jueves, 3 de diciembre de 2015

Daniel Arias

Pintor A.Manriquez

1Es la hora incierta

de las espumas grises,

es la hora de la proa

que desciende a la garganta del mar,

nadie duerme en este parto

nadie llora sobre la sombra,

la noche siempre regresa

con su vistosa revelación de ángel,

le han robado los ojos al mar

se le han ido las manos,

los oídos tiemblan por la borda

de los barcos que esfuman,

su rosa de óxidos y herrumbre,

su compás de vientos

su ronda secreta,

el antiguo canto de los pequeños peces

promete luces bajo el signo.


 





Detrás del oscuro pedernal y más abajo,

junto a la espalda del último abismo,

en la soledad oscura

del pequeño hueso,

la despavorida soledad

del sueño en la boca,

mariposa de sal y noche

máscara de silencio,

agua infinita

agua de frío

agua de agua

agua de miedo

agua y espina

miedo en línea,

en la burbuja queda

mi fragmento de hombre,

en su astilla de noche

agua de nombre,

noche de noche,


Dios en retirada.

Cielos paralelos

(niños esclavos de Camerún tirados al mar, febrero 2001, barco ETIRENO)

 


2


La porcelana del mar esta dentro nuestro,

y en la espuma del cielo

con círculos solitarios siempre alejándose.

Es también un castillo con almenas y torres de oro,

una mujer de arena, la rosa de sal

y los naufragios con distintas voces

que estallan en la memoria incesante y rutinaria.


Esa memoria, que tañe como el agua el clamor infinito,

como la permanente roca

hundida y saqueada por olas incansables,

teje y desteje el pasado y el futuro,

un tiempo y otro tiempo,

viejas piedras ardiendo en cada ribera

que las brumas ocultan.

Nubes que los vientos muerden en su camino solitario,

llevan remolinos de señales

ráfaga de luces y sombras escurriendo en un juego perpetuo de signos y oración.


Somos el mar,

olvidados dioses con mantos de sal,

torrente de caminos y viajantes,

campos de batalla,

conquistadores y redimidos,

insinuación, conjetura, acción, demonio y poder.


El mar, tañe la campana del naufragio.



 


3

Siempre abandonamos el mar,

la ceguera avanza sobre la tarde

y dejamos suspendidos los vientos

en estremecidos juegos con la espuma.

Y cuando no encontramos el brillo

en el p
ulso errante del deseo,

cuando flotamos abiertos en las miradas

los esforzados tejedores de peces

cantan en los brazos de sal,

se alejan en las profundas noches

mas rápido que la dureza del granito,

también se aleja el polvo, la música fugaz,

el relámpago, la tenue conjetura.

Abrazados al madero del pasado

atravesamos perseverantes el tiempo,

con la costumbre del faro, los puertos

y la soledad de la proa como un labrador

que voltea ciudades en su esfuerzo milenario-


Abandonamos el mar

perdidos en angosta línea de sueños,

perfil lejano

del otro lado de las amarras del rezo

mas lejos aún que la indiferencia,

nos encontramos en el otro camino,

en el fruto de la acción del destino

que se alza en promontorio inviolable,

nos encontramos con la flor del infinito

que gira en desapacibles grises

en borrasca dentro nuestro

y nos devoramos.



 

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