Pintura Gladys Cepeda
TRAS
EL TRAS MI
en la penumbra
donde
un
espejo romperá cualquier silueta
la
luz celebra el rito
de
detener la muerte del día
ocultando
como flor
seca
el
aire se sacude
buscando
un significado
YA NADA SERA IGUAL
Noche
de verano ardiente, infame, sofocante. Luís con el cuerpo sudado,
las sabanas se le pegotean horriblemente y se le anudan con alevosía,
el que se halla semidesnudo, tampoco tolera su piel, la
arrancaría a mordiscones para calmar la agonía. El ventilador agita
sus aletas como un molino eterno, hacia la misma dirección.
Pero
el aire nunca llega solo la sofocación y el cansancio .Los insectos
se regocijan y divierten de su sufrimiento, lo torturan
con el zumbido molesto, clavan sus aguijones una y otra vez
perforando su cuerpo con saña, Sus dedos hunden a estos pequeños
explotadores luego de saciarse, los aplasta con las patas
y las alas en forma transversal (se los podría comparar como a
cristo de destino animal).
La
humedad desciende por el cielorraso y baña las paredes como ríos
que internamente poblaran las costas. Inquieto se mueve de un lado
hacia el otro sobre el colchón, trata de cerrar los ojos, pero ellos
desobedecen. Gotas descienden por su frente apropiándose
de las arrugas. Con su mano alisa los pocos cabellos, estos acatan la
orden quedando inmóviles. Siente comezón en su pierna, pero
las fuerzas lo abandonan… no tiene salida...
A
través de las ventanas llega la arrogancia luminosa y perfecta de la
luna. Esta se impone sobre la profundidad oscura de la habitación,
cada rincón se ubica frente a ella con increíble desafió.
En otro momento le encantaba observarla con tanta nitidez, como los
muebles chocaban con ella al demostrar su poder material, negro
y fatal destrozando su armonía.
No
pierde detalle, lo controla con dedicación y entrega cm. a cm. la
mesa de luz el ropero y una silla, de su organizado clan...
La
energía retoma por un instante, vibra sobre si al decidir
levantarse, para mojarse y tomar agua porque su boca se halla
destruida. Sus labios pegoteados, cocidos como una línea no pueden
abrirse. Al apoyarse en el piso el calor es tan intenso que parece
una llama viva, le hace recordar a los fieles que venciendo su miedo
ancestral ante la naturaleza caminan sobre carbones.
Al
tratar de alcanzar la puerta, ve que la silla se corre y se interpone
en su camino, trata de correrla pero esta como adherida. La fuerza
retoma.
Trata
de levantarla de un tirón hasta agotarse pero ella le impide los
movimientos.
Busca
algo con que destruirla, pero, solo posee sus músculos, entonces
retoma la idea, estira los brazos, torciendo su débil columna, para
ejercer presión como contrapeso, todo se mantiene de igual ,
impidiendo cualquier avance, piensa en pedir ayuda pero nadie le
daría crédito a su historia.
Se
agacha para encontrar el sentido y busca dentro del respaldo, las
patas o el asiento a simple vista, comunes y rusticas no parecen
llevar el mal en sus entrañas, el tic tac del reloj descubre el
avance de las horas con la parsimonia acostumbrada, su boca ruega
por un poco de liquido, algo para pasar del trance, sigue con la idea
de gritar tal vez seria la solución dando cualquier pretexto, ya que
esta solo. Se asoma por la ventana pero queda mudo, una mudez
involuntaria lo gobierna, siempre le sucedía ante los
acontecimientos violentos, saltar seria imposible pues vive en el 8ª
Al
caer la noche la temperatura asciende sin retorno,
desgastándose sobre el cuerpo, maldice su situación, "seria la
venganza por el mal trato que le dio mientras la reparaba
ya que con el martillo la trato con furia", el se diría que la
silla respiraba hostilidad y rencor, ¡MALDITA! grito, recordó
que guarda caramelos para la garganta, los saco del cajón con
dificultad metió en su boca, el gusto semiamargo con un leve asomo a
menta se convertían en saliva instantánea, el alma le volvió al
cuerpo despejando su sensación de dolor.
El
cielo comienza a despejarse tímidamente el brillo matinal se deja
ver sobre el mundo que lo recibe con inquietud cayendo con conciencia
de trabajo. Regresa la opresión que lo perfora como un taladro, un
intenso vomito le toma la garganta, quiere levantarse pero las
piernas le flaquean y cae sobre la alfombra azul, tan azul como sus
ojos. Ya no respira, queda extendido a lo largo del piso, como último
recuerdo que le queda es que los caramelos estaban vencidos, ahora
sonríe la muerte le va enfriando su organismo EXTRAÑAMENTE LA
SILLA SE CORRE Y AVANZA PISANDOLE EL CUERPO, regresando a su
antigua posición. El sol retoma a su costumbre y ya nada seria
igual
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