando era pequeña, somos  de una dimensión donde caminamos, todos juntos. La lluvia llega, con clamores de guerra, refuciles, truenos, estamos protegidos bajo la galería, abrazo mi descendencia, con ternura, con el alma alegre por el momento compartido.
Me retiro con un suave beso que el niño agradece, sonríe mientras me alejo.
El gato sentado afuera, me observa, el perro me mueve la cola. El mundo sigue, los humanos, los duendes, las hadas y yo, seguimos….




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