Un reloj que
encierra en sí mismo dos agujas en ángulo recto
Nadie en la calle
Todo el mundo en
mi piel
Ansío la noche
La oscuridad que
ennoblece
A la espera de la
caída de Ícaro
Este tiempo
derritiendo sus alas
Ansío la luna de
sombras pálidas
El canto
vagabundo de los pájaros
El rocío de
embriagarme y persignarme
Rezar tres Aves
María
Ser el responso
para mi niña de cera
A veces cambiaría
todos mis poemas
Por migajas de
pan, que arrojadas al camino,
Me hicieran
volver a casa.
Fui en busca de
la bruma
Y volví junto a
esos nombres
Que sólo las
olas del mar regresan
Volví para no
regresar jamás
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Dentro de mí un
cortejo de pájaros, afuera una Virgen negra enciende el azar. Los
abismos caen al silencio y rezan, no saben de qué lado del espejo
soportar las consecuencias de esta tarde que se va haciendo pequeña
y, como si quisiera abandonarse, extiende sus manos hacia la noche,
donde en el movimiento tibio de sus brazos el mundo desaparece.
Pido a los dioses
del absurdo mi perdón. Ellos darán libertad a mis ojos vencidos.
Cantas al alba tus monstruos de niña abandonada. Cantas y te
desgarras mi pequeña viajera. Cantas cercana a la niebla en tus
ojos de sangría. Cantas y mengua la luna tu muerte de niña
loba. Cantas y vuelve a tener un rostro, tu letal espejo. La noche
asesina estrellas, y tú entre ellas, óvolo de mi salvación
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Tengo
un mundo atragantado en la garganta, vomito: no tolero el mundo.
Llevo
días encerrada. Las paredes de esta casa se achican como si fueran
el vientre de mi madre, pujando. Pero hoy no es un buen día para
nacer. ¿Será que todo lo mío desvanece? Cada rostro o cada niño,
desvanece. Hasta el mar, lejano y limpio, en agua clara desvanece. Y
dentro del agua todo es palabra. Si al menos la escritura no fuera el
murmullo de un cuerpo. ¡Si al menos la escritura no fuera! Qué sino
tan desdichado el mío, algún día vendrá la otra que soy a
reprocharme tanto descuido amanecido, pero para entonces estaré
muerta. ¡A volar pajarillo, a volar, que ya te tuve demasiada
paciencia!, dice mi madre.
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Soy
este cuerpo donde en mí se habla. Y hablarán los fantasmas, los
muertos de mi memoria. Los días como epitafios y sus furiosas
águilas. La noche exiliada a la hora vacía. Hablará la lluvia a lo
largo de las paredes, a veces la lluvia alivia el dolor de la muerte.
Ella, mi asesina, la enajenada mano del cielo cuando se fecunda la
tormenta. ¡Vamos, locura!, cabalga la triste llanura del tiempo,
sobre los causes del río verás la vida pasar efímera, tan efímera
como los ojos de un ángel. Tengo el presentimiento que un coro de
murciélagos anunciará las horas que pasen muertas. Aves hambrientas
sobre rosa sobre piel, sobre viento, azul llorando.
Ángeles
condenados exiliados en el rostro silencioso de la Noche. Alas
cristalinas que del viento se esconden pidiendo asilo en tu mirada.
Cada verso es en la palabra un espejo de imágenes rotas. Retazos de
piel como hojas desprendidas de un otoño que enloquece.
me sorprendió agradablemente tu prosa poética, saludos
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