ENSUEÑO
II
De
nuevo estaba parada al lado de la ventana de mi cuarto. La cabeza
recostada en el marco. No estaba el pequeño colibrí chupando flores
de heliconias. Desde allí divisaba el muro del patio trasero de mi
casa y los techos del vecindario. A lo lejos, por encima de esas
tapias veía las copas de las ceibas veteranas, hospederas de
gavilanes citadinos que anunciaban la hora de su desayuno. Como
respuesta se oyó un coloquio de cucaracheros, gorriones y azulejos,
que sufrían con los anuncios del peligroso vecino.
De
pronto se apagaron los colores y los sonidos. Desaparecieron el muro
gris, los viejos tejados vecinos y las copas color de esperanza de
las ceibas. Todo se convirtió en espacio infinito. Empecé a
escuchar una música que estaba dentro y fuera de mí. Ella, la
música, desde algún lugar no determinado, halaba los colores
primarios hasta un centro que lo abarcaba todo. En ese instante era
música y color, era espacio y tiempo. Los colores comenzaron a
danzar coreografías parecidas a líneas curvas, quebradas y rectas;
danzaron figuras geométricas y figuras de flores de bellos colores,
se entrelazaban y copulaban, se amaban y, en este cortejo, se gestó
y nació un arco tricolor.
El
recién nacido también danzó y cantó. Como bandera ondeaba hacia
los lados que el viento a capricho lo moviera. De algún lado se oyó
una voz que dijo: —¡Ahora!— y todo se estremeció. En medio de
ese escenario apareció una boca-ojo, que parpadeaba y jadeaba con
ritmo de parto. Del lacrimal lentamente fue saliendo un hermoso
cuerpo de hombre desnudo. Quedó tendido por un momento, la música y
el canto se metieron en él y también fue uno con ellos. Se
desperezó graciosamente, miró a su alrededor y sonrió con ternura.
Como si una fuerza lo impulsara, se irguió hambriento y se dirigió
hacia mí, me enlazó y buscó mis ojos y mi boca. Se apartaba y
volvía a mí. Sus manos, como viajeros errantes, recorrieron todo mi
cuerpo. Se desencajó. Pensé que moriría ahí mismo, a mis pies.
Quería morir con él. Acababa de nacer y no soportaría su muerte.
Quiso sentir de una vez todo, era como apurando un último sorbo.
Todo lo quiso probar en un solo instante. No había rienda que lo
gobernara. Ah, pero cuando recuperó algo de sus fuerzas, empezó a
cantar como los dioses y en su canto dijo:
"...
Volaré contigo hasta una roca de Nayarit y allí en la cumbre con el
mar como testigo, posaré mi boca en tu boca y mi lengua succionará
tus palabras y degustará tu voz. Hurgaré en tu interior, saborearé
tus ideas, recuerdos e inspiración…"
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ResponderEliminarMuchas gracias querida Gladys por difundir nuestros escritos. Me da mucha alegría hayas puesto ese bocetito. Está hecho sobre papel bond y grafito No. 2.
Muchos éxitos querida poeta y amiga, en todos tus proyectos.
Fuerte abrazo,
Ana Lucía
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Muchisimas gracias como siempre por acompañarme en este lugarcito para el arte la poesia y la libertad creativa es muy hermoso poder publicar tus textos al igual que el de tantos buenos autores y artistas
ResponderEliminary siempre sabes que contas con el
Bellas letras llenas de sentimiento y cargadas de sentires. La imagen...bellisima
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