“CHISTE
TRISTE”
Personajes: MUJER
ANCIANO
MUJER DE 50 AÑOS QUE SE
SOSTIENE LA CABEZA
MUCHACHA
MONJA
HOMBRE QUE HABLA SOLO
HOMBRE 1
HOMBRE 2
ANCIANA
MUJER 2
MUJERIEGO
MUJER QUE NO HABLA
MUJER 1
HIJO
CABALLERO
ESPAÑOL
MOZO
ESCENARIO:
A foro, el frente de una confitería. Una
amplia puerta, al medio. En un cartel enorme
sobre la puerta se lee: “Confitería
Grand”. Delante del decorado, una
confitería de balneario.
Escalinatas. Y en ellas, simétricamente
dispuestas, catorce mesitas redondas
con una silla cada una, todas de frente al
espectador. En cada silla un personaje.
Otra mesita, la única desocupada,
tiene dos sillas, ambas de frente, en proscenio
y en el medio.
En cada mesita
hay lo siguiente:
MUJER: Gran helado.
ANCIANO: Gaseosa.
Mesita Desocupada:
Cenicero.
MUJER DE 50 AÑOS QUE SE
SOSTIENE LA CABEZA: Té con leche;
apartado, como si ya lo hubiese bebido.
Un sánguche de pan pebete comido
hasta la mitad.
MUCHACHA: Gran copón
de cerveza.
MONJA: Merengue
con crema. Leche chocolatada.
HOMBRE QUE HABLA SOLO:
Platito con aceitunas. Palillero
con escarbadientes. (Y un micrófono.)
HOMBRE 1: Vermut con
ingredientes.
HOMBRE 2: Vermut con
ingredientes.
ANCIANA: Ginebra.
MUJER 2: Sidra. Pan
dulce.
MUJERIEGO: Whisky
con hielo.
MUJER QUE NO HABLA:
Agua mineral.
MUJER 1: Sidra.
HIJO: Cognac.
Distribución
de izquierda a derecha:
Primera
hilera:
MUJER — ANCIANO — MUJER DE 50 AÑOS QUE SE
SOSTIENE LA CABEZA — MUCHACHA.
Segunda
hilera:
MONJA — HOMBRE QUE HABLA SOLO — HOMBRE 1
— HOMBRE 2 — ANCIANA.
Tercera
hilera:
MUJER 2 — MUJERIEGO — MUJER QUE NO
HABLA — MUJER 1 — HIJO.
Características
de algunos personajes, detalles de
indumentaria y de comportamiento:
HOMBRE QUE HABLA SOLO:
Sesenta y cinco años. Pucho en la boca.
Habla solo, de modo ininteligible,
durante todo el transcurso de la
representación; excepto, por ejemplo,
cuando cree oír a su imaginario interlocutor
—tal vez, más de uno—, con el cual reflexiona y
también discute. Una que otra palabra
podría ser captada. Hostilidad y
recelo son los matices predominantes
en su actitud. Sin embargo, aquí y allá,
aparecen también fugaces rasgos
simpáticos y cordiales. Está
sentado a la única mesa en la que en su centro
hay inserto (como un elemento natural,
propio de ella) un micrófono; (no conectado
—a sala— sino recién en instancia
determinada). Desde luego, este
personaje “ignora” ese micrófono,
“no lo ve”, para él no existe, “no habla por
él” ni antes ni después de conectado.
MUJER 2: Cuarenta
y cinco años. Gordita.
MUJERIEGO: Lee un
largo pergamino.
MUJER QUE NO HABLA:
Acciones que realiza:
a) Se saca los lentes
de contacto. Los guarda en el estuche. Se
coloca una gota de colirio en cada ojo.
Se pone anteojos de mucho aumento
y con color.
b) Se coloca gotas
en la nariz.
c) Consulta el reloj
(de hombre). Ingiere una cápsula.
d) Se echa aire con el
vaporizador para el asma.
e) Se pone una pastilla
en la boca.
f) Seca su transpiración
con un pañuelito.
g) Observa
detenidamente su rostro en un
espejito.
h) Se saca algún
anillo con dificultad. Masajea el dedo
dolorido. Guarda el anillo en un
monedero. Busca en la cartera. Saca
otro anillo. Se lo pone en el mismo dedo.
i) Saca de la cartera
un carretel de hilo de coser. Corta una
porción de hilo. Guarda el carretel en la
cartera. Pasa el hilo entre un par de
dientes. Lo observa. Repite la operación.
Tira el hilo. Recorre con la lengua el
sitio en cuestión.
MUJER 1: Cuarenta
años. Muy gorda.
HIJO: Siete años. Bien
vestidito, pulcro, peinado. Serio.
CABALLERO
ESPAÑOL: Sesenta años. Atildado.
Apuesto. Elegante. Pero decadente.
Corbata lujosa, algo abuchonada,
con alfiler de corbata. Chaleco.
Zapatos relucientes.
Se oye al HOMBRE QUE
HABLA SOLO.
MUJER 2: ¡Mozo!
HOMBRE 2: ¡Mozo!
MUJERIEGO:
“Teresa Clara A., 31, separada, bien.
Olga
Zulema H., 23, soltera, bien.
Mayo
75: Alicia J., unos cuarenta, dos hijas, muy
bien.
Estela P., 34, viuda,
doble equis.
Junio 75: Esther
Olga, unos treinta, soltera, mal. Adriana
M., 49, regular, de pie.”
ANCIANO: Es tan
inocente. ¿Cómo se los puedo mostrar? Se
peina solo, se alisa. Entro al baño, lo
descubro, y él sigue, está en lo suyo.
¿Les conté lo de los animales?... ¡Ay, le gusta
calcar! Calca. Es lo que más le gusta. Le piden
dos y hace ocho. ¡Qué rico!... La maestra, se
ve, él me dice, le pide un ave y un mamífero,
una vaca. O le pide un pescado. Y él prepara
las cosas, los útiles, tiene varias plumas
ya, la tinta, la... la tinta china; se esmera
¿no?, quiere ser prolijo, y el papel..., con
el papel... Es lo único que le gusta. Es una
ceremonia, se ilumina, llena los
cuadernos, se aplica, lo hace con un
entusiasmo, que mirá que él no, pero con
una aplicación... Es voluntad, tiene
voluntad. Para eso. Los países... Calca
países. Ríos, lagunas... Me salió...
Pero mirá, hojas y hojas. Puros
felicitados. Ay... cómo... La maestra
debe estar sorprendida. La maestra
debe estar sorprendida.
Aparece el
CABALLERO ESPAÑOL por la puerta de la
Confitería. Observa.
MONJA: La Navidad
la paso con él. El, organiza el banquete;
yo: como. Yo clavo los dientes, yo muerdo; él
bendice el pan y el puchero; las manzanas
y los omeletes, el jamón y la sopa; la tarta
de cada día y el turrón, la soda, las pastas,
el borgoña; la remolacha, la ostia, el
dulce de leche del flan. Como si fuera música
yo oigo la comida, el condumio. La paso
con él. En paz. ¡Mozo!...
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia la MUJER 2.
CABALLERO
ESPAÑOL: Señorita: usted está
sola y yo estoy solo. Me agradaría
invitarla a beber... otra copa.
MUJER 2: No, no, muchas
gracias, no.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted
está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no
podríamos beber una copa?
MUJER 2: No, lo siento,
gracias.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
(Pausa.
Al MUJERIEGO.)
Señor: usted está solo y yo estoy solo.
Me agradaría invitarlo a beber una
copa.
MUJERIEGO: ¿Eh?...
No, mire... Otro día.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pero, señor... Usted está
solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos
beber una copa?
MUJERIEGO:
Porque... No. Decididamente.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
(Queda
observando a la MUJER QUE NO HABLA.)
MUJER: ¡Fue una noche
espléndida, espléndida, mamá!
¡Nos trataron tan bien! Más que correctamente.
Siempre pensé que así tendría que ser. Nos
pasaron a buscar. A las tres a la casa. Las
madres de ellas los conocieron. Y una hasta
lo hizo entrar, mamá. Lástima que vos no
conociste a mi..., a este joven. En buena
posición. En muy buena posición. No, no...
A mí me gustaría... No, no, mamá, no, no es... No,
no es... profesional. En buena, en una sólida
posición económica. Me lo dio a
entender; no creas que me lo dijo, que se vendió.
Y muy discreto. Los tres. No, no me dejé tocar.
No me tocó, nada. Al cruzar. Eran amagues,
gestos... “Por aquí, así...”, al bajar. “Cuidado
con el ruedo del vestido.” Por el roce,
mamá...: los escalones. Las tres en una gran
confitería. Que no parece de afuera.
Confitería. De muchísimo lujo. Y
mozos... Eso es... ¿de librea?... Atildados, de
hablar bajo, de caminar en silencio.
Todos. Una verdadera clase social.
Nosotras relucíamos, mamita. ¡Ay,
tanto esperar, y no me viste! Pero no creas,
tratamos de que no se notara que era nuestra
primera vez. Tuvimos aplomo, te diré,
aunque claro, nos sentíamos observadas...
Pero no creas, ¡estábamos muy elegantes
nosotras también! Las señoras nos
miraban... al entrar. Nosotras. Viste,
mamá, siempre miran. Se mira. Estábamos
tan dichosas, ¡tan inmensamente
chochas...! Eh...: gratificadas.
¡Champagne, nos sirvieron champagne
helado maravilloso! Y uno contó
el estacionamiento. Del champagne.
La conversación... animada, ajustada,
sobria. Nosotras nos deleitamos. Al
principio, un poquitín tensas. Es lógico.
Había que afrontar una conversación.
Todas modulábamos, elegíamos las
palabras adecuadas... Sobrias también.
Los modales... Nosotras... Habrías... Te
hubieras... ¡Ay, te hubieras sentido
orgullosa de tu hija! Y de las amigas de tu
hija. Y quiero que lo estés. No te amargues...,
ya vas a caminar... Vamos a salir de ésta.
Siempre hemos salido adelante.
Mientras yo tenga fuerzas... Y belleza. Una
sana belleza. Una clara... actitud.
Pero sí, mamá, me agrada. ¡Cómo no estar
agradada! Cómo no estar ilusionada
si volverá a llamarme y concertaremos
una nueva cita, tal vez solos... Pero... no seas
así... debemos conversar en soledad.
Mamá: no quiere decir apartados,
absolutamente solos. ¡Oh, soy tu
hija!... Quiere decir, que podremos volver
a esa confitería o a... algún otro sitio
público similar, y conversar..., en
fin..., se dan otros temas, se es más profundo, en
fin..., se charla más en particular, en fin...,
una está más en todo lo que se dice. ¡Si vos me
vieras!... Atendida, considerada.
Respetada, mamá, lo que vos querés.
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia la MUJER 1.
CABALLERO
ESPAÑOL: Señorita: usted está
sola y yo estoy solo. Me agradaría
invitarla a beber... otra copa.
MUJER 1: Muy gentil.
Pero no me será posible aceptarla.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted
está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no
podríamos beber una copa?
MUJER 1: Es que no... Le
ruego. Créame. Se lo agradezco. Pero
no.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
MUJER 1: Por favor.
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia el HIJO.
CABALLERO
ESPAÑOL: Niño: tú estás solo y yo estoy
solo. Me agradaría invitarte a beber
otra copa.
HIJO (sin
mirarlo):
¡No quiero!
El CABALLERO
ESPAÑOL queda turbado.
HOMBRE 1: Va a volver.
HOMBRE 2: Va a necesitar
volver algún día.
HOMBRE 1: ¿Está
seguro?
HOMBRE 2: Va a necesitar
volver un día de estos.
HOMBRE 1: ¿Cómo
sabe?
HOMBRE 2: ¡Si no voy a
saberlo yo!
HOMBRE 1: ¿Y por qué?
HOMBRE 2: ¡Si lo
conoceré!
HOMBRE 1: ¿Usted es
pariente?
HOMBRE 2: ¡¡¿Pariente?!!
HOMBRE 1: Sí. ¿Usted,
es...?
HOMBRE 2: ¡Habrase
visto!
HOMBRE 1: Bueno, ¿es?
HOMBRE 2: Tupé como
el suyo... Pero, si yo soy...
HOMBRE 1: ¿A ver?
HOMBRE 2: ¡Ah, no,
insolente, no me provoque!
HOMBRE 1: Siga, siga.
HOMBRE 2: ¡Si lo sabré
yo!
HOMBRE 1: ¿Qué?
HOMBRE 2: Que va a volver.
HOMBRE 1: Eso dije.
HOMBRE 2: Sí.
HOMBRE 1: Sí.
HOMBRE 2: Lo recuerdo.
HOMBRE 1: Me alegro.
HOMBRE 2: Perfectamente.
HOMBRE 1: Dije sólo
que iba a volver.
HOMBRE 2: Me temo...
HOMBRE 1: Yo también.
HOMBRE 2: No... Yo iba a
decir... No importa. “Temerás a tu Dios
como a tí mismo.”
HOMBRE 1: ¡Mozo!
HOMBRE 2: ¡Mozo!
HOMBRE 1: ¡Mozo!
HOMBRE 2: ¡Mozo!
HOMBRE 1: ¡Este
mozo!...
HOMBRE 2: U otro.
HOMBRE 1: Sí.
CABALLERO
ESPAÑOL (al
HIJO):
Pero, niño... Tú estás solo y yo estoy
solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?
HIJO (sin
mirarlo):
¡No quiero!
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpame tú. Usted.
(Pausa.
A la ANCIANA.)
Señora: usted está sola y yo estoy
solo. Me agradaría invitarla a beber
una copa.
ANCIANA:
¡Otras querrán parir de ustedes!... ¡Machos
crueles más machos dulces! ¡Brrrrhh!...
¡Qué frío! Sólo los viejitos se agolpan en mi
cancel; los muchachitos haraganean,
pierden la memoria. ¡Soy arisca a parir,
sépanlo!...
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia la MUCHACHA.
MUCHACHA: Anoche,
me hubiera visto correr bajo la lluvia...
Bueno, no sé en qué se transformó. Empezamos
a correr —yo estaba con el mozo de
“Orfebre”—, para correr, por embromar.
El me quiere como a una novia, yo andaba
tirada y él estaba simpático,
chistoso. Salió lo de las cosquillas, que
oí decir, se decía en otro tiempo, que quienes
tenían más cosquillas eran más apasionados,
más... Salió de eso que se me da por hacerle. Lo
empiezo a correr por la recova. Llovía,
no había nadie... Se me empieza a escapar.
Ni lo había agarrado que, de pronto, él se
arma y se pone como yo, me enfrenta como
para él correrme y se me viene encima.
Me le escapo; y era desconcertante
pero me adapté; no me gustaba demasiado
pero me era confiable, y todavía con un
resto de divertida, de diversión, le
sigo el juego. ¡Qué...! ¡Me avivo!... Me estaba
persiguiendo. El a mí. Sin jue-go. Me estaba
persiguiendo de verdad, me perseguía
no sé para qué pero con violencia. Le grité
basta, le dije basta, terminá, cornudo;
no muy alto porque ni podía, y además estaba
cansada, todo por la recova, pero ya la
otra cuadra; y bueno, basta, y él seguía... y
él seguía obstinado, había perdido
la razón. Corrí hacia la pieza..., digo...
plaza; llovía fuerte, fue un ratito. Me
agarró. Me abrazó por detrás, me apretó.
Primero con furia, como mal. Y por ahí,
¡plafff!..., no sabía qué hacer conmigo, le
dio vergüenza, no aflojó mucho los brazos;
ya me tenía de frente, aflojó, pero los brazos
eran dos estacas, derechos, duros y sin
manos; agrandó los ojos, no me podía mirar. En
realidad, estaba fuera de sí, como
había estado fuera de sí, pero ahora
con terror.
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia el ANCIANO.
CABALLERO
ESPAÑOL: Señor: usted está solo y yo
estoy solo. Me agradaría invitarlo
a beber una copa.
ANCIANO: ¡¿Qué?! ¡Ni
pienso!...
CABALLERO
ESPAÑOL: Pero, señor... Usted está
solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos
beber una copa?
ANCIANO: ¡Ya le dije!
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
(Queda
demudado.)
MUJERIEGO: “Julio
78: Dolores S., 35, casada, cuatro hijos,
un balazo, España, doble equis.
Marta G. R., 16, soltera,
muy bien.
Agosto 78: Silvina
Lilian D., 41, separada, triste.
Vilma Sonia Electra
de V., 69, divorciada, maravilloso.
Paulina D. C., 25,
soltera, genial, Brasil, doble equis.”
El
CABALLERO ESPAÑOL va hacia el HOMBRE
1. (Sostendrá con el HOMBRE 1 primero y con
el HOMBRE 2 después, diálogos semejantes
a los que ya ha mantenido —en estos casos:
cordiales—; diálogos que se llevan a
cabo sin
sonido.
Esto empezará a ocurrir al tiempo que
se inicia el siguiente diálogo entre
la MUJER 1 y la MUJER 2:)
MUJER 1: Estoy muy
apretada, enloquecida de prudencia.
MUJER 2: ¿Fuiste al
doctor?
MUJER 1: No me revisó.
No me dijo qué tenía.
MUJER 2: ¿Te dio algo?
MUJER 1: Nada.
MUJER 2: ¿Análisis?
MUJER 1: Me miró a los
ojos. Tiene lindos ojos el doctor.
MUJER 2: Homeópata.
MUJER 1: Sí, antes
análisis. En ayunas. Todavía no sabemos
el resultado. Después la medicación.
¿Querés hora?
MUJER 2: Bueno...; si
es bueno...
MUJER 1: Me sube una
cosa... No, no me sube... Algo no me baja. El
corsé...
MUJER 2: Hay que
aligerarse. Sí, hay que aligerarse.
MUJER 1: Me miré en un
espejo. Sorprendida. En el techo.
MUJER 2: ¿Un espejo
en el techo?
MUJER 1: En el techo.
MUJER 2: ¿Un espejo?
MUJER 1: La última
vez. Hace mucho. Era yo.
MUJER 2: ¿Y cómo?
MUJER 1: ¿Y esa era yo?
Sorprendida.
MUJER 2: Aclará.
MUJER 1: ¡Y era yo!... No
sentía. No me llegaba bien. O yo.
MUJER 2: Estabas...
Ah, vos estabas...
MUJER 1: El: un mimbre.
MUJER 2: Voy a ir.
MUJER 1: Despatarrados.
Sonreía. Lo miré.
MUJER 2: Escuchame.
Voy a ir.
MUJER 1: Mi corpiño
tiene seis broches.
MUJER 2: Pedime
hora.
MUJER 1: El me levantó
los mundos con los brazos: “¡Qué poema
desmesurado!”, me dijo.
MUJER 2: ¿Te vas a
acordar?... Los ojos... ¿de qué color?...
MUJER 1: El introito
anduvo bien, lo menos específico.
Yo sobresalía de mí. Y ahora no me quepo.
MUJER 2: ¡Seis broches!
MUJER 1: Exacto.
El CABALLERO
ESPAÑOL va hacia la MUJER.
CABALLERO
ESPAÑOL: Señorita, usted...
MUJER: Muchas gracias.
Pero no acostumbro.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pero, señorita... Usted...
MUJER: Por favor, no
insista.
CABALLERO
ESPAÑOL: Pues discúlpeme usted.
El CABALLERO
ESPAÑOL se sienta en una de las sillas de la
mesa desocupada.
MUJER DE
50 AÑOS QUE SE SOSTIENE LA CABEZA: Clavada.
Quedaré. Clavada. Esta cara que se me
puso. Con esta cara que se me puso... Cara
de extrañarte. Sucedáneo.
Imposible reír. Reaccionar. Los fantasmas
vienen a caballo. Diversos. Nunca
llegan y siempre vienen. (Llama:)
¡Mozo!... Estrellada. Quedaré.
Estrellada. Una estrella.
El CABALLERO
ESPAÑOL enciende un cigarrillo.
Fuma.
MUJERIEGO:
“Diciembre 82: Dora K., 59, viuda, muy bien.
Celina Ch., unos
cuarenta y cinco, virgen, bien.
Beatriz Laura R., 34,
soltera, bien, doble equis.
Total: Veintinueve.
Enero
83: Mirta Luisa, 27, soltera, intrascendente.
Nené (Adela; nombre
falso), 50, regular, doble equis.”
HOMBRE 1: Se clama
inútilmente.
HOMBRE 2: Eso digo.
HOMBRE 1: Lo solidario,
¿eh? ¿Qué decir de lo solidario? ¿Qué
decir?
HOMBRE 2: Poco.
¿Qué?...
HOMBRE 1: Seguramente.
HOMBRE 2: Y mucho
menos de la pedestre generosidad,
de la amplitud del espíritu.
HOMBRE 1: Menos,
menos.
HOMBRE 2: La estrechez
de miras concomitante de una verdadera
realización humana y lo humano
desarraigado de lo concomitante.
HOMBRE 1: Así será.
HOMBRE 2: Es que... ¿por
qué no es de otra manera?
HOMBRE 1: Y...
HOMBRE 2: ¿Por qué?
HOMBRE 1: ¡Ese es el tema!
HOMBRE 2: D. H. Lawrence,
Proust, Keyserling, Celine, Krishnamurti,
Rabelais...: ¡Magos! ¡Magos!...
HOMBRE 1: ¡Los leí, los
leí!
HOMBRE 2: Le creo.
HOMBRE 1: ¡La
tempestuosidad de las pasiones!: obra
de la civilización.
HOMBRE 2: La...
HOMBRE 1: Justamente.
¿Y a qué conduce?... El ardor, la extinción
de lo inmisericorde.
HOMBRE 2: ¿A qué
conduce?
HOMBRE 1: No conduce.
HOMBRE 2: Y entonces...:
detenidos.
HOMBRE 1: Afincados.
HOMBRE 2: Pesados.
Amorfos. Dóciles.
HOMBRE 1: Usted y yo...
HOMBRE 2: Nos queremos.
HOMBRE 1: Parecido.
HOMBRE 2: Débilmente.
HOMBRE 1: Críticos.
HOMBRE 2: ¡Mozo!...
HOMBRE 1: Austeros.
Sensatos, exageradamente.
HOMBRE 2: ¡Mozo! De
una sola pieza.
HOMBRE 1: ¿No viene?...
Inmarcesibles, sin embargo.
HOMBRE 2: No.
Aparece
el MOZO por la puerta de la Confitería. Va
hacia la mesa donde está el CABALLERO
ESPAÑOL. Se sienta en la otra silla. Se
incorpora. Va hacia la mesa donde está
el HOMBRE QUE HABLA SOLO. Conecta el
micrófono. Vuelve a sentarse. Se oye
al HOMBRE QUE HABLA SOLO (ahora también por
los parlantes que hay colocados en platea).
Disminuye la luz. Hasta la oscuridad
total. Continúa oyéndose al HOMBRE
QUE HABLA SOLO. Telón.
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