viernes, 20 de marzo de 2015

Maria Marta Donnet (Argentina)



Costumbre de Cruz



 
A mis padres y hermano



“Silence, till I be silent too.”



 


Alfred Tennyson

In Memoriam

Con los labios oxidados


Con los labios oxidados



Dicen los antiguos que el niño

nació con el cuero escrito en sánscrito.

Inundado el centro amniótico que inauguró la vida con una ráfaga. Dicen también que cargaba la cruz del error en los ojos

y que los dones sacrílegos destejieron una a una las pieles.

Otros cuentan que colgaba un libro al viento

para que aprendiera las palabras.

Y que logró que los cuerpos levitasen jugando al inocente.

Dicen que en el pueblo sienes de sabiduría blanca

colocaron velas de incienso en cada puerta.

Y que el niño caminaba en puntas de pie

para no hundirse en el agua

que multiplicaba panes y peces para alimentar el hambre.

Sandalias de hordas y silencios de piedras y de putas

subieron a la montaña para hablar a los bienaventurados.

Dicen que todos escucharon el sermón

y comieron la imagen del pecado sin romper los restos umbilicales y que llenaron de luz sus bocas.

Y entonces el niño hecho hombre

arrulló los pesares de una elegíaca locura de salmos recién cantados con una vigilia que en el ocaso

predicaba sangre.

Y que luego se sentó a la diestra entre hienas de sal y escarbó

un génesis profano para resolver los misterios.

Y que no se cansaron sus manos de masticar corazones y el mundo no fue otra cosa que su sombra.



 
Costumbre de cruz



Abre las manos el niño y todos los pecados

se sueltan.

Abre los ojos el niño y todos los ciegos

vacían el mar

en sus órbitas secas de paisajes.

Venera el mudo su rastro de lengua

húmeda de palabras en el polvo

que devuelve la trasparencia de una boca

inundada de ángeles.

Y sin embargo arrojan

la primera piedra y luego más

a la mujer enterrada en la arena

doloroso gajo que enjuicia

su descalza piel.

Hasta que el niño tiende puentes

entre las islas de sus manos

y camina

desafiando el agua sin dudar

que las mariposas se disuelven

en la costilla

en la estaca.



 
Otra trinidad



Dicen que el habitante de la lejanía desafiaba

el tiempo

de los escarabajos.

Que escribía en jeroglíficos dicen

y que escondía un cielo

acorralado por la piedad.

Le cabía el infinito en ese perpetuo

rumor en ese único silencio

que deshilachaba las vendas de la momia

que siempre lo hostigó.

En catorce pedazos su cuerpo

su órgano viril devorado por un pez.

Dicen que el habitante de la lejanía

enterró todas sus certezas

y que su esposa

y el niño del viento entre los ojos

lo mecieron

con olor a sándalo.

Todas sus vestiduras

fueron rasgadas y viajaron

los epítetos a través de miles

de templos.

Y dicen también que venció

a la muerte y que con su ánima

engendró al viento hecho niño.

Y que renació en pan

y que la espiga

se hizo carne.





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