I
La
nostalgia,
clásica,
del
último día del mes,
del
año
y de
un siglo,
definió
su
destino de inmensidad.
Ángel
derribado,
creció
con imágenes,
obstinadas,
de
palpitar celeste.
Luchaba
a muerte
por
llenar
de
sabor mexicano su violín.
II
Han
dicho,
mirar
hacia atrás
es
negar
versos
del cielo,
pero
en su cabello alborotado
reposan
relámpagos
que
la inspiración
desplegaba.
Silvestre
Revueltas
jugó
con música,
y
–niño ingenuo–
confesaba
al violín
sus
travesuras.
III
Entre
sombras
del
México indiferente,
nos
heredó
música
aguda,
punzante,
irónica:
de
cerámica,
maíz
y volcán,
que
enseña
a
matar a una serpiente.
Ahora
que
descansa
en
su reino de ritmos,
levanta
la mirada
y
sus canciones danzan,
de
la milpa al puerto,
del
trópico a la estepa.
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