SIN RESPIRO-Microcuento
Me atenazó el cuello con sus garras; no
podía respirar.
El aliento había descendido al diafragma
negándose a morar en las cavidades respiratorias.
Tuve pánico.
Tal vez si cerraba los ojos la visión
pudiera desaparecer; era cuestión de probar.
El sudor amenazaba con lubricar toda
porción de piel y hubiese dado cualquier cosa por estar bajo una
fría corriente de río.
Su mirada me congeló cual basilisco;
sentía como la piedra invadía poco a poco cada una de mis
células y ni el grito era capaz de asomar –ocultándose cobarde
vaya a saber en qué habitáculo corpóreo.
Sentí el crujir de las vértebras bajo
su abrazo de oso y quise que la muerte fuese súbita al momento
de la sensación.
Volvió a extender su brazo armado hacia
mi (como si fuese poco el efecto que su mirar producía)
-¿Va a pagar la cuenta usted?
–preguntó extendiéndome un papel.
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