lunes, 1 de junio de 2015

Ana Lucía Montoya Rendón

                                               Pintura Ana Lucía Montoya Rendón
 ENSUEÑO II

De nuevo estaba parada al lado de la ventana de mi cuarto. La cabeza recostada en el marco. No estaba el pequeño colibrí chupando flores de heliconias. Desde allí divisaba el muro del patio trasero de mi casa y los techos del vecindario. A lo lejos, por encima de esas tapias veía las copas de las ceibas veteranas, hospederas de gavilanes citadinos que anunciaban la hora de su desayuno. Como respuesta se oyó un coloquio de cucaracheros, gorriones y azulejos, que sufrían con los anuncios del peligroso vecino.

De pronto se apagaron los colores y los sonidos. Desaparecieron el muro gris, los viejos tejados vecinos y las copas color de esperanza de las ceibas. Todo se convirtió en espacio infinito. Empecé a escuchar una música que estaba dentro y fuera de mí. Ella, la música, desde algún lugar no determinado, halaba los colores primarios hasta un centro que lo abarcaba todo. En ese instante era música y color, era espacio y tiempo. Los colores comenzaron a danzar coreografías parecidas a líneas curvas, quebradas y rectas; danzaron figuras geométricas y figuras de flores de bellos colores, se entrelazaban y copulaban, se amaban y, en este cortejo, se gestó y nació un arco tricolor.

El recién nacido también danzó y cantó. Como bandera ondeaba hacia los lados que el viento a capricho lo moviera. De algún lado se oyó una voz que dijo: —¡Ahora!— y todo se estremeció. En medio de ese escenario apareció una boca-ojo, que parpadeaba y jadeaba con ritmo de parto. Del lacrimal lentamente fue saliendo un hermoso cuerpo de hombre desnudo. Quedó tendido por un momento, la música y el canto se metieron en él y también fue uno con ellos. Se desperezó graciosamente, miró a su alrededor y sonrió con ternura. Como si una fuerza lo impulsara, se irguió hambriento y se dirigió hacia mí, me enlazó y buscó mis ojos y mi boca. Se apartaba y volvía a mí. Sus manos, como viajeros errantes, recorrieron todo mi cuerpo. Se desencajó. Pensé que moriría ahí mismo, a mis pies. Quería morir con él. Acababa de nacer y no soportaría su muerte. Quiso sentir de una vez todo, era como apurando un último sorbo. Todo lo quiso probar en un solo instante. No había rienda que lo gobernara. Ah, pero cuando recuperó algo de sus fuerzas, empezó a cantar como los dioses y en su canto dijo:

"... Volaré contigo hasta una roca de Nayarit y allí en la cumbre con el mar como testigo, posaré mi boca en tu boca y mi lengua succionará tus palabras y degustará tu voz. Hurgaré en tu interior, saborearé tus ideas, recuerdos e inspiración…"

3 comentarios:

  1. .

    Muchas gracias querida Gladys por difundir nuestros escritos. Me da mucha alegría hayas puesto ese bocetito. Está hecho sobre papel bond y grafito No. 2.

    Muchos éxitos querida poeta y amiga, en todos tus proyectos.

    Fuerte abrazo,

    Ana Lucía

    .

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  2. Muchisimas gracias como siempre por acompañarme en este lugarcito para el arte la poesia y la libertad creativa es muy hermoso poder publicar tus textos al igual que el de tantos buenos autores y artistas
    y siempre sabes que contas con el

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  3. Bellas letras llenas de sentimiento y cargadas de sentires. La imagen...bellisima

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