Pintor A.Manriquez
(niños esclavos de Camerún tirados al mar, febrero 2001, barco ETIRENO)
2
La porcelana del mar esta dentro nuestro,
y en la espuma del cielo
con círculos solitarios siempre alejándose.
Es también un castillo con almenas y torres de oro,
una mujer de arena, la rosa de sal
y los naufragios con distintas voces
que estallan en la memoria incesante y rutinaria.
Esa memoria, que tañe como el agua el clamor infinito,
como la permanente roca
hundida y saqueada por olas incansables,
teje y desteje el pasado y el futuro,
un tiempo y otro tiempo,
viejas piedras ardiendo en cada ribera
que las brumas ocultan.
Nubes que los vientos muerden en su camino solitario,
llevan remolinos de señales
ráfaga de luces y sombras escurriendo en un juego perpetuo de signos y oración.
Somos el mar,
olvidados dioses con mantos de sal,
torrente de caminos y viajantes,
campos de batalla,
conquistadores y redimidos,
insinuación, conjetura, acción, demonio y poder.
El mar, tañe la campana del naufragio.
3
Siempre abandonamos el mar,
la ceguera avanza sobre la tarde
y dejamos suspendidos los vientos
en estremecidos juegos con la espuma.
Y cuando no encontramos el brillo
en el pulso errante del deseo,
cuando flotamos abiertos en las miradas
los esforzados tejedores de peces
cantan en los brazos de sal,
se alejan en las profundas noches
mas rápido que la dureza del granito,
también se aleja el polvo, la música fugaz,
el relámpago, la tenue conjetura.
Abrazados al madero del pasado
atravesamos perseverantes el tiempo,
con la costumbre del faro, los puertos
y la soledad de la proa como un labrador
que voltea ciudades en su esfuerzo milenario-
Abandonamos el mar
perdidos en angosta línea de sueños,
perfil lejano
del otro lado de las amarras del rezo
mas lejos aún que la indiferencia,
nos encontramos en el otro camino,
en el fruto de la acción del destino
que se alza en promontorio inviolable,
nos encontramos con la flor del infinito
que gira en desapacibles grises
en borrasca dentro nuestro
y nos devoramos.
1Es la hora incierta
de las espumas grises,
es la hora de la proa
que desciende a la garganta del mar,
nadie duerme en este parto
nadie llora sobre la sombra,
la noche siempre regresa
con su vistosa revelación de ángel,
le han robado los ojos al mar
se le han ido las manos,
los oídos tiemblan por la borda
de los barcos que esfuman,
su rosa de óxidos y herrumbre,
su compás de vientos
su ronda secreta,
el antiguo canto de los pequeños peces
promete luces bajo el signo.
Detrás del oscuro pedernal y más abajo,
junto a la espalda del último abismo,
en la soledad oscura
del pequeño hueso,
la despavorida soledad
del sueño en la boca,
mariposa de sal y noche
máscara de silencio,
agua infinita
agua de frío
agua de agua
agua de miedo
agua y espina
miedo en línea,
en la burbuja queda
mi fragmento de hombre,
en su astilla de noche
agua de nombre,
noche de noche,
Dios en retirada.
Cielos paralelos
de las espumas grises,
es la hora de la proa
que desciende a la garganta del mar,
nadie duerme en este parto
nadie llora sobre la sombra,
la noche siempre regresa
con su vistosa revelación de ángel,
le han robado los ojos al mar
se le han ido las manos,
los oídos tiemblan por la borda
de los barcos que esfuman,
su rosa de óxidos y herrumbre,
su compás de vientos
su ronda secreta,
el antiguo canto de los pequeños peces
promete luces bajo el signo.
Detrás del oscuro pedernal y más abajo,
junto a la espalda del último abismo,
en la soledad oscura
del pequeño hueso,
la despavorida soledad
del sueño en la boca,
mariposa de sal y noche
máscara de silencio,
agua infinita
agua de frío
agua de agua
agua de miedo
agua y espina
miedo en línea,
en la burbuja queda
mi fragmento de hombre,
en su astilla de noche
agua de nombre,
noche de noche,
Dios en retirada.
Cielos paralelos
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La porcelana del mar esta dentro nuestro,
y en la espuma del cielo
con círculos solitarios siempre alejándose.
Es también un castillo con almenas y torres de oro,
una mujer de arena, la rosa de sal
y los naufragios con distintas voces
que estallan en la memoria incesante y rutinaria.
Esa memoria, que tañe como el agua el clamor infinito,
como la permanente roca
hundida y saqueada por olas incansables,
teje y desteje el pasado y el futuro,
un tiempo y otro tiempo,
viejas piedras ardiendo en cada ribera
que las brumas ocultan.
Nubes que los vientos muerden en su camino solitario,
llevan remolinos de señales
ráfaga de luces y sombras escurriendo en un juego perpetuo de signos y oración.
Somos el mar,
olvidados dioses con mantos de sal,
torrente de caminos y viajantes,
campos de batalla,
conquistadores y redimidos,
insinuación, conjetura, acción, demonio y poder.
El mar, tañe la campana del naufragio.
3
Siempre abandonamos el mar,
la ceguera avanza sobre la tarde
y dejamos suspendidos los vientos
en estremecidos juegos con la espuma.
Y cuando no encontramos el brillo
en el pulso errante del deseo,
cuando flotamos abiertos en las miradas
los esforzados tejedores de peces
cantan en los brazos de sal,
se alejan en las profundas noches
mas rápido que la dureza del granito,
también se aleja el polvo, la música fugaz,
el relámpago, la tenue conjetura.
Abrazados al madero del pasado
atravesamos perseverantes el tiempo,
con la costumbre del faro, los puertos
y la soledad de la proa como un labrador
que voltea ciudades en su esfuerzo milenario-
Abandonamos el mar
perdidos en angosta línea de sueños,
perfil lejano
del otro lado de las amarras del rezo
mas lejos aún que la indiferencia,
nos encontramos en el otro camino,
en el fruto de la acción del destino
que se alza en promontorio inviolable,
nos encontramos con la flor del infinito
que gira en desapacibles grises
en borrasca dentro nuestro
y nos devoramos.
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