lunes, 1 de junio de 2015

Parado EnelAbismo

        Fotografía:En la placita del vagón! Parado EnelAbismo

::: DES-DESENCUENTRO :::
Se venían mirando desde que subieron al colectivo. Sólo miradas, sin muecas, ni sonrisas, ni ademanes de nada. Y sólo con sus miradas, y quizás de tanto conocerse de viajes anteriores, acordaron implícitamente que ella se bajara una cuadra después y él una cuadra antes.
Él la dejó pasar primero sin hablar, con un leve gesto de la mano y casi amaneciendo una sonrisa. Ella dejaba un rastro de perfume que él siguió sinuosamente mirando hacia atrás como le decía un cartel sobre la puerta que no olvide.
Cruzaron la calle, como caminando por separado y accidentalmente se metieron al mismo café. Se sentaron en mesas opuestas, y sus miradas siguieron cruzándose, formando trenzas invisibles en el aire que daban tres, cinco, diez vueltas y se entreveraban con el vapor del capucchino de vainilla y el cortado doble con crema.
Ella pidió edulcorante, él azúcar. Revolviendo los sobres dentro de las tazas, dentro de los platos, sobre la mesa, conectados por el parqué de alto tránsito, movían los dos la pierna derecha al mismo ritmo, como sincronizados con el tempo de So What, de Davis, mientras el murmullo de la gente bajaba, y la trompeta parecía acapararlo todo.
Las piernas se movían frenéticamente, aún conectadas por el parqué, oyendo las trompetas, entre miradas sin murmullos que zigzagueaban entre humo, vapor, miel, edulcorante y esas galletitas horribles que siempre ponen en los platos cuando uno pide café.
El track del cd llegó al final, el murmulló pareció subir (siempre estuvo al mismo nivel), el ruidito del golpear de la taza, de ambas tazas contra el plato, el vaso de soda. La galletita no. Ninguno de los dos.
La cuenta, el mozo, la propina, el parqué, la puerta. Otra vez la dejó pasar, esta vez su perfume tenía detalles de canela, y él, con la misma pulcritud y neutralidad de siempre.
La esquina, ella a la izquierda, él, derecha.
Mañana va a ser un día incómodo en el colectivo.
 

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